Editorial

VIOLENCIA DE ESTADO.

#InPerfecciones
“El uso faccioso del poder en contra de la crítica periodística, ha sepultado el ofrecimiento de reconciliación que López Obrador una vez puso sobre la mesa.”

 

 

Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx

 

La “República amorosa”, ha muerto, aunque después de todo es muy probable que nunca haya visto la luz, recordemos que al calor de las campañas electorales se dicen muchas cosas, sobre todo frases que buscan la simpatía de los electores, frases que no necesariamente habrán de concretarse, ya sea porque es imposible o porque simplemente nunca hubo la voluntad de cumplirlas, en ese aspecto no hay mucho que añadir porque es tradición que lo que ofrece un político no se cumpla.

 

El caso es que la reconciliación del país basada en la República amorosa simplemente se desdibujó; es cierto que cada quién entiende el amor según la experiencia que le toca, y, probablemente, López Obrador tenga un concepto un poco retorcido del amor, algo más tendiente al trastorno límite de personalidad, aspecto que justificaría su falta de control emocional que deriva en los bandazos de incongruencia discursiva, es decir, el señor habla mucho de amor, paz, reconciliación, regeneración, etc. pero sus reacciones son diametralmente opuestas; constantemente dedica tanto tiempo a polarizar la narrativa, que, no es posible establecer si es amor o es resentimiento lo que impulsa al Presidente a comportarse de esa manera.

 

El uso faccioso del poder en contra de la crítica periodística, ha sepultado el ofrecimiento de reconciliación que López Obrador puso sobre la mesa como  parte de su plataforma de Gobierno, la revancha, es la cara que muestra el Jefe del Ejecutivo para cobrar factura por los descalabros propinados por los escándalos generados por las investigaciones periodísticas que han visto la luz de manera regular durante su administración, poco a poco la beligerancia del discurso presidencial ha ido en escalada, cada vez más queda de manifiesto la intolerancia que tiene el Presidente a la crítica y los señalamientos o investigaciones que han desmantelado poco a poco el discurso de la superioridad moral y de la “cruzada” contra la corrupción y como el Presidente es incapaz de admitir un error en público, prefiere minimizar, ironizar, desviar, acusar de manera infundada o de vote pronto, y últimamente esa intolerancia lo ha revelado como ese personaje oscuro e iracundo que no puede manejar ni superar un complejo de inferioridad que lo limita y lo exhibe.

 

López Obrador ha declarado en múltiples ocasiones que nos encontramos en un tiempo de definiciones, y como hay que predicar con el ejemplo, el Presidente se ha decantado por mostrar un rostro más agreste en contra de quién considera opositor o adversario si se le ocurre cuestionar –o golpear según el- a su Cuarta Transformación, o sea que, es el Presidente el que pide que todos se definan pero es el quién termina definiendo a todos a su alrededor sean buenos, sabios, malos, opositores o golpeadores, mostrando que en esa sintomatología de embriaguez de poder la única voz que escucha es la suya.

 

La violencia de Estado que se ejerce desde Palacio Nacional, ha permeado en todos los ámbitos de la vida del país, la política de estado se encuentra coptada por un personaje que fomenta la violación del estado de derecho para apuntalar un régimen que estigmatiza la conciencia crítica, el nacionalismo exacerbado ha fomentado al fanatismo más recalcitrante que se atreve a señalar como traidores al país y al Presidente a los que  señalan los desatinos del Gobierno, un Gobierno que ha fomentado el avance de la delincuencia organizada que mantiene en estado de sitio a la población que tiene que lidiar con masacres, desaparecidos, robo a mano armada, despojos, violaciones y extorciones; sumado a este escenario tenemos una política internacional tan “sui generis”, que parece más un “novelón” donde el argumento principal transita por el enfermizo “ni contigo ni sin ti”. 

 

La vida pública del país se encuentra muy lejos de ese bienestar y sobre todo de esa pacificación con la que tanto se llena la boca el Presidente, la normalización de la violencia, la precarización de la vida, la crisis económica, el bajo nivel educativo y el raquítico sistema de salud, para el Presiente no existen, la demagogia, la división y el linchamiento de la crítica ocupan todos y cada uno de los discursos que López Obrador y su séquito de cómplices corean y justifican. 

 

La contradicción abunda en la administración de López Obrador, el discurso de la austeridad se encuentra en franca descomposición, motivo por el cual, el Presidente ha elegido el camino de la distracción y la represión de baja intensidad, que el estado implementa para ocultar una realidad que no se parece nada a lo ofrecido una y otra vez en campaña, y claro está que esto nos hace recordar los años dorados del priismo en México, sin embargo, lo que ha quedado muy claro es que la política de Gobierno ha entrado en una espiral, que, de cara a lo que resta del sexenio, será de persecución política, de revancha y de terror, la Cuarta Transformación no es otra cosa que el asedio del estado de derecho y de la libertad de expresión, lo que viene, no será democracia, lo que viene será el tiempo de la “caprichocracia” y de la “corruptocracia”

 

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