Editorial

Omitir el crédito de las mujeres

#InPerfecciones
¿Por qué debe importarnos recibir el crédito por nuestros logros? ¿Por qué debemos alzar la voz y reclamar el reconocimiento cuando nos lo niegan?

 

 

Karla Soledad / @kasoledad
k28soledad@gmail.com

Uno de los principales descubrimientos que me ha dejado el feminismo es la falta de reconocimiento de la sociedad hacia los logros de las mujeres. Se trata de una pequeña parte dentro de una gran conversación que involucra el concepto de la invisibilización y el borrado de las mujeres en la historia.

Seguro mientras lees “borrado de mujeres” te imaginas todos los argumentos con bases transfóbicas que se han generado usando este concepto como escudo. Para el caso de esta columna dejaremos ese tema de lado y lo guardaremos para una lectura posterior. En esta columna nos referimos a la invisibilización y borrado de mujeres como la práctica de no darles el crédito por aquello que logran.

¿Alguna vez te ha pasado que en tu trabajo consigues un logro importante y alguien más se lleva el crédito? ¿Alguna vez en un proyecto escolar otra persona -en específico un hombre- se ha apropiado de tu idea? ¿Te ha pasado que has acompañado a un hombre en un proyecto y al terminarlo no recibes ninguna mención ni reconocimiento por tu contribución?

La pregunta central es en realidad: ¿por qué debe importarnos recibir el crédito por nuestros logros? ¿por qué debemos alzar la voz y reclamar el reconocimiento cuando nos lo niegan? ¿qué diferencia hace recibir -o no- un reconocimiento externo?

Elida Aponte, investigadora de la Universidad del Zulia en Venezuela, explica en su texto “Nuestra invisibilidad en la historiografía nacional” la diferencia entre Historia e Historiografía. La Historia son los acontecimientos del pasado, mientras que la Historiografía se refiere a la narrativa de la historia. Las mujeres siempre han sido parte de la historia del mundo, pero han sido excluidas de la narrativa a causa de una historiografía preponderantemente androcéntrica, es decir, que pone al hombre en el centro de las cosas y como punto de referencia.

Esto afecta tanto en las historias que escuchamos, como en los protagonistas que conocemos y los narradores que nos cuentan los hechos del pasado. Es así como acuñamos expresiones y conceptos machistas como “Los padres de la ciencia” o “Los padres de la patria” o “La rotonda de los hombres ilustres”. Y es así como nos damos cuenta que en nuestra formación académica hemos escuchado año tras año profesores hombres enseñándonos los libros de autores hombres que a su vez hablan de las grandes hazañas de otros hombres.

Hace poco escuché el episodio del podcast Históricas, que ponía un ejemplo concreto de esto con un personaje histórico que en México conocemos casi nomás por su nombre: Josefa Ortiz de Domínguez. En la escuela solo nos dicen que fue ella quien anunció que los españoles habían descubierto los planes de conspiración. Poco sabemos que Josefa pasó tres años en la cárcel y rechazó el puesto en la corte que Iturbide le ofreció cuando se proclamó gobernador. Aún cuando es una de las grandes heroínas de nuestra historia, pequeño es el reconocimiento que le damos.

Omitir el crédito de las mujeres es una práctica machista perpetuada por hombres que se benefician de nuestro trabajo. Omitir el crédito de las mujeres es una violencia común que se ha normalizado en diferentes esferas del espacio público. Omitir el crédito de las mujeres significa decir verdades a medias. Omitir el crédito de las mujeres es continuar la cadena de opresión sobre un grupo que históricamente ha sido menospreciado, maltratado y desplazado.

Recuerdo la última vez que un hombre se llevó el reconocimiento por algo que yo hice. Recuerdo mi enojo al mirar su celebración sin darme ningún crédito. Recuerdo a todos los que lo felicitaron sin mencionarme como la persona que hizo el proyecto posible. Recuerdo ver su publicación en redes sociales en donde celebraba su gran logro sin etiquetarme en sus agradecimientos.

La trampa del patriarcado es enloquecernos en sus dobles estándares: debemos ser líderes, pero humildes. Debemos ser trabajadoras, pero calladas. Debemos ser ambiciosas, pero no tanto. Por ello… En un sistema que nos pasa por encima, atrevámonos a reclamar el reconocimiento por nuestros esfuerzos. En una sociedad que menosprecia nuestro trabajo, tengamos la valentía de celebrar nuestros logros. En una narrativa que omite nuestros nombres, llenémonos de confianza para escribirlos nosotras mismas.

#Inperfecta

Fotografía de Bettina Franco