#InPerfecciones
La lectura de una plaza vacía que solo responde con el eco de un político, lejos de entristecer el ánimo nacional, debe animarnos.
Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx
Resulta irónico que el sueño de ver la Plaza de la Constitución vacía durante la conmemoración del Grito de Independencia en tiempos de Enrique Peña Nieto como muestra de la desaprobación popular a su gestión se tuviera que ver como parte de las fiestas patrias de éste 2020 bajo la gestión de López Obrador, que, si bien obedece a una circunstancia sanitaria, simbólicamente representa un pulso del estado anímico de propios y extraños que debe hacernos reflexionar en varios sentidos.
Por un lado, resulta histórico haber podido presenciar un 15 de septiembre con la plancha del Zócalo silente, majestuosa pero sin el ingrediente que corona cada año el Grito de Independencia con un ¡Viva México! A una sola voz que no distingue clase social, partido, preferencia, etc.
La reflexión, en principio, debe arrancar precisamente desde el Balcón Presidencial, una reflexión que pone en la palestra que sin la presencia del pueblo cualquier político se percibe pequeño y que sin duda trae a nuestra mente el dicho “México es más grande que cualquier político”. La lectura de una plaza vacía que solo responde con el eco de un político, lejos de entristecer el ánimo nacional, debe animarnos por el simple hecho de reconocer en la sociedad civil un poder que va más allá de ejercer nuestro derecho al voto.
La lectura de un Zócalo vacío debido a la contingencia sanitaria por COVID-19 radica –desde luego- a la necesidad de evitar las aglomeraciones en espacios públicos, sin embargo, resulta contradictorio ante las acciones y narrativa implementadas tanto por el Gobierno Federal como por el Gobierno de la CDMX, que, puesto en perspectiva no corresponde al discurso casi triunfalista del Presidente que ha repetido constantemente que “vamos bien”, que “vamos de salida”, que “han domado la pandemia”, etc. resulta contradictorio por la implementación de la CDMX por abrir casi en su totalidad la actividad económica en el centro de la ciudad, que, nos ha regalado estampas alarmantes por la cantidad de personas circulando por las calles con poca disciplina para seguir las recomendaciones sanitarias, situación que sumada a los más de 70,000 fallecidos y más de medio millón de contagios, deja la pregunta en la mesa ¿de verdad vamos bién?.
Más allá de lo que represente para el Presidente tener que salir a escuchar el eco de su voz solitaria en la Plaza del Zócalo, mientras la silueta de México se apreció en el piso solo para el deleite de un Presidente indolente que arenga con esperanza y amor al prójimo, simbólicamente nos da la pauta para saber que debe ser la sociedad civil la que debe levantar esa imagen del país del suelo y ponerla de pie en el sitio que se merece, en el sitio en el que todos queremos ver a un México fuerte, unido y orgulloso del esfuerzo que se realiza día a día, y no bajo la displicencia de una ideología política que ha ocupado el Gobierno y el país como arena de lucha para llevar a cabo una revancha política e ideológica que nos está costando muy cara en muchas materias. Si, México es más grande que cualquier político, de hecho es más grande que todos los políticos juntos.