Editorial

DOS AÑOS.

#InPerfecciones
Desear el cambio es totalmente válido, pero el hartazgo de la ciudadanía ha sido aprovechado por otro demagogo más.

 

Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx

 

Pensar en la transformación inmediatamente nos remite a pensar en el Presidente López Obrador y su Movimiento de Regeneración Nacional, políticamente le hizo bien en su momento al ahora Presidente desmarcarse de todos para voltear las cosas y volverse el centro de atención, insisto, políticamente fue una decisión atinada, lo que ocurrió después también lo tenemos registrado, una elección histórica y el compromiso de “transformar la vida pública del país”, hasta ahí tenemos mucha claridad en los motivos por los cuales un personaje como López Obrador llega a la presidencia en diciembre de 2018.

 

A dos años de distancia, efectivamente la transformación se está llevando a cabo, finalmente tener la presidencia y el control de las cámaras le permite al Presidente disponer lo que se le antoje en una versión restaurada de Luis XIV, qué, si pensamos en el perfil psiquiátrico del presidente, le viene “como anillo al dedo” si de reconocimiento público se trata; llegamos a dos años de un gobierno que se ha quedado lejos de la propia expectativa de justicia que levantó en campaña y con la que retacó los discursos triunfalistas recién llegado al encargo.

 

Si pensamos en congruencia, tendremos otro punto flaco de la administración actual, lo que consideramos una república se ha ido transformando en el pequeño feudo de un “enano monarca” que no tiene colaboradores sino esbirros y alguaciles que con tal de seguir detentando el poder son capaces de jurar lealtad a quién derrama sus favores sobre ellos. 

 

Dos años de administración “lopezobradorista” solo han dejado claro que la solución de los asuntos torales no son la prioridad, y el Presidente lo ha dejado muy claro repitiendo que lo importante es sentar las bases para la transformación, es decir, nos podemos quedar esperando el resultado mágico que ofreció como buen político demagogo, el resto, ha sido un sin fin de justificaciones que acuden recurrentemente al pasado y a la resistencia al cambio, aspecto que ha permeado como parte de las argumentaciones para evadir la responsabilidad de dar resultados contundentes.

 

Desear el cambio es totalmente válido, pero el hartazgo de la ciudadanía ha sido aprovechado por otro demagogo más, un demagogo al que se le ha otorgado el poder de expiar culpas brincándose el estado de derecho, un demagogo que basa su “éxito” con niveles de aprobación, un demagogo que sigue en campaña; analizar dos años de 4T es un despropósito si queremos verlo bajo la óptica del cambio porque es imposible pensar en el cambio reciclando a la clase política, es imposible pensar en el cambio asignándole todo el poder a un acomplejado, es imposible pensar en el cambio si con una encuesta tratamos de valorar el desempeño de un ignorante elevado a grado de beato, es decir, políticamente hemos desperdiciado dos años analizando una pequeña monarquía.  

    

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