#ARQUITECTURA
Los tratados de Arquitectura no son como los libros de historia o de poemas. La historia capta la atención de sus lectores pues mantiene su curiosidad por sí misma.
Carlos Rosas C. / @CarlosRosas_C
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Llegamos al Libro Quinto del tratado de los Diez Libros de Arquitectura de Vitruvio Polión, llegamos a la mitad este tratado que nos aporta información invaluable de una serie de consideraciones que un arquitecto debe tomar en cuenta para realizar su labor, al menos en la época de Vitruvio esa debía ser la línea a seguir en la consecución de objetos arquitectónicos bellos, adecuados, bien emplazados y con base en una teoría bien aplicada, sin duda, algo que debe seguir tomándose en cuenta adecuado a la época siempre pensando en el usuario y en la dignificación de los espacios. Sigan con nosotros.
LIBRO QUINTO
INTRODUCCIÓN
Quienes han expuesto en muy gruesos y amplios volúmenes, ¡oh César!, sus propias reflexiones y normas, fruto de su talento, han aumentado con sus publicaciones una muy meritoria e importante autoridad. Hecho que también quedaría reflejado en nuestro estudio si por su gran extensión y por las normas que vamos describiendo, nuestra autoridad quedara reforzada; pero no es precisamente esto lo que conviene, como se cree.
Los tratados de Arquitectura no son como los libros de historia o de poemas. La historia capta la atención de sus lectores pues mantiene su curiosidad por sí misma. Las medidas y la rítmica interacción de las composiciones poéticas en los poemas, la exquisita cadencia de sus términos, los cuidadosos diálogos entre los actores y la declamación de los versos encantan al espectador y agradablemente lo conducen hasta el final del libro. Más no es posible conseguir tales efectos en los tratados de Arquitectura, pues los tecnicismos propios y, a la vez, necesarios de este Arte provocan cierta oscuridad al no estar los lectores acostumbrados a ellos.
Se trata de términos oscuros en sí mismos, inusuales en el uso y en el habla común; además, los textos que reflejan sus normas son francamente extensos y, salvo que se sinteticen y se expliquen en pocas y clarísimas definiciones, con frecuencia su extensión excesiva constituye un serio obstáculo, logrando en los lectores opiniones y conclusiones nada claras y ambiguas. Por tanto, explicaré con breves palabras esta oscura terminología y las complejas medidas de las partes de los edificios, con el fin de que se graben bien en la memoria; así, todo se irá recordando sin ninguna dificultad. Además, observo que los ciudadanos están muy ocupados en asuntos públicos y privados lo que me obliga a escribir con brevedad, sin extenderme, para que puedan comprenderlo cuando lean estas líneas en los escasos momentos de descanso.
También Pitágoras y los pitagóricos mantuvieron esta opinión. Les pareció bien escribir sus teorías y sus reglas en unos volúmenes de «estructura cúbica»: fijaron el cubo como el conjunto de 216 versos, donde cada norma no sobrepasase tres versos. El cubo es un cuerpo cuadrado cuyas caras tienen una misma anchura. Cuando se arroja al suelo mantiene una firme estabilidad en la cara que esté apoyado si no se le toca, como sucede también con los dados que arrojan los jugadores sobre el tablero.
Parece que tomaron la analogía al comprobar que tal número de versos, como sucede con el cubo, de cualquier forma que los considere la mente consigue una estabilidad inamovible en la memoria. Los poetas cómicos griegos, al intercalar el cántico del coro, también dividieron sus comedias en distintos actos. Así, al dividirlos en partes, siguiendo la estructura del cubo, con tales intervalos alivian el trabajo de los actores.
Como nuestros antepasados habían respetado este proceder de manera natural y como yo me di cuenta que debía escribir sobre temas poco habituales y difíciles de comprender para el gran público, me decidí escribir en breves volúmenes para que, con relativa facilidad, pudieran comprenderlo todo los lectores; así no habrá ningún obstáculo que impida su comprensión. Dispuse su distribución de modo que quien busque un tema concreto, no deba indagarlo en diversas partes, sino que tenga en cada uno de los volúmenes una explicación completa de los distintos estilos o géneros, y todo ello en un único conjunto. Así pues, oh César, en el tercer y cuarto volúmenes he expuesto las proporciones de los templos y en éste pasaré a explicar la disposición o estructura de los lugares públicos. En primer lugar, voy a referirme a la construcción adecuada y conveniente del foro, pues los magistrados dirigen los asuntos tanto públicos como privados en el foro.
