Editorial

8M Nosotras en las calles

#InPerfecciones
“Las claves para una lucha siguen siendo fantasmas para la sociedad por ello se ha de entender como una lucha en conjunto, más como un esfuerzo prolongado en el tiempo.”

 

 

Fuimos Todas / El 8M a distintas voces.

“Yo diría que el 8 m pasó de ser bombones y discursos bonitos a una protesta, que nos hace replantearnos el cómo nos relacionamos y cómo nos miramos a nosotras mismas y nos apropiamos del espacio y es un sentimiento bien bonito el que puedas salir a la calle sin miedo y bien protegida por otras. Así que diría que es un día en el que nos permiten ser y estar, pero que esperamos que puedan ser todos los días y no solo el 8 M.”

 

 – Alejandra Rivero

 

 

“Que sirva para que vean que no queremos su opinión. Que ya no vamos a pedir las cosas por favor, si no entienden que es el respeto que se atengan a las consecuencias porque vamos a quemarlo todo si nos siguen matando.”

 

– Anónima.

 

 

“Este día me ha enseñado a no competir y a estar juntas, además de darme fuerza y revolucionar mis ideas.”

 

– Anónima.

 

 

“Creo que son las 24 horas más libres desde la visión de la mujer, no quiero decir que es el día en el que nos sentimos poderosas porque ya lo somos, es más un día en donde podemos repudiar la violencia y pedir por la igualdad de género. 

 

Lamentablemente seguimos sin tener políticas públicas que garanticen la no repetición de la violencia sexual y de género. Pero ojalá un día, los periódicos publiquen alguna de estas noticias:

 

-Ninguna mujer asesinada.

 

-Se prohíbe la esterilización forzada.

 

-Penas graves para casos de violencia machista.

 

La realidad muestra que la mujer tiene que luchar día a día, y no siempre en igualdad de condiciones sino en los diferentes ámbitos vitales. 

 

De igual forma, las claves para una lucha siguen siendo fantasmas para la sociedad por ello se ha de entender como una lucha en conjunto, más como un esfuerzo prolongado en el tiempo. Así, se entendería más como que el ser feminista implica tomar conciencia de la desigualdad social que afecta a las mujeres y actuar para cambiarlo, y no una mujer que raya monumentos como rebeldía.”

 

-Anónima.

 

 

“Si alguien me pidiera describir mi infancia en una sola palabra, aquella en la que tuviera que reducir gran parte de mis experiencias como niña dentro de una familia mexicana tradicional, sería impotencia. Este sentimiento nació en momentos fundamentales de mi niñez, los cuales varían entre la obligación de realizar actividades que sólo le corresponden a las mujeres y una sutil prohibición de levantar la voz en contra de las injusticias que veía en mi propio círculo familiar, siendo esta última la más importante para mí.

Al crecer dentro de un ambiente machista fue complicado observar a las mujeres de mi familia manifestarse en contra de lo impuesto y oponerse a aquella imagen de esposa obediente y al discurso de madre comprensiva y amorosa que tantas veces fue expresado y defendido por mi abuela. Durante muchos años frases como «una esposa debe respetar a su marido, aunque éste no la respete», «una esposa debe cuidar el apellido de su marido» o «la mujer debe dedicarse a su marido y al cuidado de sus hijos» fueron repetidas por mis tías, mi madre y mis abuelas e inculcadas a mis primas, mis hermanas y a mí, convencidas que lo que nos enseñaban e intentaban imponer nos beneficiaría en algún momento de nuestras vidas. Lamentablemente no se daban cuenta que el mensaje que transmitían legitimaba la violencia a las mujeres, daba el paso para que los hombres de mi familia nos humillaran y violentaran, así como a todas las mujeres con las que en algún momento llegarían a relacionarse.

En varias ocasiones me pregunté por qué mis primos tenían permitido expresarse de mí o de mis hermanas de una manera tan ofensiva sin que se les llamara la atención, pero cuando yo decidía levantar la voz recibía más regaños de los que ellos llegaron a tener en toda su vida. ¿Por qué era mal visto que una niña de seis años se defendiera ante comentarios como “eres una teibolera”, provenientes de sus primos, quienes eran más grandes que ella? Este evento, así como muchos otros me demostraron que no tenía permitido levantar la voz en mi familia y lo único que podía hacer era resignarme a ello, pues lo que no quería era recibir llamadas de atención y malos tratos de mi familia, sin embargo la impotencia jamás me abandonó.

