Editorial

La mentira del amor frenético

#InPerfecciones
Ese falso amor me vendió la idea de que no importa perderse a una misma mientras se gane el cariño de la otra persona.

 

Karla Soledad / @kasoledad
k28soledad@gmail.com

 

Me vi lamentando la interrupción de un vínculo afectivo que no dio para más y temiendo una posible constipación emocional de mi parte. Me vi dejando escapar un llanto silencioso y avergonzado, cuestionando mi capacidad de corresponder aquel sentimiento de cariño y compromiso.

 

Hecha nudo entre mis sábanas pienso “Lamento no haberlo querido como se merecí…” – me detengo ahí mismo. Es que no lo lamento. No es como si por amarme, mereciera mi amor de regreso. En realidad, no le debo nada. Tal vez esa percepción de merecimiento es el problema en la manera en que aprendimos a amar.

 

Por mucho tiempo creí que el amor debía ser apasionado, intenso y frenético. Que debía ser desprendido para ser real y debía poner a la otra persona en el centro. Que cuando se ama no se piensa en singular sino que se decide por dos. Creí que como el amor es ciego, entonces ciega, sorda y muda debía ser yo también.

 

Ese amor frenético me engañó diciéndome que, para ganarse el título de verdadero, una debe luchar, sufrir, arriesgar y perder. Cualquier romance que no cumpla con esos criterios, podrá ser mil cosas, pero nunca amor del bueno. Ese falso amor me vendió la idea de que no importa perderse a una misma mientras se gane el cariño de la otra persona. Nos costará llanto, celos, inseguridad; nos costará competir con otras mujeres, abandonar proyectos y sacrificar planes. Pero todo habrá valido la pena si ganamos el amor de ese corazón preciado.

 

El amor persigue, conquista y triunfa. Pero para triunfar, tiene que doler primero. Para florecer, debe incendiar. Para recompensar, debe castigar. El problema es que… Si el amor es un campo de guerra, ¿quién no quiere ganar? O mejor dicho ¿a quién le gusta perder? ¿No será que el motor de ese falso amor es un ego aprehensivo? Si el amor es triunfar, ¿quién no quiere clavar su bandera y grabar su nombre en las tierras conquistadas?

 

El problema es que ese amor frenético nos ha mal acostumbrado a entenderlo en términos de propiedad y merecimiento. Nos ha hecho creer que tenemos derechos sobre la persona amada. En el mejor de los casos somos la persona que merece amor correspondido, pero en el escenario más obscuro, nos convertimos en la persona que siente obligación de corresponder a un amor que no sentimos.

 

Como mujer he estado en varias ocasiones en el lado obscuro de las cosas y construí mis relaciones basadas en ese falso amor. Invertí energía, ilusión y vida en sufrir por hombres que no me correspondían, creyendo que mi sufrimiento me hacía merecedora de cariño y que, entre más doliera, más valor tendría mi sentimiento.

 

Hoy entiendo que no es una constipación emocional la que nos previene de amar. Sino que estamos en un proceso de desmantelar ese amor frenético y romántico que todo lo puede y todo lo da. Estamos en el camino de desaprender nuestra manera de querer, y crear nuestro propio concepto del amor, uno que no exija, que no quite y no limite. Uno que empiece desde nosotras por nosotras mismas y de ahí, tal vez… abrirse paso hacia afuera.

 

#InPerfecto