Editorial

El costo de la nieve

#InPerfecciones
“A diferencia de cualquier diamante, el amor es para siempre”.

 

 

Pablo Ricardo Rivera Tejeda / @PabloRiveraRT
pricardo.rivera@gmail.com

 

Sobre la mesa se encuentra el periódico con su característico olor. Pareciera que con su mirada incita a su lectura, sobre todo, combinado con el aroma del café matutino que refleja la luz del sol que se ha colado por tu ventana. Los cláxones aun no se escuchan en la avenida principal; ¡vaya alivio en esta caótica ciudad!

 

Tomas tu plato con pan tostado y lo pones en la mesa mientras tomas asiento. Después, en la primera plana de las noticias lees párrafos que capturan la realidad para deleite de tus ojos.

 

–“Argentina ganó la Copa del Mundo… Messi es el mejor…” – se lee en primera plana. 

 

Después, una rutinaria dosis de cinismo se abre paso desde la boca del Presidente en su circo mañanero. Finalmente, quedas algo sorprendido por la noticia que involucra el intento de asesinato a Ciro Gómez Leyva, que si bien fue un acontecimiento categóricamente reprochable, fue atendido por el mismísimo Omar García Harfuch, mientras que las demás víctimas que no gozan de fama son dejadas a su suerte. En resumen, obtienes una probadita de lo que es el “día a día mexicano”. 

 

A punto de entrar en una especie de abismo chilango, que involucra acabar de arreglarte y salir al trabajo mientras paseas por Insurgentes o Reforma, algo frente a ti te hace parar. Miras detenidamente por la ventana y observas algunas luces rojas, otras blancas, y por último, en el portón de la casa vecina; un bonito inflable navideño te saluda alegremente. 

 

Así es, por un momento, el huracán de sucesos cede ante la magia de las fechas invernales. A pesar del frío que tienes, te basta con una bufanda para sentirte cómodo. ¡Nada puede salir mal! En un par de días será la cena navideña, verás a tu familia, tendrás una cena de lo mejor, y claro, los regalos serán ese elemento que tanto ansías. ¡Pero qué importa lo material!, lo más importante es el amor y las personas –jeje, ni tú te lo crees–.

 

En tu camino al último día de trabajo te topas con todo tipo de decoraciones navideñas, unas muy ingeniosas y otras no tanto, empero, todas son agradables. Aun así, no vas a estar tranquilo hasta haber conseguido el regalo de los demás invitados: a tu amigo ya le compraste la loción, a tu hermano la sudadera, pero tu hermana y tu tía… ¡vaya que es una ciencia adivinar los gustos de las personas!

 

Mientras pagas la pantalla que te “regalarás a ti mismo”, algo dentro tu corazón se siente extraño. La sangre que corre por tus venas, acelerada por los latidos de tu corazón, adquiere una consistencia espesa y viscosa, y en un abrir y cerrar de ojos, tu humanidad desaparece. Tu ropa cae al suelo y tú te desvaneces. Al final, si te asomas al montón de ropa tirado, verás una etiqueta en la que se lee: “ahora tu vida también tiene precio”. 

 

Querido lector, bien sabes que no es común que relate cosas ficcionales en estos espacios, sin embargo, me pareció una buena idea ilustrar el mensaje que te quiero contar a través de mi descabellado relato.

 

Para mí, Navidad es una de mis festividades predilectas, siendo que no hay cosa que me emocione más que un árbol navideño bien decorado y un oso polar blanco como la nieve. No obstante, creo que hoy en día la Navidad ha adquirido un significado completamente distinto al original. Es claro que los anuncios de Coca-Cola y de Santa Claus son parte de un inefable diciembre, pero, ¿de verdad será lo más importante de estas fechas?

 

Lo material ha opacado a lo humano. Los envoltorios pomposos han hecho que donde no haya moño, no haya felicidad. Entonces, ¿qué nos hacer ser humanos si no es la capacidad de amar, contemplar y crear, viendo en lo ordinario, lo extraordinario?

 

Ante el complejo escenario que tenemos de frente, ¿por qué no hacer una cosa? Hagamos de esta Navidad una para recordar, no por la comida o los obsequios, sino porque preferimos vivir que depender de algo tan efímero como lo material. Abraza a las personas con las que convives en momentos tan especiales donde rememoramos la unidad, la fe y el perdón. Involúcrate en las actividades grupales y sé generoso con tu calidez, pues esa es la única forma en la que la Navidad cobra un sentido trascendente que sobrepasa lo fugaz. 

 

Cuando salgas por un helado con tus padres, tu pareja, tu hermana o cualquier otra persona, no te fijes en el sabor de la nieve, sino en cómo puedes tú endulzarle ese momento a los demás. Intenta tomar a la persona como fin y no como medio, tal como diría Kant en su segundo imperativo categórico. 

 

Sé feliz, disfruta y haz que el verdadero regalo sea una nefelibata eudemonía que no dimane del consumismo, sino de lo más profundo de tu corazón.

 

Evita el rencor, la pena y el resentimiento buscando luz en los demás. Respira y percibe la rapidez del tiempo admirando su belleza. Vive, en estas fechas, aquello de lo que no te arrepentirás, y deja de lado, al menos por un momento, el costo de existir.

 

Sin más, te deseo una feliz Navidad rodeado de tu familia y de las personas que amas, pues a diferencia de cualquier diamante, el amor es para siempre. 

 

¡Un fuerte abrazo y muchas felicidades!

 

#InPerfecto