Editorial

EL SOLAPADOR.

#InPerfecciones
“La falsa moralidad con la que apuntala López Obrador su discurso pone sobre la mesa el cuestionamiento sobre la presencia del Ejército en las calles.”

 

 

Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx

 

El crimen organizado en México, no escatima, los grupos criminales se regodean frente a la política de “abrazos” del Gobierno Federal que se encuentra postrado ante la escalada de violencia con justificaciones dignas de una sátira de mal gusto, la cifra record de desaparecidos en México da cuenta no solo de la falta de seguridad sino  de la nula intención por atender un tema que lastima profundamente a la población civil con el estado de indefensión que se experimenta.

 

El humanismo falaz que expresa el Presidente López Obrador al señalar que también se cuida a los integrantes de crimen organizado argumentando que también son seres humanos representa una burla para todas las víctimas que claman por justicia en México, victimas que han visto su vida destrozada, víctimas que tienen que peregrinar en búsqueda de sus muertos o desaparecidos, victimas que se desdibujan frente a los discursos demagógicos que ofrecen investigaciones que se prolongan lastimosamente para terminar revictimizando a los afectados; pero el Presidente prefiere la cobarde popularidad a la eficacia en materia de justicia. 

 

La falsa moralidad con la que apuntala López Obrador su discurso pone sobre la mesa el cuestionamiento sobre la presencia del Ejército en las calles, si el sentido de su presencia es solo para realizar labores de patrullaje y posterior evasión a los enfrentamientos, no tiene ningún sentido que se encuentren desfilando para regocijo y complacencia de un Presidente que ha dejado muy claro que el pacto de simulación  para jugar a los “policías y ladrones” entre el Gobierno Federal y el Crimen Organizado ha de pasarle factura a la ciudadanía mediante una política del terror.

 

Las “moralinas” del Presidente son el absurdo más nauseabundo con el que se justifica el ridículo accionar de las fuerzas armadas, unas fuerzas armadas que se encuentran enfocadas en trabajos que si bien no representan algo indigno, si se encuentran sub utilizadas, por un lado construyen “monumentos-homenaje” al capricho y por otro lado se mantienen en un maratónico desfile al ridículo, ambos casos chocan con aquel discurso de sacar al ejército de las calles que una vez formó parte de la narrativa de campaña electoral, el nivel de servidumbre tanto al Presidente como al crimen organizado al que han descendido las fuerzas armadas es tan indigno que los secretarios de la Defensa y Marina se ven reducidos a enanos ayudantes de un López Obrador que los ocupa de parapeto para apuntalar una aparente política de seguridad en la que lo único que está seguro es el rampante estado de impunidad que han fomentado los campeones de la moralidad, tal forma de actuar, deja de manifiesto que cualquier clase de ilícito que la 4T lleve cabo, tendrá el salvoconducto del discurso Presidencial, ese discurso tan humano y tan solapador.  

 

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