CAPITULO PRIMERO
EL FORO Y LAS BASÍLICAS
Los griegos construyen sus foros de forma cuadrada, con pórticos muy amplios y dobles, adornados con abundantes columnas, con arquitrabes de piedra o de mármol y en los pisos superiores colocan unos paseos. Pero en las ciudades de Italia no deben construirse con esta estructura, ya que hemos recibido de nuestros antepasados la costumbre de ofrecer en el foro espectáculos de gladiadores. Por ello, en torno al lugar donde se celebren tales espectáculos distribúyanse unos intercolumnios más espaciosos; a su alrededor sitúense en los pórticos los despachos de los banqueros y los palcos o balcones en el piso superior; éstos, que serán rectos, quedarán disponibles para comodidad de la gente y para los tributos públicos.
Las dimensiones del foro serán proporcionadas al número de visitantes; ni de dimensiones reducidas, si va a acudir un gran gentío, ni que dé la impresión que el foro queda muy grande si la afluencia de público es escasa. La anchura del foro se establecerá del siguiente modo: divídase su longitud en tres partes y dos tercios sean para su anchura; por tanto, su estructura será alargada y su distribución muy adecuada para los espectáculos. Las columnas superiores se elevarán una cuarta parte menos que las inferiores, pues éstas deben soportar todo el peso, por lo que deben ser más sólidas que las superiores. Exactamente lo mismo sucede en la naturaleza, que debemos imitar, con plantas como los árboles redondeados: el abeto, el ciprés, el pino; ninguno de estos árboles posee su tronco más estrecho junto a las raíces, sino que va decreciendo su grosor según se elevan, con una natural disminución perfectamente ajustada hasta la copa. Por tanto, si así lo exige la naturaleza de los vegetales, los elementos superiores se harán, con toda razón, más delgados que los inferiores, tanto en altura como en grosor.
Es conveniente que los solares de las basílicas estén lo más próximos posible a los foros, en la parte que sea más cálida, con el fin de que durante el invierno sea posible dedicarse a los negocios sin las incomodidades del mal tiempo. Su anchura no medirá menos de una tercera parte ni más de la mitad de su longitud, salvo que lo impida la configuración del lugar y obligue a modificar sus proporciones de otra manera. Si el solar resulta más alargado, colóquense en los extremos unos pórticos para conversar o bien para comercios, tal como vemos en la basílica Julia en Aquilea. La altura de las columnas de las basílicas debe ajustarse a la anchura del pórtico, que medirá una tercera parte de la superficie intermedia donde va a construirse. Como hemos dicho antes, las columnas superiores serán más pequeñas que las inferiores. El parapeto que vaya a situarse entre las columnas superiores e inferiores medirá igualmente una cuarta parte menos que las columnas superiores, para que los transeúntes que paseen sobre el primer piso de la basílica no puedan ser vistos por los comerciantes. Como hemos explicado en el libro tercero, los arquitrabes, frisos y cornisas se realizarán de acuerdo a las proporciones de las columnas.
La disposición de las basílicas puede ofrecer todavía una mayor estima y belleza, como sucede con la basílica de Julia en Fano, que yo personalmente preparé y asumí la dirección de su construcción. Sus proporciones y su simetría son como sigue: una bóveda en medio, entre las columnas, con una longitud de ciento veinte pies y una anchura de sesenta pies; el pórtico que circunvala la bóveda, entre las paredes y las columnas, tiene una anchura de veinte pies; las columnas se elevan cincuenta pies incluyendo los capiteles; su diámetro es de cinco pies y tienen adosadas detrás unas pilastras de veinte pies de altura, dos pies y medio de anchura y un pie y medio de grosor, que soportan las vigas donde se apoyan los entramados de los pórticos. Sobre éstas se levantan otras pilastras de dieciocho pies de altura, dos pies de anchura y un pie de grosor, sobre las que se apoyan las vigas que soportan los canterios y tejados de los pórticos, que están debajo de la bóveda. El espacio que media en los intercolumnios entre las vigas de las pilastras y las de las columnas, tiene por finalidad dar luz.
