Editorial

DETENTE.

#InPerfecciones
Lo cierto es que el sistema de salud en México no se encuentra precisamente en su mejor momento después del dramático cambio que significó cancelar el Seguro Popular.

 

 

Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx

 

El momento que vive México ante la pandemia declarada por el COVID-19 es turbulento, ha causado miedo, compras de pánico e incertidumbre sobre todo para los sectores más vulnerables de la población ante lo que evidentemente ha sido un manejo discrecional de las acciones y los datos que permitan dimensionar un problema en el que es fundamental que la población sea consciente y esté enterada con certeza de la gravedad del asunto.

 

Sin duda el que institucionalmente se hable con la verdad sobre el estado que guardan las cosas seguramente causaría enojo generalizado pero daría credibilidad y fomentaría las acciones de prevención y mitigación, sin embargo, la preocupación del Gobierno parece estar centrada en el posible costo político que pudiera tener la revelación de los malos manejos y de acciones laxas para enfrentar la propagación del COVID-19

 

Lo cierto es que el sistema de salud en México no se encuentra precisamente en su mejor momento después del dramático cambio que significó cancelar el Seguro Popular para implementar el INSABI, aspecto que ha significado una problemática no solo administrativa sino en materia de desabasto de insumos que solo contribuye a la incertidumbre para enfrentar la inminencia de una contingencia epidemiológica. Si bien las explicaciones para no decretar la fase 2 de la contingencia o la declaratoria de emergencia han abundado, el corto circuito se genera con la falta de responsabilidad en la toma de decisiones que han dejado de lado el sentido común para justificarse con tecnicismos que solamente ponen en riesgo a la población.

 

El tiempo que se ha perdido al no tomar las medidas preventivas en función de la experiencia que han tenido otros países como China, Italia y España, solo son muestra de un desdén arrogante del Gobierno que si bien tiene la intención de mostrarse sereno, ha caído en el exceso irresponsable de no cancelar mítines, conferencias de prensa, etc. y si a lo anterior le sumamos esa muestra del México mágico donde la fe se antepone a cualquier argumento científico o de sentido común con el que el Presidente hace uso de sus artificios religiosos, entonces el panorama no se presenta para nada halagüeño, sin embargo, y para insistir, semejante demostración de arrogancia va dejando al descubierto al personaje que tanto tiempo alardeo de saber que hacer en todos los casos y que ahora no demuestra ni un ápice de humildad a pesar de hablar continuamente sobre los pobres.

 

El problema no radica en el desconocimiento en una materia, el problema radica en no admitir que se tienen limitaciones para afrontar una crisis de salud, el problema está en no querer escuchar ni atender las señales de emergencia, y si la pretensión del “detente” se está tomando como opción el riesgo no solo se hará realidad, el costo será para ese sector de la población al que se dice proteger y querer mucho. El tiempo de prevenir parece que se terminó y si la reacción es igual de lenta, la realidad superará cualquier escenario planteado.

 

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