Editorial

El Voluntariado

#InPerfecciones
El voluntariado no pertenece a ninguna cultura, ni a ningún período histórico determinado, pero aflora con especial intensidad en aquellos momentos en los que la tragedia, el infortunio y la fatalidad

 

Javier Vilar, Fundador de Sophia, Escuela de Sabiduría Práctica / Fundación Sophia México
editorial@inperfecto.com.mx


Actualmente se oye hablar cada vez más del voluntariado, sin embargo este fenómeno no es nuevo, pues al ojear las páginas de la historia nos encontramos con muchos ejemplos de hombres y mujeres que trabajaron arduamente sin ánimo de lucro personal o afán de recompensa alguna en aras de un bien común; algunos, incluso llegando a dar sus propias vidas para poder salvar o proteger otras muchas.

El voluntariado no pertenece a ninguna cultura, ni a ningún período histórico determinado, pero aflora con especial intensidad en aquellos momentos en los que la tragedia, el infortunio y la fatalidad, se abaten inmisericordes sobre las gentes en algún lugar de nuestro planeta.

El voluntariado tampoco tiene nacionalidad, ni color, ni sexo, ni edad, y aunque suele estar protagonizado mayormente por la juventud, yo he visto viejos muy viejos arrimar el hombro con coraje ante el peligro y la adversidad.

El voluntariado, por tanto, siempre ha existido y siempre existirá, no puede ser etiquetado ni convertirse en privilegio exclusivo de ningún grupo, partido o sector social, porque es patrimonio común del género humano. Es algo que nace de la voluntad de hacer el bien y se expresa a través de una labor generosa y solidaria. Algo que es intrínseco a la propia naturaleza del alma humana… y que está más allá del tiempo y de las modas… ya que trasciende toda doctrina, toda ideología y toda creencia.

El voluntariado es una actitud noble y desinteresada que jamás debe ser politizada, explotada o manipulada, pues al hacerlo estaríamos corrompiendo una de las más bellas conductas del hombre. Una conducta cuyo cabal ejercicio forma al voluntario en el desarrollo de valores tan fundamentales como la solidaridad, el respeto, la colaboración, el trabajo en equipo, la responsabilidad, la cortesía y la generosidad.

Sanos valores que a nivel humano constituyen una verdadera inversión de futuro. Por eso la educación es sin duda una forma de voluntariado muy útil a largo plazo, ya que al inculcar el amor a la Naturaleza estamos ayudando a evitar futuras catástrofes ecológicas; como educar en la tolerancia, la solidaridad y el respeto a la vida por encima de todo, es un eficaz medio de luchar contra el racismo, la discriminación, el fanatismo, el terrorismo o cualquier forma de conflicto sangriento y fratricida entre seres humanos.

   No cabe duda que, paralelamente al avance de los medios de comunicación, nuestro mundo se ha ido convirtiendo cada vez mas en una verdadera «aldea global», en la que es prácticamente imposible permanecer ignorante de los conflictos y sufrimientos ajenos, por muy lejanos que estén. Dentro de este panorama, el voluntariado aparece como una respuesta válida ante los graves problemas que acucian a nuestro tiempo.

Por ello, cada vez son más los que van tomando conciencia que todos estamos implicados en el bienestar de nuestra gran «aldea global», y que las esperadas soluciones y ayudas  no pueden provenir tan sólo de los gobiernos e instituciones públicas, pues hace falta también el apoyo de las instituciones privadas y muy especialmente del voluntariado activo, como forma de iniciativa individual y solidaria.

   El voluntariado, nace pues como expresión de un sentimiento de solidaridad y apoyo hacia los sectores menos favorecidos de nuestra sociedad, y su ámbito de acción es tan amplio como los problemas actuales: desde el hambre, la pobreza, el analfabetismo, la escasez de recursos naturales o la falta de asistencia sanitaria de los países más subdesarrollados, hasta las catástrofes ecológicas que amenazan con destruir el equilibrio vital de nuestro planeta. Desde la asistencia a la tercera edad o a los niños discapacitados, hasta la lucha sin cuartel contra las grandes enfermedades de nuestro tiempo, tanto las físicas como el cáncer, la lepra y el SIDA; o las psicológicas, como la drogadicción, el alcoholismo y la ludopatía, sin olvidarnos del voluntariado cultural, que a través de la educación, la enseñanza y las campañas de concienciación social, está tomando cada vez un mayor protagonismo en el ámbito de acción del voluntariado.

   Sin embargo, más que centrarnos en el análisis de los graves problemas mundiales, lo que queremos a través de estas breves líneas es, ante todo, ensalzar la labor del voluntario: esa persona anónima, sencilla y generosa que entrega una parte importante de su tiempo y de su esfuerzo para «echar una mano» donde más se le necesite, ya bien sea combatiendo el fuego o las inundaciones; reforestando las hectáreas calcinadas por las llamas o ayudando a limpiar los tóxicos vertidos que la imprudencia humana ha volcado sobre nuestras costas, ríos y mares. Ya bien sea participando en las campañas educativas de alfabetización y enseñanza de niños pobres, o aportando consuelo y alegría en asilos, hospitales y sanatorios, el voluntario entrega siempre lo mejor de sí mismo recibiendo como única recompensa la sana alegría de haber podido hacer la vida un poco más soportable a los que sufren, la certeza de haber sido realmente útil a nuestra sociedad y la satisfacción de saber que uno ha hecho el bien a los demás… y con eso se da por satisfecho. Por ello, desde las páginas de El Mundo de Sophia queremos dedicarte este sencillo homenaje a ti, joven voluntario, cuyo rostro tal vez nunca será conocido, pero que sin embargo… con tu anónimo esfuerzo, tu sacrificio generoso, tu mano solidaria y tu noble compromiso de corazón, estás ayudando cada día a hacer de este mundo un lugar más bello y mejor… para todos nosotros ¡Gracias, voluntario! 

Javier Vilar

 

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