#InPerfecciones
El discurso del Presidente tiene dos líneas muy marcadas que corren de manera paralela pero en sentido contrario.
Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
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La interpretación del discurso de un político tiene como los antiguos discos de acetato dos caras, el lado A donde el sencillo del momento hace su aparición como parte del un producto que finalmente busca comercializar un mensaje, y el lado B, que si bien probablemente no contenga lo más popular, puede tener excelentes interpretaciones que darán cuenta de la mucha o poca calidad del interprete. El punto es que en política hay que escuchar con mucha atención el lado A pero además invariablemente se puede escuchar al mismo tiempo el lado B, y aunque la alegoría de los discos de acetato resulta por demás confusa, ahora imaginen tener que leer entre líneas lo que dice un político para hilvanarlo con una larga lista de declaraciones que nos permitan decodificar el mensaje.
Después de cinco años de espera, indignación y sobre todo incapacidad de las autoridades por esclarecer uno de los sucesos mas vergonzosos de nuestro país –otro más-, sobre el caso de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, las arengas del Presidente López Obrador tomaron un giro inesperado al ser “reclasificadas” por el Jefe del Ejecutivo al quitarles la tilde de crimen de estado, argumentando –inocentemente- que cuando no son crímenes de estado los casos se resuelven siempre, en algo así como si al conjurar el caso y quitar por decreto el concepto de crimen de estado de manera mágica todo quedara resuelto.
El discurso del Presidente tiene dos líneas muy marcadas que corren de manera paralela pero en sentido contrario, por un lado se habla de no permitir bajo ninguna circunstancia más impunidad, encubrimiento, o injusticia, sin embargo, en el mismo discurso se habla de protección para quien pueda dar a conocer datos aunque hayan participado en los hechos. La contradicción abunda y resulta lasciva para los padres y familiares de los desaparecidos que han realizado un esfuerzo enorme para hacer el trabajo que las autoridades se han negado a llevar a cabo desestimando pruebas y protegiendo evidentemente a los responsables ya sea por incapacidad o por un pacto que deliberadamente ha buscado diluir en el tiempo la lucha que los padres de los desaparecidos.
La manera en que la actual administración ha burocratizado el esfuerzo de los padres de los desaparecidos de Ayotzinapa manteniéndolos sentados a una mesa donde se ofrece una esperanza institucionalizada que no puede ofrecer resultados contundentes no solo ofende a la inteligencia de los familiares de los desaparecidos, también ofende la inteligencia de la sociedad civil que ha esperado durante mucho tiempo que todos los implicados sean procesados no solo para hacer justicia sino para dar certeza de que la aplicación de la ley no debe de hacer distingos, sea un crimen de estado o no.
Moralmente la declaración del Presidente que dice que no se puede hablar de un crimen de estado representa un desacierto al ofrecer protección a quien participó por el afán de saber la verdad, pero olvida que saber la verdad tiene que ir de la mano de la justicia, sería lamentable que el Gobierno sepa por fin quienes llevaron a cabo semejante acto y que no estuviera dispuesto a ejercer la ley para castigar a los responsables. Esa retórica de abrazos, no justicia se traduce en ingobernabilidad porque el mensaje que se da es que no importa el calibre del delito siempre y cuando se sepa la verdad. Si esa es la base de la “reconciliación”, en definitiva es un despropósito.
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