#InPerfecciones
Para Mario Delgado el encargo de ser el puente entre la ciudadanía y el gobierno queda de lado al tildar de “traidores” a quienes pretendan criticar al Presidente. Es grave.
Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx
Una de las “glorias” que presume el discurso del Gobierno es la libertad de expresión, se alardea sobre el hecho de no perseguir a nadie por más dura que sea la crítica, de tal modo que lo cierto es que esto se ve reflejado en todos los espacios o medios electrónicos, radiofónicos, impresos etc. desde luego que hay declaraciones y denuncias muy fuertes que dan cuenta de todos esos pendientes que son pendientes eternos de esta y anteriores administraciones, jactarse de ello por “aguantar vara” es el sello del Gobierno del Presidente López Obrador.
En México tenemos un catálogo inmenso de señalamientos y reacciones derivadas de las opiniones que durante sexenios se han vertido en los medios, hemos pasado por la represión total y desmesurada para acallar la o las voces de quien emite una crítica hacia cualquier funcionario o personaje de gobierno que van desde las amenazas, golpizas, desapariciones, persecuciones jurídicas etc. también se ha pasado por la vergüenza de ser ignorado olímpicamente durante el tiempo necesario como para diluir una queja, sin embargo, el estilo con el que se pronuncia el Gobierno para hacer frente a las críticas dice mucho más entre líneas que en lo que de primera mano se ve.
La ideología y discurso de la 4T aparentemente da cabida a todas las formas de pensamiento –y por lo visto también de comportamiento- tiene aparentemente la apertura al diálogo y al debate de las ideas para argumentar un plan para llevar al país a ese lugar tan destacado con el que hemos “soñado” comenzando por el bienestar de la población. El discurso prioriza a los más desposeídos en muchos ámbitos, por obvias razones en un país donde la falta de oportunidades, bajo poder adquisitivo y escenas donde el drama de la pobreza recae sobre más de la mitad de la población, un discurso que ofrece devolver al pueblo lo robado por supuesto que llama poderosamente la atención y copta la intención del voto y la popularidad.
Desafortunadamente las buenas intenciones de reconciliar al país solo se quedan en el discurso, porque es imposible reconciliar a un país que se encuentra inmerso en la pobreza, la violencia, la ignorancia y la corrupción sin reducir la brecha socioeconómica, y si a todo esto le agregamos el ingrediente del fomento de la división ideológica –o coyuntura- es querer apagar la fogata con gasolina.
Adjetivos como neoliberales, conservadores, fifís, prianistas, borolas, etc. acuñados por el mismo Presidente para denostar a quienes le critican es la muestra clara de que no hay espacio para el debate y que la tolerancia para la crítica es nula a tal grado que la declaración del Coordinador del Grupo Parlamentario de MORENA en la Cámara de Diputados Mario Delgado Carrillo, que, en un afán de adornarse con la verborrea que le caracteriza ha dicho que “quienes piensen que saben más que AMLO, están cometiendo una traición histórica”, si, de ese tamaño es la intolerancia a la crítica que demuestran quienes se esgrimen como esbirros ideológicos del Presidente. Llamar traidores a los críticos del Gobierno es una señal muy peligrosa viniendo de un Diputado que ha olvidado que es el puente entre la voz de la ciudadanía y el Gobierno para ponerse totalmente en el opuesto y vender una ideología como la única forma de reconciliación, que, mediante el adoctrinamiento de quien aplauda todas las medidas –u ocurrencias- implementadas por el Presidente, se encontrará del lado correcto de la historia, y para los que disientan, el pago será el deshonor de la traición y todas esas tildes con las que se encuentra confrontada la población y que son un gran distractor de lo importante. Si bien el descontento generalizado hacia los gobiernos priistas o panistas conformó en su momento un frente no organizado, lo cierto es que la más insipiente luz de organización ciudadana se encuentra sepultada por la confrontación provocada por el mismo Presidente.
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