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Hoy quiero hablarte de otro lugar verdaderamente mágico, el cual despertará tu lado aventurero inevitablemente, el Parque Natural Basaseachic en Chihuahua, es sin duda alguno uno de los sitios donde yo encontré esa magia que nos hablaban de pequeños.
Román Sánchez.
turismo@inperfecto.com.mx
¡Quihubole! ¿Cómo estás? Te saludo a la distancia…
Larousse, define como mágico, a aquello que tiene cualidades que lo hacen muy atractivo y cautivador porque es extraordinario dentro de los de su género.
Hoy quiero hablarte de otro lugar verdaderamente mágico, el cual despertará tu lado aventurero inevitablemente, el Parque Natural Basaseachic (en su vocablo étnico) en Chihuahua, es sin duda alguno uno de los sitios donde yo encontré esa magia que nos hablaban de pequeños.
Para llegar allá tienes varias alternativas, puedes volar a Chihuahua capital o Ciudad Juárez y de allí trasladarte en camiones, ponte abusado, porque solo hay uno de ida y otro de venida. Ya en el pueblo de Basaseachic caminas o manejas unos 3 kilómetros hasta la reserva natural de Basaseachic, que es donde está la cascada permanente más alta de México.
El lugar cuenta con zonas de acampar entre los pinos oyamel, pero también hay cabañas a muy buen precio, algunas te brindan la primera carga de leña gratis si acaso lo visitas en temporada de frío, si vas en los meses de enero o febrero muy probablemente disfrutarás el bosque nevado. Yo fui en verano, que es cuando más agua lleva el río que alimenta la cascada. En la entrada al parque, venden artesanías propias del lugar, también alimentos como gorditas y burritos, allí mismo se te acercan guías para hacer los recorridos, es opcional, porque hay varios miradores a la cascada a medida que desciendes los 246 metros que mide. Ya estando abajo, hay otra cascada más pequeña donde te puedes refrescar, antes de caminar los últimos metros a donde cae el agua la mayor parte en forma de brisa.
De ese lugar no pude tomar fotos porque el equipo se te moja inevitablemente, pero, a cierta hora del día, los rayos del sol forman un arco iris en el que es posible pararte y sentir el poder de la naturaleza. Allí abajo, cae el agua, aunado al viento con una fuerza que desafía tu equilibrio. Después de esto, puedes caminar a los diferentes miradores y observarla en diferentes ángulos.
Necesitaras una buena condición física y agua, pues los senderos miden kilómetros, pero sí que valen la pena. Ya de regreso a la cabaña, en uno de los puestos podrás comprar una botellita de sotol, que es la bebida típica con alcohol de Chihuahua, allí mismo contacte a un guía que me llevara al vecino pueblo de Huajumar, que es donde está la cascada de piedra volada, una impresionante caída de 454 metros, la que solo puedes observar desde el otro extremo de la barranca de Candameña, puedes descender a ella, solo que te llevará varios días de caminata.
Mi guía, un descendiente de raramuris, previa oración a los espíritus protectores, iba corte y corte hongos comestibles por el bosque, me enseño cuales eran, cuales eran venenosos y cuales eran de viaje, como debías colectarlos, como debes trasladarlos y no impedir que sus esporas se queden atrapadas. Al final me hice su amigo y me invito a su casa, la cual que me recordó a la casa de mis abuelos, tenía su techo a dos aguas, su estufa de leña ya humeaba cuando llegamos, su señora madre ya tenía un caldo de gallina preparado, las tortillas de maíz recién hechas y frijoles con queso de sabor a pueblo: ¡comida de millonarios!
El corral delimitado por manzanos y maizales, más allá, membrillos, duraznos y albercoquis. Muchas casas están construidas de madera y de fondo, ese maravilloso marco de nieblas entre el bosque. Las gallinas cacarean interrumpiendo mínimamente la tranquilidad del lugar.
La aventura terminó al día siguiente, entre promesas a mí mismo de volver, con la llegada de un “raite” que me trasladaría al siguiente destino, una zona arqueológica allá mismo, en Chihuahua, pero esa te la cuento en quince días.
¡Hasta la próxima y buenos viajes!
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