#InPerfecciones
Pedir que se investigue hasta las últimas consecuencias caiga quien caiga, suena tan priista o tan neoliberal en boca del Presidente.
Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx
Resulta una pésima idea la de pretender justificar un acto de corrupción comparándolo con otro acto de corrupción, después de todo, en política no funciona eso de combatir fuego con fuego, el tamaño de una falta debe medirse con estricto apego a la ley, sin embargo en México a la corrupción se le agrega el romanticismo en un afán de descargo moral.
No es nuevo porque tenemos frases que enarbolan dicha práctica desde hace mucho tiempo ya, y tenemos ejemplos exquisitos acuñados con frases como : “el año de Hidalgo”, “el que no tranza no avanza”, “el PRI robaba pero dejaba robar”, y la más reciente “no eran sobornos, eran aportaciones”, frases que tienen una profunda carga moral que sintetiza un comportamiento conocido y pocas veces o nunca castigado, al menos para los integrantes de la clase política. De ahí ha ido permeando en la sociedad al grado de justificar o defender lo indefendible en materia de honradez en México.
De video escándalos, entrega irregular de recursos y linduras parecidas, desafortunadamente tenemos un amplio catálogo para revisar una y otra vez, pero sobre los implicados, su proceso y su castigo no. El Presidente señala atinadamente que la corrupción es lo que más daño le ha hecho al país, y, al menos en eso podemos estar de acuerdo con el mandatario -sería un insulto no admitirlo-, pero de eso a pretender cambiar la ecuación y redefinir o justificar un acto irregular es muy insultante.
Pedir que se investigue hasta las últimas consecuencias caiga quien caiga, suena tan priista o tan neoliberal en boca del Presidente, que, seguramente más de uno –incluido un servidor- tuvo un “flash back” político, sobre todo porque es una historia de la que conocemos el final, y dicho final puede tener dos vertientes, la exoneración –una- o la exoneración más la premiación –otra- del acusado injustamente por sus adversarios políticos.
Lo más patético del asunto radica en tratar de meter –con calzador- a fuerza un acto de corrupción a una narrativa que evoque una gesta heroica; se supone que en México existe todo un andamiaje legal dispuesto para evitar que actos irregulares empañen cualquier proceso electoral, ceñirse a la ley basta y sobra para estar en paz y no tener que exhibir una profunda ignorancia o un profundo cinismo.
Es tan mediocre la narrativa del Presidente que no deberá sorprendernos que llegue a declarar durante la pandemia de gripe española en México hubo más muertos y nadie le reclamó a las autoridades sanitarias de aquel momento. El Presidente que se jacta de ser moralmente superior resulto ser superiormente manipulador.