Con el paso de los años y gracias a las enseñanzas de muchas profesoras con las que compartí clases en diversos niveles educativos, comprendí que quedarme callada ante las injusticias que percibía en mi propia familia no me beneficiaba en ningún sentido; entendí que al aceptar las acciones dañinas de los varones de mi familia sólo me afectaba a mí y si estaba tan cansada de los abusos y las humillaciones perpetradas por ellos era necesario que actuara pronto.

Por muchos años consideré que mis hermanas, mis primas y yo fuimos las víctimas de mujeres perversas, pensé que mis tías y mi abuela estaban locas al dejar que sus parejas las humillaran, no comprendía por qué no se movilizaban y se mostraban en contra de la violencia que sus hijos ejercían sobre ellas, cuando en realidad la que no asimilaba y entendía su situación era yo. Jamás me puse a pensar que mi madre y mi abuela -así como mis tías- tuvieron que vivir con la idea que no importaba lo que sucediera, lo que ellas debían hacer era ser fieles a sus maridos y sus hijos. Dejé de verlas como seres malvados para comprender quiénes eran en realidad, víctimas de un sistema que frecuentemente las atentaba y que permitía que los hombres se salieran con la suya.

A pesar de los constantes ataques de los varones de la familia P. (para no mencionar mi apellido completo), los cuales provienen de una total ignorancia y arrogancia, estos han sido mis motores para continuar con mi lucha. Aunque en varias ocasiones sus burlas e insultos llegaron a destruir mi espíritu, en un día como este (8 de marzo) recuerdo que no sólo estoy luchando por mí o por las millones de mujeres en el país; estoy luchando por mi madre, por mis tías, por mis abuelas y mis hermanas, porque no quiero que vuelvan a atravesar por situaciones similares, aquellas que las lastimaron y dejaron una huella difícil de sanar.

El 8 de marzo se ha convertido para mí en una fecha muy significativa, esta lucha que une a millones de mujeres alrededor del mundo me recuerda que puedo enfrentarme a quien sea y a lo que sea; el 8 de marzo me recuerda que mi voz sí es importante y que merece ser escuchada, que no sólo hablo por mí sino por las mujeres de mi familia quienes aún se encuentran temerosas de alzar la voz para ponerle fin a la violencia de la que fueron víctimas toda su vida.

Hasta el día que ellas decidan unirse, mi voz será su voz.”

– Ivette Juárez

 

 

“Es un día en que me siento con seguridad de ser yo, de poder moverme, porque voy acompañada de muchas que me entienden y comparten lo que siento. A partir de este día me gusta pensar que un día podrán ser así todos nuestros días. Y que este día sólo quede como un mal recuerdo de una época horrible.”

 

– Anónima.

 

 

“Es un día en que el hambre de justicia se llena.”

 

– Anónima.

 

 

“Para mí, el 8 M es un día de empoderamiento para recordar y hablar por mis hermanas que ya no pueden hacerlo.” 

 

– Saraí Saavedra 

 

 

“Desde que entiendo el significado de ese día, me siento acompañada. Ya no me siento sola, porque todas somos parte y nos sentimos parte de algo más. Nos pertenecemos.”

 

– Anónima.

 

 

“Queremos que vean nuestra fuerza, estamos juntas y ya no nos vamos a callar. Si tocan a una, nos tocan a todas.”

 

– Anónima.

 

 

“El 8 de marzo es una manera de alzar la voz por todas las mujeres que aún no pueden hacerlo por ellas mismas, y también por las que han sido silenciadas.

Este día es muy simbólico pues, para mí, es una manera de luchar.”

 

– Karen Hernández 

 

 

“El 8M les recordamos todo lo que han hecho y les arrebatamos el espacio que por deuda histórica nos deben. La violencia machista se acabó, los vamos a tirar.”

 

– Anónima.

