#InPerfecciones
El perdón logra hacerte tan fuerte como tú se lo permitas.
Georgina Valez / @gini_friski
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Cada uno tiene su definición de “imperdonable”, dependerá de qué tan tolerante seas o de qué tan seguido te faltes al respeto a ti mismo como para permitir que alguien más venga y te haga daño. Hay muchos parámetros personales para medir qué es verdaderamente lo que no merece tu perdón, la mayoría pueden ser cuestión de orgullo, honor, amor propio o respeto básico, pero lo curioso y de lo que quiero escribir hoy es del daño interno que nos hace no perdonar. Es complejo, porque es un tipo de apego con el rencor, con la venganza, con el odio y, sobre todo, con el pasado. Pareciera que lograr dejar atrás lo que sea que te haya hecho sufrir es para hacerle un favor a la persona que lo hizo, que por cierto también puedes haber sido tú mismo, pero no, todo este proceso es puramente interno, como un regalo de ti para ti.
Muchas veces estamos sentados esperado a que nos llegue una disculpa que muy en el fondo sabemos que jamás sucederá y en lo que esperamos nos ponemos en un estado que parece que está todo el tiempo defendiéndose o irritado, cuando realmente está vulnerable. Tenemos que cargar con todo lo que nos dolió y afectó, esconderlo en lo más profundo de nuestro ser o todo lo contrario, demostrar con lo peor que puede salir de nosotros que estamos dañados y nos urge sanar. Cuando decidimos perdonar, nos vamos encontrando con todo tipo de emociones, primero bastante desagradables porque pensamos que es injusto que se perdone algo tan grave que cabe en nuestra definición de imperdonable, pero conforme avanza el tiempo, que ya sabemos que lo cura todo, comenzamos a sentir la fuerza y la libertad que nos estamos otorgando a nosotros mismos, no a la persona responsable, no a la vida, no a las circunstancias que te hicieron daño, a nosotros. Una vez otorgado ese perdón, habrá muchas situaciones que incluso nos parecerán más fáciles de resolver o afrontar, pero lo más importante es que conseguimos esa tranquilidad que quizás estábamos buscando afuera, cuando todo el tiempo la tuvimos a la mano.