Editorial

ADMINISTRAR LA CRISIS.

#InPerfecciones
“La percepción social del “cambio” en México se encuentra asociada a la figura de la revolución, con todos los matices que ello implica.”

 

 

Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx

 

¿Como podríamos imaginarlo? ¿qué podría salir mal? Solo los “catastrofistas”, esos agoreros del desastre son partidarios amargados del mal logrado porvenir que se ve en el horizonte nacional, después de todo, la crisis económica ya estaba ahí mucho antes de que López Obrador accediera al poder, de modo que estrictamente no es su culpa, en eso podemos estar de acuerdo, y lo mismo podemos pensar de la crisis sanitaria, de seguridad, política y social, efectivamente hay un precedente negativo que es producto de la inercia propia de un sistema que obtiene los mejores dividendos administrando las crisis, y entonces ahí es donde encaja la figura del Presidente como un virtuoso administrador de crisis.

 

Pensando en el periodo neoliberal, los presidentes en México han sido todo menos presidentes, es decir, la empresa de administrar los intereses del capitalismo no necesita figuras emanadas del “pueblo” para dotarles de seguridad y derechos –aunque en el papel así lo diga-, lo que necesita el capitalismo son gerentes, eso explica las políticas de apertura económica consolidadas con tratados de libre comercio y las reformas en consecuencia con ese mecanismo para el óptimo funcionamiento del andamiaje neoliberal por todos conocido y sobre todo padecido, de modo que la figura jurídica del Presidente de la República es un mero formalismo; pero hablar del pasado, no significa que actualmente nos encontremos en una fase superior experimentando una mejora tangible derivada del arribo de la izquierda al poder, y claro está que nos enfrentamos al argumento de que aun es muy poco tiempo para solucionar toda la barbarie que significó el periodo neoliberal, de hecho, habría razón en el argumento si  la ruptura con el sistema hubiera sido radical, entonces si estaríamos hablando de cosas de una magnitud “inconmensurable” –parafraseando a López Gatell-.

 

La percepción social del “cambio” en México se encuentra asociada a la figura de la revolución, con todos los matices que ello implica, un estallido convulso que remueve las esferas de poder para instaurar modelos de gobierno que generalmente se posicionan ideológicamente utilizando la figura de la justicia para los oprimidos, ejemplos nos sobran, pero lo interesante es que pese a lo que la historia –oficial o no- señala, de lo que podemos estar seguros es que en cada cambio o revolución experimentada en México lo único que permaneció vigente fue que “los oprimidos” jamás llegaron al poder, el poder ha sido continuamente heredado de una élite a otra representadas todas por figuras populares y mediáticas que solo se han dedicado a administrar conflictos.

 

En aquel año 2000 cuando Vicente Fox llegó al poder, la figura del cambio se antojó esperanzadora por lo que representó terminar con la hegemonía priista, tristemente a lo único que acudimos fue al cambio de estafeta entre grupos políticos como parte de una gran farsa democrática que se extendió por doce años para rematar con el regreso del PRI al gobierno, situación que terminó por dar de si en el ejercicio electoral de 2018 donde la animadversión a la clase política quedó demostrada en las urnas, el resto de la historia la conocemos de sobra, lo interesante es que esa animadversión por la clase política y su crisis fue capitalizada por un muy experimentado gerente especializado en administrar conflictos; López Obrador ha sido gestor y protagonista de conflictos a través de toda su carrera política, emanado del PRI, posteriormente se dedicó a recorrer los caminos de la izquierda que utilizó como trampolín político aglutinando a las tribus más radicales de la izquierda, gestionando conflictos que fueron solapados por un lado y desdeñados por otro, al punto de conseguir llegar al poder, un poder que ha detentado de la única forma en que sabe conducirse, es decir, a través del conflicto; su movimiento de regeneración nacional terminó por convertirse en una secta que trabaja bajo el auspicio del poder, con todos los ingredientes necesarios para provocar una crisis en todos los ámbitos de la vida pública del país, estos ingredientes los conocemos de sobra, es la misma crisis económica, educativa, política, etc. 

 

Es necesario observar el tratamiento de la problemática en cualquier escenario en el que se despolitiza todo conflicto a través de la descalificación y paradójicamente politizándolo de vuelta con la narrativa que emana desde Palacio Nacional en la que abunda la evasión de toda responsabilidad con datos que literalmente se saca de la manga el Jefe del Ejecutivo como el índice de felicidad, bienestar o espiritualidad, inventando conceptos como el de la ciencia neoliberal, que no son más que artificios discursivos para continuar gestionando los conflictos como la falta de medicamentos y las nefastas políticas en materia de salud y seguridad responsabilizando a los adversarios del precario estado de las cosas, organizando rifas y conciertos de los que no entrega una sola cuenta clara. 

 

Si los problemas se agravan aparece otro show mediático, como los espectáculos masivos en el Zócalo capitalino por motivo de los 500 años de la caída de Tenochtitlan en plena tercer ola de contagios por covid-19, es decir, mucho circo para cubrir el déficit de resultados, justo como trabaja el capitalismo para disfrazar la alienación del pensamiento con mucha mercadotecnia, en el caso mexicano, mucha mercadotecnia transformadoramente conservadora que sigue generando pobres que tendrían que agradecer las dádivas de un Gobierno corrupto y criminal que le apuesta a la ignorancia que se capitaliza en las urnas.

 

Efectivamente, ¿qué podría salir mal?, esa pregunta no se la hace ni la izquierda ni la derecha en México porque estos dos anquilosados dinosaurios viven de la crisis, viven del conflicto y tienen a un maestro orquestando el caos desde la silla presidencial ¿qué podría salir mal? Evidentemente para la población, todo podría salir mal.

 

#InPerfecto