#Cultura
Y CONTINUAMOS CON EL TEMA DEL TRADICIONAL PULQUE… “LA BEBIDA DE LOS DIOSES” Y QUE ESTÁ AL ALCANCE DE TODOS NOSOTROS LOS MORTALES
Raúl “TLAHUILCUAUHTLI” González
raul.glz@inperfecto.com.mx
MAH CUALLI TONALLI (BUENOS DÍAS)
“A TODOS LOS TLACHIQUEROS MI CUMBIA VENGO A CANTAR, PA´ QUE LA VAYAN CHIFLANDO CUANDO VAYAN A RASPAR”
Y CONTINUAMOS CON EL TEMA DEL TRADICIONAL PULQUE… “LA BEBIDA DE LOS DIOSES” Y QUE ESTÁ AL ALCANCE DE TODOS NOSOTROS LOS MORTALES…
El comercio del pulque fue un gran negocio, pero siempre se realizaba a nivel local, se desconocían métodos para cortar su fermentación hasta volverse como vinagre o su contaminación con bacterias que produjeran infecciones estomacales, por eso los centros de producción y consumo se encontraban muy cercanos, y su producción era a baja escala hasta que en 1572 los jesuitas se percataron de que podían hacer de ello un negocio lucrativo para sostener sus obras, y con cierta rapidez empezaron a adquirir tierras semidesérticas por todo el rededor de la ciudad de México, sobre todo en el valle de Apan a donde llevaron la producción del pulque a niveles industriales.
Esto dio como resultado la fundación de las primeras haciendas pulqueras de México, las cuales para los estándares del siglo XIX eran pequeñas, esas haciendas en el valle de Apan y al poniente del valle de México, como la hacienda del Santo Desierto de Jesús del Monte que se extendía desde Cuajimalpa hasta Azcapotzalco, también algunos pueblos del Sur eran famosos por su elaboración del pulque entre ellos: San Bartolo Ameyalco, San Bernabe Ocotepec, San Nicolás Totolapan, Santo Tomás Ajusco y Santa Úrsula Tochico, e hizo que otros españoles y nobles indígenas se dedicaran al negocio, pero sin mucho éxito los últimos ya que los jesuitas no compartieron sus secretos para llevar lejos la bebida, en aquellas épocas un viaje a del valle de Apan a la ciudad de México o a la ciudad de Puebla tardaba al menos dos días, pero los jesuitas debieron dejar el negocio al ser expulsados en 1767, tras lo cual sus propiedades cayeron en manos de la Corona o particulares, ese negocio tan lucrativo creó la necesidad de fundar garitas y facilidades varias para comercialización, por eso se especializaron puntos para el cobro de los impuestos por ejemplo en la ciudad de México se abrió la Garita del Pulque que se encontraba al oriente de la ciudad de México por el desembarcadero de San Lázaro, lo que permitía transportar por medio de barco desde el centro del valle de Cuautitlán hasta esa garita donde el gobierno de la Nueva España podía cobrar los impuestos mientras al interior de la ciudad el Ayuntamiento de México cobraba a los establecimientos donde se expendía, las llamadas “Pulquerias” además producían fuentes de ingreso extra, a su exterior se establecían mujeres que vendían comida a los consumidores de la bebida y esos comercios también pagaban impuestos.
Para la Corona el impuesto era cobrado por la Real Hacienda que en ciudades grandes como México o Puebla, a unas taza entre 1763 y 1766 de un real por arroba, fuera de esas grandes ciudades el control era más difícil y se dejaba a los ayuntamientos locales su cobro que variaba de lugar a lugar, por eso en muchas localidades, por no decir todas, se estableció el cobro de un impuesto por cada planta de maguey que se cultivaba, siendo mayor el pago en cuanto mayor fuera la planta.
Guerra de Independencia
Ese valor hizo también al pulque un medio de propaganda y guerra política; por ejemplo, al saberse del Grito de Dolores y la gran insurrección subsecuente, el alcalde mayor de la ciudad de Morelia (entonces llamada Valladolid) publicó un bando que decía:
“Así mismo prevengo a todos los administradores de las aduanas, receptores y gariteros, que a los naturales no les cobren derecho alguno por la raspa de magueyes ni por el fruto de pulques por ser personas miserables que con lo que trabajan apenas les alcanza para la manutención y subsistencia de sus familias;”
Con lo cual trataba de evitar la rebelión en su región por causas económicas, además de acusar a los insurgentes de sacrílegos, al usar los cálices del servicio religioso para tomar pulque.
¿Mas qué decís de vasos sagrados? ¿No son los insurgentes los que bebieron pulque en los cálices en Lagos, y arrojaron al suelo los sagrados corporales?
Además de las múltiples veces que los bandos en conflicto tomaron los impuestos que se producían por la comercialización del pulque.
