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MANIFIESTO DE LA ARQUITECTURA FUTURISTA

#Arquitectura
No importan las distinciones formales entre lo nuevo y lo antiguo, lo que importa es construir edificios nuevos en torno a un plano salubre, aprovechando todos los recursos técnicos y científicos a nuestra disposición.

 

 

Carlos Rosas C / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx

 

El especial de “Arquitectura Deconstructivista” seguramente sorprendió a propios y extraños debido a la vigencia formal estampada en las obras expuestas. Treinta y dos años después de aquel verano de 1988 los autores que se presentaron en el Museo de Arte Moderno de Nueva York han dejado una huella imborrable en la arquitectura mundial no solo como esos genios que materializan una idea, tambien han legado al ejercicio de la arquitectura su palabra, su teoría, esa parte de su intelecto con la que fundamentan esos extraordinarios objetos que cautivan por su belleza formal donde el aparente caos no es más que el momento congelado del baile armónico de planos, líneas y prismas.

 

A decir de Philip Johnson, curador de la exposición “Deconstructivist Architecture” en el Museo de Arte Moderno de Nueva York:

 

“La arquitectura deconstructivista no es un estilo nuevo. No arrojamos a su desarrollo nada del fervor mesiánico del movimiento moderno, nada de la exclusividad de esa causa católica y calvinista. La arquitectura Deconstructivista no representa movimiento; No es un credo. No tiene “tres reglas” de cumplimiento.”

 

Y son precisamente la palabras del arquitecto Philip Johnson las que abren la puerta para presentar el Manifiesto de la Arquitectura Futurista de Antonio Sant´Elia, uno de los arquitectos olvidados que dejó tras de si un trabajo teórico muy interesante, incluso antes de aquel 1932, en que la exposición “Arquitectura moderna”, colocó a los arquitectos Mies van der Rohe, Le Corbusier, Gropius y Oud en un sitio muy especial de la arquitectura mundial.

 

Antonio Sant´Elia es radical, contundente, sin tapujos academicistas, totalmente dispuesto a romper con la escuela clásica. Sin duda adelantado a su tiempo, pone el dedo en la llaga de la creación arquitectónica de los primeros años del siglo XX, dejando muestra de una visión suspicaz, que sustentan algunos conceptos que conservan una vigencia sorprendente con el oficio del arquitecto 104 años después. 

 

Con introducción del arquitecto Enrique Norten, hemos rescatado esta publicación del verano de 1991. El Manifiesto de Sant´Elia no solo es potente, es digno de conocerse y difundirse. Disfrútenlo tanto como nosotros.   

 

MANIFIESTO DE LA ARQUITECTURA FUTURISTA

Antonio Sant´Elia 1914.

 

INTRODUCCIÓN.

El 11 de julio de 1914, el joven arquitecto italiano, Antonio Sant’Elia (1888-1916), publicó en el periódico Lacerba de Milán, una de las mas estridentes proclamaciones de la Arquitectura Moderna: el “Manifiesto de la Arquitectura Futurista”, con el cual concluye una serie de manifiestos entre los cuales se destacan el “Manifiesto Futurista” del poeta F.T. Marinetti, publicado en “le Fígaro” de Paris, el 20 de febrero de 1909; el “Manifiesto de Pintura Futurista” de Umberto Boccioni, que apareció en forma de panfleto, en Milán, el 11 de abril de 1910; y el “Mensaje” del mismo Sant’Elia, publicado en el Catalogo de la Nueva Tendencia, en mayo de 1914.

 

El “Manifiesto” apareció acompañado de algunos de sus dibujos recién expuestos en misma ciudad, bajo el titulo de “La Ciudad Futurista”, despertando grandes inquietudes y opiniones contradictorias entre los interesados de la época.

 

Han transcurrido setenta y siete anos, se ha construido una enorme cantidad de metros cuadrados de Arquitectura Moderna y las ideas de Sant’Elia ,siguen conservando la misma vigencia y espíritu provocador del día de su publicación, por lo cual es importante presentarlo una vez mas.

