#InPerfecciones
La relación tóxica que tiene México con el priismo tiene tal arraigo, que ha generado una miopía política que ha llegado al grado del fanatismo.
Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx
El ensayo de la contienda electoral del año próximo visto el pasado fin de semana en Coahuila e Hidalgo resultó muy revelador, no solamente pone de vuelta en la escena política a un Partido Revolucionario Institucional que ha dado una bocanada de aire fresco para continuar con su preparación rumbo al 2021, tambien queda de manifiesto que el Movimiento de Regeneración Nacional no es nada si la imagen mediática de López Obrador no se encuentra cerca, sin embargo, el análisis debe ir un poco más allá de lo que representan estas dos fuerzas políticas aparentemente antagónicas.
Por un lado queda muy claro que si un partido tiene oficio para levantarse de sus cenizas en México, ese es el PRI, no podemos olvidar la contienda electoral del año 2000 cuando Vicente Fox logra capitalizar su imagen y discurso para sacar al PRI del poder después de 70 años bajo el asombro de propios y extraños, este efecto le alcanza a Felipe Calderón para llevarse la Presidencia en 2006, y la historia ya la conocemos ampliamente, ¿y quien se acordaba del PRI?, efectivamente, el Revolucionario Institucional descansó 12 años, trabajó tras bambalinas y regresó triunfal en 2012 con un hambre insaciable que en la figura de Enrique Peña Nieto tuvo a su elemento mediático más importante, sin embargo la voracidad del régimen priista de 2012 a 2018 fue tal que le abrió la puerta al candidato vitalicio de la izquierda más obstinado y nunca antes visto en la historia de México.
Finalmente la inercia de López Obrador y su Movimiento de Regeneración Nacional logra cierto consenso al arrasar en la contienda electoral de 2018; esperanza, el fin de la corrupción, primero los pobres, etc. logran tener la profundidad suficiente para concretar la victoria de un personaje y un grupo afín que aprovecha el efecto “Lopez Obrador” para conseguir la mayoría en ambas cámaras para apuntalar un proyecto de nación bautizado como Cuarta Transformación. Sin embargo, una cosa es ser “creativa oposición” y otra “ocurrente Gobierno”, si, la izquierda en México solamente es un cúmulo de ocurrencias que termina por implementar acciones muy de derecha.
La escuela priista realizó un trabajo magistral preparando a sus opositores de los años 90 y 2000 que en la búsqueda de saciar sus apetitos políticos se fueron refugiando en esos partidos de oposición muy aguerridos pero buenos para pactar con el poder y así conseguir una serie de prerrogativas políticas y económicas muy documentadas, para finalmente “transmutar” al llegar al Movimiento de Regeneración Nacional bajo el auspicio de la “mano santa” del líder moral y casi mártir López Obrador que da cátedra en materia de manejo de discursos populistas, nacionalistas y esperanzadores al puro estilo del priismo de los años 60 y 70.
La relación tóxica que tiene México con el priismo tiene tal arraigo, que ha generado una miopía política que ha llegado al grado del fanatismo que por un lado justifica los desvaríos de un esquizofrénico y por otro celebra la victoria del ícono de la corrupción y el abuso sin advertir que son hijos de la misma madre. Quienes detentan el poder en este momento son versiones más recalcitrantes de esos priistas de antaño, disfrazados de izquierda, dispuestos a lo que sea por conservar el poder, aunque eso dependa de parchar –literal y figuradamente- a la Constitución, dispuestos a confrontar ideológicamente a la sociedad civil. La clase política en México atiende al dicho de “la sangre llama”, por eso le es tan fácil implementar y justificar acciones tan parecidas al pasado, razón por la cual seguimos viendo elecciones poco claras, seguimos viendo corrupción, violencia, pobreza, etc.
La equivalencia política que guardan MORENA y el PRI parece descabellada por el efecto “lopezobradorista” que dota a Regeneración Nacional de una atmósfera que logra diluir su pasado “revolucionario institucional” y que sin tal efecto bien podría ser una pequeña sucursal de ese partido que se resiste a morir por la simple razón de ser parte de la nefasta tradición política que a la que se acude para castigar al hermano que peor se haya portado pero que sigue gozando de las mieles del poder. En Coahuila e Hidalgo el pasado domingo 18 de octubre, efectivamente no ganó MORENA, tampoco ganó el PRI, lo que ganó fue la miseria política.
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