1968

CONCLUSIONES

1968,  EN LA MEMORIA DE MÉXICO

 

A manera de agradecimiento a todo nuestro público InPerfecto llegamos al final de esta serie de relatorías donde le hemos dado un vistazo a las expresiones culturales que tuvieron su despertar revolucionario durante los años sesenta, y que cincuenta años después trascienden por su vigencia en algunos casos y en otros nos encontramos ante el ocaso de si mismas. Muchas gracias por habernos acompañado.

 

Carlos Rosas C.   

carlos.rc@inperfecto.com.mx

Hacer referencia de la ruptura que se da con los viejos paradigmas culturales que prevalecieron en México durante los años previos a 1968 abre la puerta de añoranzas que se quedaron como marca indeleble registradas en imágenes, murales, canciones, literatura, escultura, cine, y los medios de difusión que desempeñaron un papel determinante en aquellos años donde la información no tenia la velocidad desenfrenada que vivimos hoy en día.

 

Los medios impresos tuvieron un peso específico muy importante, independientemente del sesgo gubernamental que difunde de manera muy deficiente los movimientos culturales que proponían ideas frescas totalmente fuera la vieja costumbre llena de buenas formas y enmohecidas costumbres que señalaban inquisitivamente cualquier intento de salir de lo establecido.

 

No podemos olvidar el imaginario visual urbano que se produjo con la gráfica olímpica impecable a través del mundo del diseño institucional que pudiera decir que México era un país moderno capaz de albergar los Juegos Olímpicos, ni el verano del amor en 1966  que marcó el apogeo del movimiento hippie y la consigna a favor del pacifismo, las religiones místicas y la libertad sexual.

 

 

El Boom Latinoamericano que se extendió por la década de los setenta, mostró al mundo el potencial que América Latina tenía. En ese entonces, el continente dejó de ser un elemento secundario en el ajedrez cultural mundial para situarse en primera plana, creando una unidad literaria y simbólica, los pueblos latinoamericanos encontraron en las obras del Boom un reflejo de sus propias vivencias y experiencias, narradas bajo el ala del Realismo Mágico y del elemento fantástico en la Nueva Novela y la Poesía. Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, José Donoso y Mario Vargas Llosa figuran en aquella generación de grandes escritores.

La literatura de la Onda, movimiento literario surgido en México durante la segunda mitad de los años sesenta con la aparición de dos novelas: Gazapo en 1965, de Gustavo Sáinz, y De perfil 1966, de José Agustín. Se conformó por jóvenes que pretendían una ruptura con la literatura tradicional a través de un lenguaje más abierto y franco. Este movimiento es considerado en muchos aspectos contracultural, y ha funcionado como una válvula de escape a problemas tan graves como la matanza de Tlatelolco y la represión de la del PRI, expresada nuevamente en el del 10 de junio de 1971.

 

Los jóvenes de la Onda subrayan la suciedad como valor contra la limpieza y las “buenas maneras”, proclaman el amor y la paz contra la violencia, ejercen la libertad sexual, rompen tabúes y acepta la pornografía, consumen drogas, adoptan el hipismo norteamericano como forma de vida, son fanáticos del rock y de la música pop, se asombran ante el universo tecnológico que durante esa década abrió nuevos caminos, describen el deterioro y la crisis de la familia, viven la amenaza de ser devorados por el sistema, de ser absorbidos por la sociedad que rechazan.

 

 

La crisis ha sido un detonante fundamental para los movimientos de contracultura alrededor del mundo, ya que quienes han resentido las consecuencias del ímpetu poco entendido y reconvenido hacia la mesura y la obediencia han sido las generaciones jóvenes que desde la clandestinidad fueron abriéndose paso entre la censura y el discurso que criminalizó muchas expresiones tildándolas de comunistas, terroristas e indecentes.

 

El teatro y el cine fueron casos muy especiales porque mientras el teatro encontró caminos muy prolijos en cuanto a propuesta e innovación el cine no corrió con la misma suerte, una vez terminada la época de oro el enfoque y las propuestas se ciñeron a temáticas muy efímeras que desembocaron en una crisis creativa que terminó con producciones de muy baja calidad y propuestas que rayaron en lo vulgar durante los años setenta.

 

 

La televisión que tuvo un ascenso importante con la implementación de inversión que diera cobertura nacional llegó a ser un medio al que se le dio una credibilidad y gozó de mucha popularidad como medio de transporte de un mensaje que si bien tuvo su época dorada con grandes comunicadores y programación “inteligente”, el negocio y la búsqueda de enriquecer a los grandes emporios televisivos también fue decayendo hasta nuestros días en los que aun se añoran aquellos programas familiares que hicieron época.

Como reflexión tenemos que considerar que toda expresión que tiene el hombre tanto en lo individual como colectivamente se traduce como cultura, sin embargo, el predominio de los grupos del poder llegan a dictar la pauta de que es “correcto”, “aceptado”, o simplemente de cómo moda. En este orden de ideas hemos visto como la exigencia de jóvenes artistas y jóvenes que estuvieron en contacto con el arte y las expresiones que de el emanaron se confrontaron duramente con la vieja guardia que vilipendió y a su vez estimuló con esto la creación y el ímpetu revolucionario del arte, la literatura, la fotografía, y tantas expresiones tanto nacionales como internacionales que llegaron al culmen de su discurso en 1968 que por siempre se ha quedado en la Memoria de México.

 

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