 

Arq. Enrique Norten.

Antonio Sant´Elia

 

Desde el siglo XVIII no ha nacido arquitectura alguna. Se recurre a una ridícula mezcla de elementos estilísticos para revestir los esqueletos de los edificios nuevos y a esto se le llama arquitectura. 

 

La nueva hermosura del cemento y del acero ha sido profanada por la imposición decorativa de incrustaciones carnavalescas que no pueden justificarse por necesidad estructural ni por nuestro gusto y las cuales provienen de Egipto, de la India o de Bizancio, o bien del torpe florecimiento de la necedad y la impotencia llamado  “neoclasicismo”.

 

En Italia se aplaude la prostitución arquitectónica y se festeja la rapaz ineptitud extranjera como si fuera un hallazgo ingenioso, una arquitectura radicalmente nueva. Los jóvenes arquitectos italianos (cuya única originalidad emana de su compulsiva lectura clandestina de las revistas de arte) se desahogan de sus talentos en los  barrios nuevos de nuestras ciudades con una Ilamativa mezcla de columnas ojivales, foliaciones barrocas, arcos góticos, pilastras egipcias, volutas rococó, querubines siglo XV y cariátides hinchadas, los que tomando el lugar de cualquier estilo serio, pretenden ostentosamente la monumentalidad. 

 

La aparición desaparición caleidoscópica de las formas, la auto-multiplicación de la maquinaria, el diario aumento de necesidades creadas por la velocidad de las comunicaciones, la concentración demográfica, la higiene e incontables fenómenos más de la vida moderna no detienen a estos autonombrados renovadores de la arquitectura. Se aferran obstinadamente a las reglas de Vitruvio, Vignola y Sansovino; con alguna publicación esporádica sobre la arquitectura germana, vuelven a poner el sello a nuestras ciudades con la imagen de un cretinismo secular, cuando estas debieran de conformar la proyección inmediata y fiel de nosotros mismos.

(LA CITTÀ NUOVA, 1914)

En sus manos, este arte expresivo y sintético se ha reducido a un ejercicio estilístico vacío, a una repetición de formulas mal asimiladas que disfrazan la tradicional caja de piedra y ladrillo en edificio moderno. Como si nosotros los almacenadores y generadores del movimiento con todas nuestras herramientas mecánicas y todo el ruido, toda la aceleración de nuestras vidas, fuéramos capaces de habitar estas casas y calles concebidas para las necesidades de la gente de hace cuatro, cinco, incluso seis siglos.

He aquí el mayor absurdo de la arquitectura actual, absurdo que se halla perpetuado por la ambiciosa complicidad de las academias, verdaderos campos de internamiento para la inteligencia, donde se obliga a los jóvenes a recopiar onanísticamente los modelos clásicos en vez de ejercitar su imaginación en la búsqueda de soluciones adecuadas a los problemas nuevos y urgentes: La casa y la ciudad futuristas. Una casa, una ciudad que espiritual y materialmente nos perteneciera, donde pueda desatarse nuestro alboroto sin parecer un grotesco anacronismo.

(ESTUDIO PARA PUENTE, 1914)

El problema de la arquitectura futurista no se resuelve mediante el reajuste de
algunas líneas o la invención de nuevas molduras y marcos de puerta. No se trata de reemplazar columnas, pilastras y ménsulas con cariátides, libélulas y ranas, tampoco se trata de dejar la fachada con simple ladrillo, una enyesada y una revestida de piedra. No importan las distinciones formales entre lo nuevo y lo antiguo, lo que importa es construir edificios nuevos en torno a un plano salubre, aprovechando todos los recursos técnicos y científicos a nuestra disposición. Así, nuestras necesidades cotidianas y espirituales quedaran noblemente satisfechas y todo lo que es grotesco, pesado y contrario a nuestra naturaleza será eliminado (la tradición, el estilo, la estética, la proporción). Definiremos nuevas formas, nuevas líneas, nuevas armonías de perfil y de volumen, una nueva arquitectura cuya razón de ser radique precisamente en las condiciones especificas de la vida moderna y su correspondencia con nuestra sensibilidad estética. Tal arquitectura no puede estar sujeta a ninguna ley de continuidad histórica; debe ser tan nueva como lo nuestro estado de animo.

