#InPerfecciones
Ofrecer esperanza es fácil, ofrecer estabilidad y legalidad también es fácil, después de todo ofrecer no empobrece, y ofrecer discursos lo único que gasta es saliva.
Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx
La historia de México parece circular, la condena de repetir los errores del pasado por desconocimiento o desdén de la historia pone al país una y otra vez en el escenario de la incertidumbre. El espejismo de la estabilidad en cualquier materia parece renovarse cada seis años cuando se reciclan discursos y posicionamientos políticos que encienden el ánimo de la población al escuchar palabras como justicia, progreso, seguridad, etc.
La crítica hacia la memoria selectiva de los políticos se ha ido acumulando a tal grado que hablar sobre corrupción, impunidad, injusticia, violencia, etc. termina por hacernos voltear a observar a la población que finalmente es quién elige –supuestamente- a los “profesionales de la política” para dirigir los destinos del país. Es cierto que una y otra vez se ha puesto sobre la mesa el fenómeno que por tradición señala la apatía por participar activamente en la política que tiene la población en México, esa apatía que se aleja del dialogo y la reflexión seria que permitiría estructurar desde la base una democracia activa y no expectante; y por activa no debe entenderse que votar es la única forma de ser activo políticamente.
Ofrecer esperanza es fácil, ofrecer estabilidad y legalidad también es fácil, después de todo ofrecer no empobrece, y ofrecer discursos lo único que gasta es saliva, sobre todo cuando el objetivo los discursos no es de índole formativa porque es más fácil mantener la ignorancia que resolverla, al igual que es más fácil institucionalizar la pobreza que resolverla, como la elevación a rango constitucional de los programas de asistencia social que ponen al Gobierno como ese ente “caritativo” que prefiere clientela política y no estabilidad económica para terminar con la desigualdad.
La exacerbada violencia que vive México va más allá del supuesto combate frontal al crimen organizado, la violencia ha permeado en prácticamente todos los aspectos de la vida cotidiana; violencia de género, violencia política, violencia económica, violencia en el discurso que se esgrime entre contrarios de ideología. El Gobierno de López Obrador ha pavimentado el camino por el que transita un discurso populista y sumamente polarizador considerando que es el más insultado de la historia y que nada tiene que ver con la transformación pacífica del país que solo ha sido un arrebato demagógico del Presidente.
Los errores del pasado se manifiestan con nuevos bríos, en efecto, suponemos que el priismo quedó enterrado, pero tenemos un partido en el Gobierno que tiene una formación priista de cepa, las fuerzas básicas del PRI se convirtieron en su momento en el PRD para “transmutar” en MORENA, y si, de entre toda esa runfla de “hermanitos políticos” se supone hay que elegir el año entrante. López Obrador no ha entendido que la mejor manera de legitimar su gestión no es gastando saliva, sino demostrando con resultados tangibles su trabajo, parlotear no es hacer política.