Cuatro columnas se levantan a lo ancho de la bóveda, a derecha y a izquierda, junto con las columnas de los ángulos y otras ocho columnas a lo largo de la parte contigua al foro, incluyendo las columnas angulares; por el lado opuesto se levantan seis columnas sumando las columnas angulares, porque se han omitido las dos columnas intermedias, con el fin de no obstaculizar la vista del pronaos del templo de Augusto, ubicado a mitad de la pared de la basílica y orientado hacia el foro y hacia el templo de Júpiter. El tribunal, situado en el templo, ofrece la forma de un arco, como un segmento de un semicírculo; en el frente, la anchura del semicírculo es de cuarenta y seis pies y la curvatura mide quince pies en su parte interior, en su parte cóncava, para que los que negocian en la basílica no estorben a quienes estén ante los magistrados.
Sobre las columnas se apoyan en derredor unas vigas compuestas por tres maderos unidos, de dos pies de altura cada uno; estas vigas, desde las terceras columnas colocadas en la parte interior giran hacia los pilares que sobresalen del pronaos y llegan hasta el semicírculo a uno y otro lado. Sobre estas vigas aparecen unos pilares perpendiculares a los capiteles que sirven de soporte, con una altura de tres pies y una anchura de cuatro pies, en todas las direcciones. Encima de ellos hay unas vigas, formadas por dos maderos unidos de dos pies, que soportan los tirantes y los cabrios de las columnas, colocadas en perpendicular a las pilastras y paredes del pronaos, que sustentan el tejado de toda la basílica; los otros tirantes están colocados en el medio, sobre el pronaos del templo. De este modo ha surgido una doble disposición del techo de los frontispicios: una disposición exterior del techo y otra interior, la de la alta bóveda, que ofrecen un bellísimo aspecto.
Eliminando los adornos de los arquitrabes, los parapetos y las columnas superiores se consigue disminuir su incomodidad y se aminoran en gran parte los gastos. Por el contrario, si las mismas columnas se elevan hasta las vigas de la bóveda, parece que potencian el montante de los gastos pero, a la vez, acrecientan la magnificencia del edificio.
CAPITULO SEGUNDO
EL ERARIO, LA CÁRCEL Y LA CURIA.
El erario, la cárcel y la curia deben quedar contiguos al foro, de manera que el conjunto de sus proporciones esté en consonancia con el mismo foro. En primer lugar y de un modo especial debe construirse la curia en sintonía con la categoría del municipio o de la ciudad. Si la curia va a ser cuadrada, su altura será igual a su anchura más la mitad; si va a ser alargada, súmese la altura y la anchura y la mitad del total resultante será lo que mida de alta hasta el artesonado. Además, las paredes del interior deben rodearse con cornisas de madera tallada con delicadeza, o bien de estuco, aproximadamente hacia la mitad de su altura. Si no se procede como hemos indicado, al elevarse las voces de los querellantes no podrán ser escuchadas ni comprendidas por el auditorio. Pero si las paredes quedan ceñidas por medio de unas cornisas, la voz se mantendrá en la parte baja antes de que se pierda en las alturas y perfectamente podrá ser comprendida.
CAPITULO TERCERO
LA UBICACIÓN DEL TEATRO
Una vez que ya ha sido establecido el foro, debe elegirse el lugar más favorable y saludable para el teatro, donde se desarrollen los juegos durante los días dedicados a los dioses inmortales, tal como hemos dicho en el libro primero, al tratar sobre las condiciones más salubres en la construcción de las ciudades. Durante la representación de los juegos, los ciudadanos permanecen sentados mucho tiempo junto con sus mujeres y con sus hijos, se entretienen divertidos con el espectáculo y sus cuerpos, al mantenerse quietos por el placer de presenciar las representaciones, dejan los poros abiertos por donde va penetrando el aire, que, sí procede de lugares pantanosos o insalubres, introduce dentro de los cuerpos corrientes nocivas.