(AEROPUERTO Y ESTACIÓN FERROVIARIA CON TROLEBUSES EN TRES NIVELES,
1914)

Si el arte de construir siempre ha podido evolucionar con el tiempo, modificándose de estilo en estilo sin que cambie su carácter general, es debido a que muchas modas fueron históricamente provocadas por alteraciones de índole religiosa o por eventos políticos. Pero pocas se vieron motivadas por cambios profundos en el entorno humano, cambios que llevan a descartar y a reinventar un modo de vida, ya sea el descubrimiento de las leyes naturales, el perfeccionamiento de la tecnología o el uso racional y científico de los materiales. En la vida moderna, el proceso consecuente del desarrollo estilístico se ha truncado.

(ESTUDIO AEROPUERTO Y ESTACIÓN FERROVIARIA, 1914)

La arquitectura rompe sus lazos con la tradición y debe empezar otra vez desde el principio. Los cálculos basados en la resistencia de los materiales, uso del concreto armado y del acero resultan ajenos a la comprensión clásica, tradicional, de lo que es la “arquitectura”. Ni los materiales de construcción modernos ni las ideas científicas sirven para estilos históricos. Es por ello que los edificios “elegantes” parecen tan grotescos, al pervertir la flexibilidad de una viga de acero o la delicadeza del concreto armado, en la imitación de un arco pesado o de lo abultado del mármol. 

 

La contundente polaridad de dos mundos, el antiguo y el moderno, se define por todo lo que no existía anteriormente. Nuestra vida abarca cosas que los antiguos no podían ni siquiera imaginar. Han surgido circunstancias materiales y actitudes espirituales que arrastra una multitud de consecuencias. 

 

De estas la más importante, aunque todavía embrionaria y oscura, consiste en la formulación de un nuevo ideal estético,  ideal que ya conquisto la imaginación de las masas. De hecho hemos perdido nuestro sentido de lo monumental, lo laborioso, lo estático; hemos enriquecido nuestra sensibilidad con el gusto por lo ligero, lo practico, lo efímero y lo veloz. Ya no nos concebimos como gente de catedrales, palacios y viejos salones de actos; nos identificamos con los grandes hoteles, las estaciones ferroviarias, carreteras inmensas, los puertos colosales, los mercados cubiertos, las galerías luminosas, las calzadas rectas y las demoliciones saludables.

(EDIFICIO CON ELEVADORES EXTERIORES, 1914)

Debemos inventar y reconstruir la ciudad futurista como si fuera un vasto astillero bullicioso, en donde cada dependencia funciona con agilidad, movilidad y dinamismo. La casa futurista se ha de concebir como una especie de gran maquina, sus elevadores no han de ocultarse como lombrices solitarias en las cajas de escalera, sino que la escalera —ya obsoleta—, se debe eliminar, dejando que los elevadores trepen por las fachadas como serpientes de acero y cristal. El edificio de concreto, vidrio y acero, limpio de pintura o escultura, enriquecido únicamente por la hermosura intrínseca de sus lineamientos y su modelado, será tajantemente brutal y su simplicidad mecanística lo dotará de extraordinaria fealdad. 

Sera tan alto y tan ancho como sea preciso, sin restricciones de reglamentación municipal, alzándose en la orilla de un abismo tumultuoso. Las calles ya no se extenderán como alfombras frente a la planta baja, sino se hundirán hacia múltiples niveles subterráneos y el trafico metropolitano se consolidara mediante accesos intercomunicantes a pasarelas metálicas y cintas transportadoras de alta velocidad.

