#Sexualidad
Esta es tu vida y seguimos hablando de en ocasiones reprimimos las fantasías sexuales.
Dr. Juan Manuel Carvajal Blancas
Psicoterapeuta Humanista
Contacto: 9512262913
juanmanuel.carvajal@inperfecto.com.mx
Hace algunos meses en Dii ini Na Teatro, planeábamos la puesta en escena dentro del género “Teatro Cabaret”, que por la pandemia, no fue posible presentarla en el tiempo deseado. Parte de nuestras tareas y formación actoral fue crear historias originales en torno a la temática que elegimos “El ser humano frente a la negación del placer sexual”.
Me niego a morir sin que esta historia que yo escribí, se conozca, y si no se pudo en teatro, que sea a través de mis letras. Es una historia que me parece buenísima, con un matiz de rebeldía, dignidad y libertad que será llevada, si nos alcanza la vida, al escenario de teatro algún día.
Les comparto esta faceta de mi, como escritor de historias, poco conocida.
DE DEMONIOS Y ORGASMOS…
Alma María Hermoso y Jorge Nitales se conocieron en un café del barrio del Artista en Puebla. Él, un caballero refinado, educado, fino escritor y poeta. Maestro de la escuela de Literatura hispánica de la Universidad Autónoma de Puebla y de otras Universidades. Fue educado con rigor y disciplina por su padre, un catedrático eminente, Doctor Honoris Causa y bienhechor social. Su madre amorosa, una mujer sumisa, frágil, con un apego profundo hacia su esposo, con quien iba a todos lados y quien siempre, hasta su muerte de él, dependió de sus cuidados.
A Jorge lo enviaron a las mejores escuelas Lasallistas, hasta el bachillerato y después estudió en la Ibero, donde obtuvo una Beca para estudiar en España y rodearse de escritores destacados y artistas de la talla de Plácido Domingo, Diego el Cigala. Presumía de haber convivido con Picasso, y se sentía orgulloso de haber visitado al mismísimo Eungenio Salvador Dalí en su excéntrico estudio.
Alma María era de una procedencia más modesta, crecida con el esfuerzo del trabajo de su padre militar, quien siempre procuró tenerla en casa, hasta los 18 años que se fue a la Universidad. Hija única, sobre protegida y mimada, con todos los lujos en casa, eso sí, sin contacto con la gente del Barrio de Analco donde ella creció. Su madre, temerosa del rigor militar y genio de los mil demonios de su enérgico esposo, jamás permitiría que su niña conviviera con la gente del barrio y por eso la mandó al Colegio religioso Esparza donde aprendió las ciencias, los oficios y también los evangelios.
Sin embargo Alma María, que había tenido en su tía Consuelo, a una aliada libre e inteligente y con quien convivió sus primeros años de vida hasta que la tía murió, recibió de ella las mejores historias de amoríos y amantes, de hombres seductores que acariciaban sus oídos de la adolescente, su clítoris aún virgen de sentir la caricia más íntima de un hombre; caricias imaginarias que mojaban su vulva cada que por las tardes, después de la comida, se le permitía a la jovencita Alma María visitarla en la casa de junto.
Fue así como en secreto, Alma María se construiría mundos fantásticos de erotismo, soñando con aquel intrépido mañoso que la tratara con el rigor de un canalla seductor y un Don Juan a la vez conquistador; ese sin vergüenza que le arrancara la ropa con sus dientes y los orgasmos con su lengua…
Pero conoció a sus 25 años a Jorge Nitales cuando ella, hermosa y plácida, leía una novela en el Café del Artista. Jorge se acercó y con esa fineza que le caracterizaba y su sonrisa torcida, seguro de ser el hombre apuesto que era, le preguntó a Alma María acerca de su lectura. Ella se sonrojó y le mintió diciéndole que leía a Jaime Sabines, para no parecer demasiado atrevida, liberal, frente a ese apuesto caballero
(Leía en realidad a Bukowski y “su máquina de follar “).
Fue entonces que sus pasiones de los dos se entrelazaron por la parte más engañosa: la intelectual y hablaron de libros, de viajes, de aventuras y de arte; de cultura y de historias; de tantos y tantos personajes memorables que entonces las tardes de café en el barrio del artista se hicieron cotidianas. Y se casaron.
Ninguna mujer en Puebla dudaría de la fortuna de Alma María que tenía por marido a un hombre inteligente, culto, próspero, acaudalado, además de un fino caballero que JAMÁS LE FALTARIA AL RESPETO A SU SEÑORA… Y fue ahí donde empezó el problema que desataría el caos de aquel aparente “perfecto matrimonio” de intachables tórtolos.
Alma María, empapada con las historia de antaño de su admirada y amada tía Consuelo, a quien consideraba como su bruja y su pitonisa, soñaba desde niña con desobedecer un día a su estricto padre militar.
En secreto, siendo ya una bella y sensual adolescente, fantasiaba con ser una prostituta, una ramera que se maquillaba hermosa, que fumaba y bebía con desconocidos barbajanes, uno diferente cada noche. Hombres rudos y tatuados a los que acababa de conocer en burdeles y con los que escapaba a recorrer la ciudad en moto hasta llegar al lago de Valsequillo, para después terminar la noche en un hotel de paso, siendo amarrada por ese barbaján y sometida como la puta que era, acariciada con ternura y con malicia a la vez de todas las formas dibujadas por su tierna, precoz e inquieta imaginación… al menos en sus sueños.
