Editorial

PARA LA REFLEXIÓN

#InPerfecciones
¿Y por qué no somos iguales? Simple –y solo como ejemplo- podemos voltear a ver la cantidad de privilegios de los que goza la clase política, altos salarios, poder político, control y manejo discrecional de la justicia.

 

 

Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx

El ejercicio de la democracia requiere algo más que sentirse inmerso en ella por el simple hecho de saber que se tiene la libertad de elegir en las urnas a los candidatos de nuestra preferencia, el voto es una de las tantas ventajas que se tienen, además, se cuenta con la libertad de expresión, el estado de derecho, la libertad de tránsito y todo un aparato institucional que bajo el principio de la autonomía nos asegura que el cumplimiento de la ley se realice sin sesgos personales o partidistas. 

 

La participación de la sociedad es la base para que un sistema democrático funcione de manera saludable, sin embargo, eso sugiere que esa sociedad que le da vida a la democracia tenga todas las herramientas para entenderla y ejercerla, desde luego que todo ello debe de tener equilibrio entre derechos y obligaciones, obligaciones que incluyen al pensamiento crítico, el sentido común y un conocimiento de la ley –si no a profundidad- si lo suficiente para permitir a los ciudadanos exigir de manera precisa el cumplimiento de lo mínimo indispensable para el correcto funcionamiento del Gobierno en aras del bien común.

 

Es probable que la exposición anterior se quede corta pensando en que la definición de democracia debe ir acompañada de toda una argumentación filosófica que apoye lo arriba mencionado, sin embargo, si representa la base para cuestionarnos si en verdad tenemos un Gobierno que cumple con los postulados básicos de una buena democracia, empezando por el hecho de reflexionar que para que una sociedad se pueda jactar de ser democrática, el principio de igualdad debe cumplirse, y resulta que ese principio en México simplemente no existe, basta con echar una mirada a la calle y contar el número de personas que se encuentran viviendo en estado de indigencia, niños, adolecentes, ancianos, etc. personas que no cuentan en ningún padrón electoral, ni son tomados en cuenta para cualquier clase de apoyo social del Gobierno con el que la clase política presume tanto. 

 

¿Y por qué no somos iguales? Simple –y solo como ejemplo- podemos voltear a ver la cantidad de privilegios de los que goza la clase política, altos salarios, poder político, control y manejo discrecional de la justicia, control económico –también discrecional- para decidir en que se aplican los recursos, exención de impuestos, y otras tantas cosas que dejan claro que efectivamente en México no somos iguales.

 

La narrativa electoral que podemos observar de cara a las elecciones intermedias abunda en el argumento de la lucha por el bienestar del pueblo, pero resulta que para llegar a dicho bienestar nos encontramos con una campaña llena de descalificaciones que suponiendo sin conceder que fueran ciertas, ningún candidato tiene ni la calidad moral ni las credenciales para aparecer el las boletas electorales, aspecto que apoyado en la falta de interés y conocimiento da como resultado que las candidaturas se vean asaltadas por personajes de la farándula, el medio deportivo o arribistas políticos que solo sirven como parapeto de intereses políticos de grupos que durante décadas se han dedicado a manosear y pasarse el poder entre ellos, así pues el provecho que la clase política le saca al fanatismo hacia personajes carismáticos se encuentra basado en una ignorancia que se encuentra sumamente enraizada en México. Vale la pena comenzar a reflexionar y debatir sobre estos temas entre la sociedad civil si pretendemos mejorar el estado de las cosas, los políticos se encuentran echados en la hamaca de la demagogia, el interés por lo temas que nos afectan no lo sienten dentro de su burbuja de privilegios y comenzar por cuestionarlos puede ser la bala de plata que erradique a esa runfla de vividores. 

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