Editorial

UNA PÉRFIDA CORONA

#InPerfecciones
“Con los reyes nació la tiranía” –Francisco Morazán Quesada.

 

 

Pablo Ricardo Rivera Tejeda / @PabloRiveraRT
pricardo.rivera@gmail.com

Las notificaciones fueron apabullantes. Todos hablaban de “la noticia”. La monarca de La Corona británica había, después de largo tiempo, fallecido. “El puente de Londres ha caído”.

Recientemente se han estrenado series como “The Rings of Power” o “House of the Dragon”, las cuales además de ser interesantes y divertidas temen tramas similares: la disputa por el poder de la Tierra Media o el Trono de Hierro. El toque fantástico que poseen, sin duda les da un sabor dulce y deseable. Pero, quién diría que eso que vemos en películas y series podría ser bastante cercano a nuestra realidad.

Las monarquías fueron, en tiempos pasados, muestra de poder y control sobre las regiones del mundo. Los reyes y reinas eran aquellos que por el mero linaje, tendrían control de un sinfín de personas. Me atrevo a decir que no hay argumento más irracional que pensar que una persona, por el simple hecho de haber nacido en una familia poderosa, tendrá lo necesario para gobernar y regir sobre los demás.

“Calígula”, uno de los emperadores más famosos de la Roma Antigua (12d.C. – 41d.C.), dejó en claro el mal que un hombre sin limitaciones puede hacer. Guerra, sangre e inocentes son palabras que describen la estancia en el poder del monarca, que sin freno ni templanza dejó una mancha imposible de limpiar en la historia.

Iván IV, “el Terrible”, me sirve como ejemplo para demostrar el peligro de la Corona. Sus ambiciones y aquel apetito desenfrenado por preservar el poder lo llevaron a cometer actos despiadados, desde saqueo y violaciones, hasta matanzas y torturas inimaginables en lo que hoy es Rusia.

Aun así, es necesario regresar al hoy. La reina Isabel II falleció el pasado jueves. Era increíble ver cómo las primeras planas de los periódicos y todas las redes sociales no hablaban de otros cosa que no fuera el deceso de “Su Majestad”–entiéndase que lo digo sarcásticamente–. Incluso, a pesar de no estar en Gran Bretaña, parecía que las barreras geográficas eran simplemente inexistentes. Las personas en sus cuentas de Twitter, Instagram o alguna de las otras redes se “unían al dolor” de la Familia Real, cuando la gran mayoría de ellos ni siquiera sabía lo básico de la Corona británica. Una vez más, la importancia de la moda en nuestros días.

Isabel II, “Chabelita” de cariño, murió en las mejores circunstancias posibles. Las paredes del palacio de Balmoral la acogieron con cariño y hospitalidad. Sus últimos días no dejaron de tener lujos por doquier y la mejor de las atenciones. El calor, el hambre, el dolor no deberían preocupar a la reina, de hecho, nunca lo hicieron. ¡Qué bello ha de ser nacer en esa cuna de oro!, en la que si por alguna razón no ocupas El Trono, tendrás otros 20 más en tu nada humilde residencia. En cambio, las personas que no tienen tan siquiera la posibilidad de cubrir sus necesidades básicas, se quedan abandonadas a su suerte, porque claro, bajo el argumento monárquico ellos son inferiores.

Dejando un poco de lado a Isabel, es importante mencionar que la Corona inglesa puede ser perfectamente descrita como una gran muestra del autoritarismo y la estupidez del humano. Dicha institución ha estado desde sus inicios llena de escándalos sobre racismo, infidelidad, machismo y demás actos que es mejor no mencionar. Yo no entiendo en qué momento el hombre dejó de lado la historia y decidió apoyar algo tan despreciable como la realeza.

Hoy en día los estandartes de lucha social son la igualdad, la libertad, la no discriminación, la justicia, entre muchos otros. ¿No es acaso contradictorio afirmar tales principios si las personas al mismo tiempo apoyan a la Reina? Qué cosa más absurda pensar que por encargo divino alguien es superior a otro por el simple hecho de su línea genealógica.

La muestra del poder real inglés es un claro ejemplo de los errores que tenemos como sociedad. En la actualidad no podemos seguir creyendo que hay alguien a quien incuestionablemente debemos de obedecer por no tener las mismas condiciones que nosotros. La muerte de la reina Isabel II marca el fin de una era llena de rumores –como el de Lady Di–, e injusticias. Personas de la realeza misma han afirmado la porquería que ésta es, siendo que han preferido renunciar a una vida llena de comodidades que tener que soportar sus atrocidades.

Y ni hablemos del sucesor de nuestra anciana consentida. Carlos III, quien ocupará el trono no se muestra distinto a sus antecesores. No ha pasado ni una semana y ya hemos presenciado las muecas que hace el pobre anciano. El monarca nos ha demostrado que no es capaz de mover un tintero con sus propias manos, no vaya a ser que acabe manchado. Y si esto pasa, ¡uy no!, tendremos que soportar su berrinche de niño malcriado.

Si mi postura, querido lector, te parece extremista o contrario a lo que tu piensas, te ofrezco una disculpa. Déjame explicarme. Reacciono así por la impotencia que me causa ver que la pasta de dientes debe tener un espesor de 2cm mientras que la realidad no es delicada. Los problemas que enfrentamos hoy en día no se solucionan con una linda logística o un banquete de lo más elegante. ¡Por Dios!, la Corona no hace más que ser un gasto para los ciudadanos y un estorbo para el progreso.

La Corona es inútil. No tiene grandes encomiendas políticas, pues sólo funge como mediador en dichos asuntos. No expresaría este rechazo si al mediar, dicha institución simplemente lo hiciera por voluntad propia, pero tristemente es todo lo contrario. Los monarcas no hacen nada más que sentarse en su trono y contemplar como todo afuera de su palacio se derrumba. Su sangre y condición social los hace acreedores a la mejor de las vidas, simplemente por el hecho de nacer. Verdaderamente, si hay alguien que convenga con dicha idea, no sé porque entonces no sigue creyendo en la superioridad de los dioses griegos y las hadas de Peter Pan.

El distanciamiento entre las series de ficción y la realidad parece ser uno no tan grande. Las espadas y los dragones aparecen afuera de nuestras ventanas, pero sobre todo, a través de nuestras pantallas y televisores. La Corona seguirá carcomiendo lo noble de la sociedad, y quedará exenta como siempre, de una merecida consecuencia. No dejemos que la ficción se apodere de nosotros. Pensar de manera crítica es una de las más importantes encomiendas que hoy en día tenemos. No nos dejemos cegar por las caras vestiduras o la más fina de las tintas, no dejemos que el mundo, se convierta para siempre en la nueva Tierra Media dominada por ogros y bestias que serán por siempre, el peor enemigo del hombre.

#InPerfecto