Quería en esos sueños en que terminaba mojada en deliciosos orgasmos, ser llamada “ramera”, “pervertida”, “hija de la chingada” y “puta…. putísimaaaa”; tenía la fantasía de que ese canalla de sus sueños, le lamiera el culo y la pepa, mientras la ponía en cuatro y le gritaba, lujurioso, que era su zorra, su putísimaaa, su Diosa. Y todas esas fantasías desquiciantes, delirantes, la seguían mojando y desacomodándole la existencia, ahora de casada.
Pero el Maestro Jorge Nitales de ninguna manera la trataría así y a ella le costaba un ovario siquiera insinuarle jugar al juego de su fantasía… ¡Vaya! Ni como imaginar decírselo a él, que la trataba con la delicadeza de una flor, como la dama intachable que era, como la mujer de buena cuna y noble hogar. Ella quería que él le dijera que era su “perra”, su zorra, su puta, que la tratara con rudeza, deseo y lujuria desbordados, como la chica mala que nunca fue. Quería que le jalara, su decente e intachable marido, de sus sueltos y hernosos cabellos, también vírgenes de unas fuertes manos masculinas, al tiempo que la penetrara por la espalda con rigor.
Deseaba con la desesperación de una gata en celo, que le chupara sus tetas, sus tiernos pezones hinchados de deseo y también su cuello; que la marcada para, al dia siguiente, recordar esa tremenda follada. Que le dijera él, con sus ojos desencajados y gimiendo de éxtasis, de locura por ella: “me encanta cogerte, como la bestia salvaje que soy, vieja puta”…. porque las palabras dulces y tiernas no le bastaban para alcanzar los orgasmos que las historias de su tía Consuelo y la fantasía de desobedecer a su padre, le arrancaban con los dedos.
Y llegó el día en que Alma María venció el límite de la fantasía y al fin, despues de muchas noches de no poder alcanzar un orgasmo con su Señor Nitales, le gritó en pleno acto sexual: “¡Anda c u l e r o , dime que soy tu p u t a, tu zorra, que deseas mi c u l o, que quieres que te mame la v e r g a y se te antoja comerte a lenguetazos mi papaya deliciosa, mi bizcocho ardiente hasta correrme en tu boca…” Él, con cara de espanto al escucharle hablar así, se levantó de inmediato del misionero que llevaba tanto tiempo haciéndolo, como el tiempo que de casados tenían y perdió de inmediato su erección… la miró asustado y enojado a la vez… de verdad estaba ofendido el hombre por tremenda afrenta que miraba en la mujer, en su flor, en su fina dama a la que con ternura amaba. ..
Y por un momento pensó que había enloquecido o que se había drogado. La cuestionó furioso preguntándole ¿quién la había tratado antes de esa manera? ¿Que si estaba viendo pornografía a escondidas? Que seguro esa amiga suya, la que trabaja en Coopel, era pésima influencia … y tantas cosas más con las que le acusó. “¿Como crees que te trataría yo como una p u t a, mujer bendita como mi Santa madre, si eres mi flor, mi mujer decente, mi rosa mística, mi Arca de la alianza y por eso es que yo te amo y me casé contigo…. no puedo tratarte así y no te permito que me lo vuelvas a pedir”, le dijo, rematando con un “¡Vístete y descansa!”
Esa noche, ella apenada se puso nuevamente el baby Doll que minutos antes él, con expresión de rareza, le había quitado. Lo había comprado ella especialmente para esa noche; se apenó con él, sintió pudor de su desnudez mal apreciada, y sintió aún mas pena de si misma, de estar con un hombre así y algo brillaba ya en sus ojos que era diferente. Se miro con dignidad al espejo y se fue a dormir a la habitación de junto. Al dia siguiente le pidió el divorcio, muy a pesar de las críticas sociales y de su propia familia, de dejar a un hombre tan decente, íntegro y próspero,, como lo era el Maestro Jorge Nitales.
Años después, Alma María conocería a Ramón, un albañil, estudiante de psicología al que miraba jugar en la liga de barrios de Bosques de San Sebastián y a quien lo acompañaba a tomar cerveza los domingos al final del partido.
– “El es un hombre trabajador, responsable, detallista, me respeta en la calle y con sus amigos y se atreve a nalguearme también cuando ellos están, como diciéndoles con ese ademán: “estas nalgas ricas son mías, cabrones…. ALV!”
“Es tierno, atento, amoroso y se transforma en una bestia a cualquier hora del día, sobre todo cuando lo invito a seducirme con el movimiento de mis caderas, cuando bailo una bachata frente a él; mis caderas que lo ponen todo idiota y le invitan a tomarme, a cogernos, mientras pronunciamos el lenguaje más vulgar y de nuestros labios salen las palabras más indecentes, para decirme que soy su puta, su diabla, su zorra a la que le encanta follar y glasearle su dona. Soy su lujuriosa ramera que le mama la verga hasta beberme su leche exquisita, tibia, nutritiva; él es mi Rey, mi pito delicioso, mi bestia salvaje que me marca sus manos rudas en mi piel, con las nalgadas exquisitas que en medio de la pasión me propina. Él es mi hombre…. el hombre amoroso que en la calle me toma de la mano y un vulgar en la cama a la hora de follarnos. Mi temperamental albañil, a quien le mojo bien rico su cucharota para que me cuaje con ternura y pasión, las entrañas…
A él, a la tía Consuelo y a mi valentía para mandar a la mierda a un hombre sin imaginación y sin libertad le debo mis orgasmos presentes y todos los que vienen….”