 

 

“Me ha costado mucho entender ese día, en general el feminismo y es difícil cambiar cosas con las que todas crecimos. Pero ahora veo cosas que antes no y eso me ha dado mucha fuerza, me da ganas de seguir luchando, aunque a veces no sepa cómo. Con mis hermanas.”

 

– Anónima.

 

 

“Este día me ha unido mucho con mis hermanas y con mi mamá. Ahora estamos más juntas que antes y ya no tenemos miedo.”

 

– Anónima.

 

 

“Crecí viendo a mi madre y a mí tía trabajar, una como maestra y otra como médico, pero cuando me preguntaban qué quería ser de grande, yo respondía: astronauta como Neil Armstrong,  arqueóloga como Indiana Jones, historiadora como Erick Hobsbawn, escritora como Michael Ende y a  mis 18 años, cineasta como Tim Burton. Sin duda, mi universo estaba reducido a nombres masculinos y yo no podía evitar pensarme a partir de ellos, aunque claro, eso solo quedaba en la ensoñación, pues en mi condición de mujer, yo no cuento con ninguno de sus privilegios. 

 

Poco conocía de mujeres astronautas, arqueólogas, historiadoras o cineastas. A decir verdad, solo sabía de ellas cuando eran premiadas o protagonistas de un escándalo, poco sabía de sus vidas, ya que las ovaciones se centraban en lo que habían logrado sin ser hombre. Es claro, a las mujeres se nos asume como invasoras de los espacios masculinos, Por ello, para una chiquilla, aquellos espacios parecían ajenos e inalcanzables. 

 

Es verdad, me gusta ser mujer, pero me avergonzaba mi cuerpo, mi busto pequeño, mi vello corporal y mi piel con estrías. Me gusta ser mujer, pero me da miedo salir a la calle con mi ropa preferida. Me gusta ser mujer, pero me duele saber que solo me ven como un objeto al cual penetrar. Me gusta ser mujer pero odio leer a diario noticias de feminicidios.

 

Constantemente me sentía rota, enojada, desanimada. Pero pronto comprendí que no era la única que sentía aquella punzada dolorosa, habían cientos de mujeres que sentían, vivían y soportaban el dolor que trae consigo el patriarcado. 

 

Simón de Beauvoir, al igual que Virginia Woolf, Rosario Castellanos, Gabriela Mistral, Lauren Oliver, Marcela Lagarde, y muchas otras decidieron convertir su dolor e inconformidad en palabras de protesta y por qué no de poesía. Algunas otras, decidieron expresarlo escribiendo historias con protagonista como Ane con una e o Beth Harmon, o bien, dirigiendo películas como lo hicieron Sofía Coppola, Agnès Varda o Isabel Coixet. Otras más decidieron plasmar su sentir en pinturas como las que realizó Nahui Ollin o Leonora Carrington. Algunas lo expresaron en fotos como Isabel Allende, mientras que otras bailan, cantan, diseñan, lideran, crean, construyen, curan, marchan.

 

Por siglos, nos han ocultado sus voces, las intentaron silenciar y nos enseñaron a buscarlas en ellos, anhelando ser idénticas a su sexo. Su opresión nos ha matado, en cuerpo y en alma, pero olvidan que resistimos, para autonarrarnos, para arroparnos y para luchar en contra del sistema que nos ha hecho sentir que nuestra voz no tiene lugar en este mundo patriarcal.

 

A algunas, las han convertido en brujas, en locas, en santas o en putas. Pero todas son mujeres, algunas son amigas, hermanas, compañeras, madres, abuelas, tías o primas, quiénes diariamente experimentan el mismo hartazgo. Son mujeres que incendian el mundo.”

 

– FancyNancy Ponce

 

 

“Ese día me siento fuerte. Ese día me doy cuenta de que soy fuerte y juntas somos más fuertes que los machos.”

 

– Anónima.

 

 

“Me dan ganas de hablar y gritar todo lo que nos hacen todos los días. Hacer que otras morras vean que no están solas y que juntas somos más fuertes. Quiero gritar por las que ya no están, por las que todavía no pueden.

Que vean que no están solas y que nos sintamos fuertes todas.”

 

– Anónima.

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