#Sexualidad
Es nuestra lucha de ser escuchadas y ser vistas como Mujeres parte fundamental de la sociedad, de la familia y personal.
Blanca Sánchez
blancasanchezrangel@gmail.com
La escritura es desde siempre una posibilidad y al mismo tiempo un privilegio, el privilegio de poder decir y ser escuchado, no todos, no todas tienen ese privilegio. Socialmente hay voces que suelen ser silenciadas de múltiples formas, y a pesar de eso, a pesar de tener hoy el privilegio de poder usar la voz y la escritura me parece que lo más complejo es tener qué decir ante los recientes feminicidios, pues a pesar de la cantidad de años en que vienen presentándose, por ejemplo todas aquellas víctimas en Ciudad Juárez, es quizás la fuerza de las redes sociales o tal vez la proximidad en que han ocurrido lo que da esa sensación de terror y deja sin palabras.
Parece que de pronto todo mundo tuviera una opinión al respecto, quizás la más sesuda, la más trabajada se da desde los feminismos, pero por otro lado existe una avalancha de opiniones en las diversas disciplinas donde los “especialistas” y aquellos que sólo quieren figurar, han tomado el micrófono pues aparentemente tienen algo que decir. La realidad es otra.
No existe un saber que alcance para explicar qué ocurre en la mente de quienes matan, desaparecen, torturan y violan mujeres; no es una cuestión que se arregle desde los valores “universales” como aseguran los que hablan desde su moral, no hay psicología que pueda dar cuenta de esto, tampoco existen fórmulas para poder salir del maltrato o explicar lo que pasa en la mente de quien es víctima. Si esa posibilidad existiera quizás se habría resuelto ya esta barbarie.
No hay forma de explicarle a nadie el por qué como mujer se siente tanto miedo estando en las calles, no hay curso de defensa personal que salve absolutamente a nadie, lo que es cierto es que en este nivel de aparente evolución social, en donde todo ha “progresado” lo más bestial del ser humano se muestra recrudecido en un circo de imágenes, dichos y acciones que terminan de la manera más atroz con las vidas de mujeres de cualquier edad y cualquier perfil, es decir, los perfiles de antaño de víctima y agresor han quedado por mucho superados pues hoy todas las mujeres nos sabemos víctimas o potenciales víctimas.
Más que dar una opinión, o pretender hacer un análisis último, valdría la pena que cada uno desde nuestra trinchera nos detengamos a mirar la cantidad de casos de mujeres que han sido vulneradas por el simple hecho de serlo; pensemos en qué medida somos participes de esa violencia alentándola, revictimizando, justificando agresores o juzgando a otras mujeres.
Ojalá que la exposición que han tenido los casos más recientes nos permita tomar acciones, politizarnos sin permitir que se haga de esto una lucha partidista y oportunista, que nos permita mirar los intereses que muchos de los medios tienen en sacar tajadas económicas a partir de la divulgación sin escrúpulos de imágenes y de información falsa, y que desde un acto puro de conciencia podamos darnos cuenta en donde estamos paradas. Ojalá que al fin podamos ponernos esas gafas violetas a las que desde hace tanto nos ha invitado el feminismo.