(EDIFICIO CON ELEVADORES EXTERIORES, 1914)

Es preciso abolir lo decorativo. La problemática de la arquitectura futurista no se resuelve hurtando ideas de alguna fotografía de China, de Persia o del Japón, ni tampoco imitando torpemente las reglas de Vitruvio, sino más bien mediante los destellos del genio, anclados en una experiencia científica y tecnológica. Todo se ha de revolucionar. Aprovechemos las azoteas y los espacios subterráneos,
disminuyamos la importancia de la fachada y reubiquemos el aspecto del buen gusto, partiendo de la preocupación de que “molduritas” escoger, que capiteles o que entradas serán las más apropiados hacia puntos mayormente complejos y valiosos en relación a la masificación y a la disposición de planos a gran escala, basta ya de arquitectura monumental, fúnebre, conmemorativa. Volemos monumentos, banquetas, pórticos y escaleras; hundamos las calles y plazas para elevar el nivel de las ciudades. 

 

Combato y desprecio:

 

1) Toda la seudo-arquitectura vanguardista, la austriaca, la húngara, la alemana y la norteamericana;

 

2) Toda arquitectura que sea clásica, solemne, hierática, teatral, decorativa, monumental, bonita y agradable;

 

3) El embalsamiento, la reconstrucción y la reproducción de monumentos y palacios antiguos;

 

4) Las líneas horizontales y perpendiculares, las formas cubicas y piramidales que sean estáticas, graves, opresivas y completamente ajenas a la nueva sensibilidad;

 

5) El recurso a materiales voluminosos, durables, anticuados y costosos.

 

Proclamo:

 

1)   Que la arquitectura futurista es la arquitectura del calculo, de la imprudencia audaz

y de la sencillez; es la arquitectura del concreto armado, del acero, del vidrio, del cartón, del textil y de cualquier sustituto de la madera, la piedra y el ladrillo que permita una óptima elasticidad y ligereza;

 

2) Que la arquitectura futurista no queda por ello reducida a una árida combinación de lo practico con lo sino se confirma como arte, a una síntesis y una expresión.

 

3) Que las líneas oblicuas y elípticas son dinámicas, encerrando por su propia naturaleza una fuerza emocional mil veces mayor que la de las líneas perpendiculares y horizontales, por lo que ninguna arquitectura dinámica e integrada puede prescindir de ellas;

4) Que la decoración aplicada a la arquitectura es ridícula, dado que solo se realiza el verdadero carácter decorativo de la arquitectura futurista a través de la utilización y la disposición original de materiales toscos, escuetos o de colorido violento;

 

5) Que así como los antiguos se inspiraban en los elementos naturales, nosotros —material y espiritualmente artificiales— nos hemos de inspirar en el nuevo mundo mecánico que hemos creado y nuestra arquitectura debe de conformar su expresión mas hermosa, su mas completa síntesis y su mas efectiva integración;

 

6) Que la arquitectura considerada como el arte de armar construcciones formales según criterios prestados, esta acabada;

 

7) Que por arquitectura entiendo el afán libre y atrevido de armonizar al hombre con su entorno, es decir, de hacer del mundo material una proyección directa del mundo espiritual;

 

8) Que será imposible desarrollar tradiciones lineales o plásticas a partir de tal arquitectura porque la impermanencia y la transitoriedad serán las cualidades fundamentales de la arquitectura futurista. Los edificios duraran menos tiempo que nosotros. Cada generación tendrá que edificar sus propias ciudades. Esta constante renovación del entorno arquitectónico favorecerá el triunfo del futurismo ya anunciado con Palabras-en-libertad, el Dinamismo Plástico, la Música sin cuadratura y el Arte del
Ruido, Lucharemos sin tregua contra la cobardía paseista. 

 

 #InPerfecto 

 

FUENTE

Arquitectura
REVISTA PERIÓDICA DE ARQUITECTURA.
Nº 2, Verano 1991
PAGINAS 18, 19, 20, 21, 22, 23.
Director: Isaac Broid.
ISSN: en trámite.