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“No basta con leer Rayuela, uno tiene que aprender a jugarla, a descubrirla y a leerla entre líneas.
Fernanda S. Weffru / @justmaryfer
fernanda.s.weffru@inperfecto.com.mx
Hablemos hoy de una de las novelas que han revolucionado la literatura latinoamericana dándole un boom al canon: Rayuela.
Cuando alguien lee a Cortázar está predispuesto. Sabe que está a punto de entrar en terreno desconocido, extraño, fantástico… nuevo. La emoción que se siente al tener una obra de este autor en las manos es indescriptible. Quizá sea lo diferentes que son todas sus obras y el poder que tienen en nosotros, tal vez sea la forma en la que juega con nuestras mentes, adentrándonos tanto en la historia que nos resulta imposible separar ya la realidad de la ficción. No encuentro una mejor forma de definir todo lo anterior sin ocupar las palabras de Julio Cortázar al respecto: el sentimiento de lo fantástico.
Sin embargo, ¿experimentamos eso al comenzar Rayuela?
No.
Sucede algo distinto cuando se comienza la novela, desde la primera página nos topamos con un método que, aunque sugerido, nos advierte dos caminos. Como aquel viajero que tiene dos opciones y que a pesar de que cada camino será distinto, llegará al mismo destino. Cortázar nos ofrece dos opciones, distintas experiencias de lectura para abordar la obra, una más corta que la otra, quitando lo que él mismo denomina: prescindible. Es un juego donde el lector adquiere también la identidad de jugador, es ese viajero que decide entre el camino corto o el largo y quien, sin duda, experimentara de forma distinta el viaje en cualquiera de las dos. Aunque el destino es el mismo, adquirirá conocimiento y experiencias muy distintas en ambos viajes, lo que le permite tener una perspectiva más clara de lo que le espera en su destino.
Cortázar dice que los primeros 56 capítulos de la novela son suficiente y no se puede refutar ese punto porque la novela no va a cambiar si se escoge el camino largo, la trama va a ser la misma. Sin embargo, si se elige empezar desde el capítulo 73 estamos participando en un camino propuesto por el autor. Con esto nos damos cuenta que el título no es gratuito, que en realidad es una insinuación al propósito del autor para con nosotros los lectores: un juego.
Lo gratificante de jugar a la rayuela es la sensación de prólogo que nos dan los capítulos elegidos para preceder los de la novela (1-56), uno sabe de antemano a lo que se atiene y se permite entender y absorber distintos aspectos expuestos en el capítulo. Por más cortos que éstos sean, atiborran al lector con información exquisita que deleitan y enriquecen la cultura del lector, no sólo en el ámbito literario. Se nos introduce a la pintura, a la música, al teatro y a lugares geográficos que, aunque están plasmados en una novela, son tan reales como el libro que sostenemos al leer de ellos.
La escritura de Cortázar en Rayuela es denominada cortaziana por la habilidad de moverse en ese espacio de recreación que es vital en toda escritura artística. En realidad, la narrativa de Cortázar es en sí misma un juego.
El autor es capaz de tejer historias a través de los pensamientos de Morelli hechos letras que se conectarán con los personajes, vida y pensamiento en los primeros capítulos, si bien la forma de lectura se advierte como juego, las situaciones dentro de la novela también forman parte de éste. Encuentros no planeados, casi espontáneos que están destinados a ser; los ratos entre amigos que terminarán en debates presuntuosos; escenarios románticos y eróticos que abundan en la novela y cómo olvidar el capítulo 68 que representa en sí mismo el juego por descubrir. No es necesario citar el fragmento completo cuando podemos identificarlo bastante bien como uno de los capítulos de la obra más citados por su lenguaje gíglico creado por el autor, éste es uno de los mejores ejemplos del juego en Rayuela, porque se nos pide descubrir el sentido de las oraciones por encima de lo literal, de lo entendible, como una especie de metáfora de lo inexplicable pero entendible de lo erótico, es quizá a través del ritmo y de las palabras en castellano lo que nos permite captar el rumbo del capítulo y hasta de la novela completa.
Cortázar nos muestra una realidad construida con base a otra realidad, como si fuese un paréntesis donde nuestra sensibilidad es lo que nos permite entender lo diferente. Esta novela se aferra a la espontaneidad, el autor se obliga y por ende, obliga al lector a mantenerse frente a la obra, saltando con un pie, con dos, de atrás hacia adelante, de adelante hacia atrás. Logrando que el lector no sólo juegue mientras lee sino en todos lados, analizando y rememorando acontecimientos, enlazando situaciones, disfrutando de lo que la novela produce en él, encontrando respuestas a las preguntas que Cortázar plantea en la obra y las que después termina planteándose uno como lector, así como también somos capaces de advertir cosas que el mismo Oliveira es incapaz de ver.
Rayuela también se ha visto como una metáfora de rebeldía por la construcción de la novela y por la forma en la que vuelve al lector un activo por la diferencia del proceso de lectura ordinario, donde el lector queda relegado a una cómoda pasividad mientras que el escritor se adueña del papel activo. Aquí Cortázar juega con el lector, haciendo de la lectura un vaivén de páginas que convierten al lector en actor.
Rayuela es un puzzle enorme de muchos colores y formas, es a su vez, una selva de símbolos e intertextualidades bastante rica. Me parece que la obra de Cortázar no puede definirse con una palabra porque no hay un término que se ajuste a ella.
Retomando la analogía con el viaje, la lectura de esta obra de Cortázar merece ser planeada, uno tiene que estar predispuesto a tomar el camino largo para poder disfrutar más del destino. Es precisamente lo prescindible lo que resulta más increíble, complementario, porque sin duda, aquellos que se atreven a emprender el viaje largo podrán observar más cosas que aquellos que eligieron el camino corto. Y aunque al final el destino es el mismo, las experiencias vividas son distintas, el aprendizaje es más y las perspectivas son otras. Lo maravilloso de esto, es que para el día que se decida regresar al lugar, puedes escoger el camino corto y entenderlo todo de una forma diferente, disfrutando de la lectura con un panorama más amplio tras haber viajado ya por el otro camino. La segunda vuelta resulta mejor, uno ya sabe con lo que se va a encontrar y aunque ya no es una lectura fragmentada, como lector uno sigue en el juego. Porque se trata de Cortázar y con él todo está oculto, porque con este autor lo más importante es lo que no se dice y eso precisamente es lo que él quería lograr en la mente de su lector, que no sólo se quedara con lo leído en Rayuela, sino que fuera más allá y se animara a investigar, a escuchar cada pieza mencionada, apreciar las obras descritas, pensar y filosofar como Morelli lo hacía.
No basta con leer Rayuela, uno tiene que aprender a jugarla, a descubrirla y a leerla entre líneas.
Y tú, ¿te atreves a jugar?