Siglo XIX
Al nacimiento del México independiente, el control sobre el comercio del pulque era muy poco efectivo, pero al pasar los pocos años del Primer Imperio Mexicano se volvió caótico y con más establecimientos, lo que motivó entre los legisladores un arduo trabajo para lograr regularlo, como en el “Bando de Policía y Buen Gobierno” de la Ciudad de México, que en su punto doce dice:
“12.- Los administradores de pulquerías tendrán aseadas las cincuenta varas de los costados y frentes de tales oficinas, y estarán obligados á tener aseados los comunes, y hacer conducir á su costa los cajetes rotos y basuras de que regularmente abundan estos parajes para arrojarlos en los señalados, bajo la multa de cuatro pesos; y lo mismo deberá ejecutarse con los escombros de curtidurías, tocinerías y otras oficinas de esta clase, cuyos dueños deberán cuidar de que se saquen diariamente con la debida precaucion, en el concepto de que se les exigierá la multa siempre que dejen correr las inmundicias por las atarjeas o caños, con perjuicio del público. (sic)”
En sus Memorias de mis tiempos, la pluma de Guillermo Prieto describe con las siguientes palabras las pulquerías de su juventud:
“Figurémonos un jacalón de cincuenta varas de largo por quince o veinte de ancho, con su caballete o techo de tejamanil, sin más adornos ni adminículos. Substentan al jacalón vigones perpendiculares de seis a seis varas de distancia, maceradas en la tierra y afirmadas con cimientos de piedra o cal y canto en forma piramidal y su torta de hormigón encarnado. Al fondo de la galera o jacalón hay una pared blanca que a veces invadía la brocha gorda, exponiendo al fresco un caballo colosal con su charro o dragón encima, una riña de pelados o una suerte de toreo, cuando no un personaje histórico desvergonzadamente disfrazado (…) Entre cajetes y vasos se percibían los tejos de bronce para el juego de la rayuela; algunos naipes, y en cazuelitas pequeñas, sal y chiles verdes para los aficionados a los aperitivos. La espalda de las tinas fungía de aposento de los pulqueros y tenía sus sillitas bajas de tule y su angosta mesa; la cuna de algún párvulo o algún perdonavidas de gran bigote y mechones en la cara, alguna vieja seca de ojo luciente y lengua fácil, y dos o tres gruñendo feroces o roncando a pierna suelta.” (p. 27)
Ese auge en su consumo y la falta de una reglamentación y vigilancia real permitió un negocio poco costoso que contribuyó a que varias personas o familias se volvieran de las más acaudaladas de México, esto sin contar los negocios alternos que se hacían con base en las plantas de maguey, como producir cuerdas, telas, papel, etcétera. Durante la primera mitad del siglo XIX el negocio se llevaba de forma particular, pero al estabilizarse el país a partir de la Guerra de Reforma el negocio se volvió a industrializar, aumentó el número de asociaciones o sindicatos de los dueños de las haciendas pulqueras, como la Liga de Agricultores de Tlaxcala y sus métodos de cultivo y transporte se mejoraron.
De esas fortunas aún hoy se escuchan sus nombres, como Ignacio Torres Adalid, Pimentel y Fagoaga, Macedo, etcétera, y no sólo por sus haciendas que se extendían por todos los rumbos, como Chalco, Valle de Apan, valle de Tizayuca, Sierra de las Cruces, Valle de Cuernavaca, Valle de Oaxaca, y otras; algunas de esas fortunas fundaron instituciones benéficas y obras públicas. De estas últimas, se destaca el Ferrocarril Hidalgo que, aparte de su utilidad comercial, mejoró las comunicaciones de la cuenca de México; en el lado comercial, ese ferrocarril comunicó desde entonces a la Ciudad de México con el valle de Apan y otras zonas productoras; en la Ciudad de México, la terminal de ese ferrocarril, llamada estación de Nonoalco, era atendida por la garita de Nonoalco, que recibió el nombre popular que antes tenía la garita de San Lázaro, “La Garita del Pulque”, ya que a ella llegaban diariamente miles de barriles de pulque y aguamiel que hacían un espectáculo todas las mañanas, hasta que, a mediados de 1960, se suprimió.
Fuente: WIKIPEDIA La enciclopedia libre
“SABROSO BLANCO LICOR, QUE QUITAS TODAS LAS PENAS, LAS PROPIAS Y LAS AJENAS, NO ME NIEGUES TU SABOR”.
“IR A APAN Y NO PROBAR EL PULQUE, ES COMO IR A LA GLORIA Y NO VER A DIOS”
“AL PULQUE LE FALTA UN GRADO PARA SER CARNE”
CUIDENSE Y BENDICIONES… Y NO OLVIDEN TOMARSE SU LITRITO DE PULQUE TODAS LAS MAÑANAS… PROVECHITO… Y HASTA LA PROXIMA…