Editorial

EL PROTOCOLO DE LA IMAGEN

#InPerfecciones
La popularidad presidencial ha ganado más peso específico por la imagen conciliadora que por un trabajo político.

 

 

Carlos Rosas C.
carlos.rc@inperfecto.com.mx

 

Si hay algo divertido en los eventos públicos es sin duda el anonimato que representa el encontrarse inmersos dentro del “monstruo de mil cabezas”, y proferir cualquier cantidad de improperios al objeto del encono –sea persona o equipo-, hay que aceptar que si representa una especie de terapia, en este caso, una terapia colectivizada, que ha tenido en los últimos días bastante eco con el “fenómeno” de los abucheos a los gobernadores de los estados emanados de otro partido que no representa al partido del Presidente de la República –MORENA-, en el marco de actos donde el Presidente acompaña a los gobernadores.

 

La molestia no se ha hecho esperar y claro que a nadie le gusta la idea de presentarse frente a un público que lanzará mensajes de reprobación –en el mejor de los casos- a la hora de escuchar su nombre para después escuchar una sonora algarabía cuando se escucha el nombre no solo de un personaje que por estatus te supera y que además representa un adversario político. Y lo interesante es como en redes sociales –para variar- ha comenzado a circular lo que dicen es la prueba del protocolo que MORENA hace llegar a los organizadores de los eventos para que giren instrucciones donde una de las directrices sea lanzar música de viento cuando se presenta el adversario político del Presidente de la República.

 

Obviamente el estira y afloja de la negación categórica y la afirmación del sabotaje a la imagen de los gobernadores de estados opositores se ha convertido en el cuento del nunca acabar –como siempre-, en donde las acusaciones, la victimización, las denuncias y toda esa parafernalia que se conforma alrededor de situaciones que emulan más a una función de lucha libre en la que al llegar los “rudos” el vituperio generalizado no se hace esperar, y cuando llegan los “técnicos”, vítores y aplausos al por mayor.

 

Enfrascarse en si es verdad o no que existe el “protocolo” descalificador de gobernadores de oposición resulta estéril, porque como siempre –para variar- a la hora de las preguntas, nadie sabe, todo es una simulación, todo es un ataque, todos están desesperados, etc.

 

Lo trascendental es la lectura que debe hacerse del hecho innegable de que lo ocurrido –sea un montaje o no- incide directamente en la imagen presidencial, sobre todo durante el evento con el gobernador Colima, José Ignacio Peralta –del PRI- que confronta a los asistentes y hace mención del protocolo de desaprobación, para que acto seguido cuando el Presidente toma el micrófono lanza la pregunta conciliadora ¿quién respeta al gobernador?, y al logar el consenso, todo es calma. Y una vez más la figura del presidente salva el día, y genera en torno a el la imagen del presidente que todo soluciona, que todo concilia, justo como la técnica de la vieja guardia priista en la que el jefe del ejecutivo era el portavoz de una calma de dudosa procedencia que solo le abona a la coyuntura política pero que no hace ganar nada socialmente, porque parece que todo se remite a popularidad política y no a trabajo de gobierno.

 

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