Por tanto, se elegirá con todo cuidado el lugar destinado para el teatro y se evitarán así tales inconvenientes e incomodidades. También debe ponerse especial cuidado en su orientación, de modo que no se vea castigado por el viento que procede desde el mediodía, pues a pleno sol sus rayos llenan por completo el perímetro del teatro y el aire encerrado u ocluido en la curvatura, al no poder expandirse libremente, se recalienta como consecuencia de su movimiento, se vuelve muy candente, llegando a quemar abrasadoramente, por lo que reduce la humedad de los cuerpos. Por esta razón, deben evitarse sobre todo los lugares insalubres y deben elegirse lugares salubres. Todo será mucho más sencillo si los cimientos se asientan en un monte; pero si la orografía obliga a construir el teatro en un lugar llano o pantanoso, los cimientos deberán ahondarse y asentarse tal como dijimos en el libro tercero, al tratar sobre la cimentación de los templos. Sobre los cimientos se fijarán las gradas de piedra o de mármol. Los corredores de separación deben guardar proporción respecto a la altura del teatro y su altura no debe ser mayor que su propia anchura. Si tuvieran una mayor altura, rechazarían las voces y las elevarían hasta las partes más altas del centro del teatro, no permitiendo que llegue con nitidez el sentido de las palabras al oído de quienes están sentados en la parte superior de los corredores.
En una palabra, para obtener una óptima resolución, se debe proceder de la siguiente manera: desde el corredor de separación hasta las gradas más inferiores y hasta la última fila tiéndase un cordel de modo que toque los cantos y los ángulos de las gradas y, así, no quedará obstaculizada la voz. Es muy conveniente distribuir unos accesos anchos y espaciosos; los accesos o entradas hacia las gradas más altas estarán separados de los que están situados más abajo, y todos deben ser seguidos, rectos y sin curvas para que, cuando el público salga del espectáculo, no sufra apreturas, sino que desde cualquier parte acceda a las salidas, convenientemente separadas, sin ningún obstáculo y sin problemas.
Debe tenerse también en cuenta que el lugar no ahogue la voz sino que permita que se difunda con toda claridad, lo que podrá conseguirse si se elige un lugar donde no se produzcan resonancias. La voz es como soplo de viento que fluye y se hace perceptible por el sentido del oído. La voz se difunde debido a innumerables ondulaciones circulares, como las innumerables olas que van surgiendo al arrojar una piedra dentro de un estanque; son olas circulares que desde el centro se extienden y ocupan toda la superficie del estanque, si no se interrumpen por un estrechamiento del lugar o por algún impedimento que obstaculice el que lleguen hasta las orillas. Pero si se interrumpe su expansión, las primeras olas chocan entre sí, se desbordan y rompen el orden de las siguientes olas, deshaciéndolas.
Por la misma razón, la voz produce movimientos o impulsos circulares; pero, con una diferencia respecto al agua: los círculos sólo se mueven horizontalmente, en cambio la voz se expande a lo ancho y también se eleva gradualmente, verticalmente. Por tanto, como sucede con la dirección de las olas en el agua, si ningún obstáculo interrumpe la primera onda de la voz, no se anulará la segunda ni las siguientes, ,sino que todas -sin ninguna clase de resonancia son oídas tanto por los espectadores de las filas inferiores como por los de las últimas filas. Precisamente por esto, los antiguos arquitectos, siguiendo los rastros de la naturaleza en sus investigaciones sobre la expansión de la voz, que se eleva de modo natural, hicieron a la perfección las gradas de los teatros y buscaron, a través de cálculos matemáticos y de proporciones musicales, que toda palabra pronunciada en el escenario llegara a los espectadores de la manera más clara y más agradable.
Como los instrumentos de aire, sean de bronce o de cuerno, logran una gran sonoridad acompañando a los instrumentos de cuerda si están perfectamente afinados, así también los antiguos fijaron la estructura de los teatros, por medio de las normas de la armonía y con el objetivo de potenciar el volumen de la voz.