Editorial

La chusma 

#InPerfecciones
Soy de los más marginales, aprendimos a nadar en los canales
Juego con la tierra, juego con la calle
Yo no me enfermo y nunca tomo antigripales. –Evelyn Cornejo

 

 

Alejandra Rivero / @a.n.dra._
rale1706@gmail.com

 

Los vagones del metro reciben a varias personas, es difícil imaginar una ciudad tan grande sin este transporte naranja, en el cual viaja basura, gargajos, aromas, comida, sudor, dulces, costales, cajas, perros, lodo, agua, polvo y millones de historias. Tan normal y cotidiano viajar en hora pico, con aquellos godinez, trabajadores informales, vagoneros, policías que te corren por esperar, nenis buscando entregar, pareciera que vamos dentro de un hormiguero, tan rápido que apenas observamos, escuchamos o comprendemos un poco de todo aquello que se engloba en el metro. 

Cuando pensaba en el metro solo podía remontarme a aquellos momentos en los que he sido acosada, conversaciones ajenas, risas escandalosas, policías pidiéndome que me vaya porque ya espere mucho rato y obstruyo el orden del caos. No sé de calles, no sé cómo llegar a muchos lugares, sin embargo, conozco el metro, el largo de sus transbordes, sus múltiples aromas, ya sean agradables como el transborde de la raza con aroma a palomitas o el tétrico aroma de revolución a orines. 

Vamos y venimos con la misma rapidez a la que corren nuestros sueños, anhelos, o aquellas cosas que nos dan un poquito más de ganas de salir al mundo. Cuestionando mi privilegio de ser una morra que aún no se enfrenta a trabajar para sobrevivir, me doy el lujo de jugar a la altruista, comprar dulces a aquellos que apenas sabemos de su existencia, los estigmatizados, los desterrados y aquellos que se miran con desprecio; sucios, a veces sin seguir la lógica de la ciudad, buscando donde hacerse un hogar. Los que pasan desapercibidos, los nacos que escuchan cumbias en un camión en el que se esconden celulares. 

Son las 11:00pm y estoy perdida entre las miles de historias que no puedo contar y que tampoco comprendo, historias que se duermen en un tubo lleno de gérmenes a los que todos les temen, mujeres cargando a sus hijos en la espalda mientras gritan productos que tal vez no sean útiles, 2×10, ligas a $5 pesos, espejos, carcasas, cubre bocas a $10, raperos que improvisan, vagoneros arrestados. Me pregunte si es más crimen vender en un espacio público y evadir impuestos a ir acosando chicas y grabarlas para subirlas a alguna página pornográfica sin su consentimiento, aquellos que deciden usar el celular para grabar debajo de una falda. Y no sé cuál es la respuesta, porque parece que aquellos que merecen la cárcel son aquellos que van de vagón en vagón vendiendo. 

Son las 11:30pm y salimos corriendo con la esperanza de alcanzar el metro cruzando el transborde de la raza. (¡Corre, corre, aun no son las doce!) solo puedo pensar en correr, mientras un chico reparte gel con su ¿novia? Cargan un bebé que al igual que ellos se ve taaaaan cansado que solo necesitan llegar a su casa en donde quiera que este, donde sea que duermen. La ciudad y el metro albergan a aquellos que no saben a dónde ir y sin juzgar lleva a personajes de traje que huelen a loción, los reconocidos, trabajadores, también explotados, pero con mayores méritos. Huelen bien, se ven bien, seguro trabajan en un lugar bien, edificios bien, trajes bien. 

Son las 12:20 am, tendría miedo si viajara sola, tendría miedo sobre mi vida. En el paradero de indios verdes tomo el camión acompañada, sujetan mi mano mientras esquivamos gente para alcanzar a subir, busco dinero en la mochila, cambio, algunas monedas. En el camión suena una cumbia a buen volumen para ser las 12:35am, viajo con los miserables, los invisibles, la otra parte de la ciudad que no duerme temprano y babea en el camión porque el cuerpo no responde. 

La banda machos arranca con me llamo Raquel, mientras suena esta cumbia hay un payaso de peluca morada, sombrero azul, cara blanca, una sonrisa azul con blanco, los labios agrietados de hablar tanto, nariz roja y sombras azules con verde, zapatos grandes recitándole poesía a su compañera, tocándola con cariño y sonriéndose cómplices del viaje.

Son las 12:51am llegue a casa, estoy, bien, apreté el paso, mire a mi alrededor, no hable con extraños, no hubo desviaciones, llegue acompañada, estoy en casa, siento tanta hambre que mis manos tiemblan, tiraron mis papitas de $6 pesos y mi agua, debía consumir cerveza de $75, pero si pago la cerveza, no tengo para llegar a casa…

 

#InPerfecta