#InPerfecciones
Un partido de futbol se tuvo que suspender por unos instantes debido a una conducta indebida proveniente de la afición en la platea, una imagen totalmente fuera de lo común.
Jorge García Vielma
jorge.garcia@inperfecto.com.mx
¿A qué se va a los recintos deportivos? Si bien no existe una conducta que compartan todos los aficionados pero en la mayoría de las ocasiones acudir a un estadio o arena obedece a una cuestión recreativa. Pagar un boleto para un espectáculo de esta índole parece brindar el derecho de hacer lo que sea una vez iniciado el show, esto está totalmente normalizado porque se tiene la idea que en un escenario normal el hincha no hará nada en contra de aquello que le apasiona, pero por momentos no siempre se sigue esta inercia.
La afición mexicana en el futbol se ha caracterizado por su algarabía y folclor con la que viven cada partido de su selección, y hasta hace algunos años no existía ningún problema en esto hasta que los altos dirigentes del balompié a nivel mundial pusieron en la mira a México por el famoso grito hacia el portero rival cada que éste despeja desde su arco. Los mandatarios sostienen que esta conducta es de carácter homofóbica, afectando directamente a la comunidad LGBTQ+ quiénes pueden llegar a sentirse excluidos del campo deportivo. Mientras que el argumento del aficionado promedio dista que el grito simplemente forma parte de la esencia deportiva y se entona sin afán de ofender a nadie. ¿Qué postura tiene razón?
Se han desarrollado diversas estrategias para erradicar este grito de todos los estadios de futbol, principalmente de aquellos donde se presenta la selección mexicana, pero francamente hasta ahora pocos son los resultados favorables; actualmente se puso en marcha por parte de la CONCACAF la campaña Lo que está mal, está mal, tratando de enfatizar que gritar esta frase en cualquier espacio es totalmente inaceptable. El pasado fin de semana, el tricolor se enfrentó al conjunto de las barras y las estrellas pero más allá del resultado lo que más llamó la atención fue que el encuentro se detuvo momentáneamente porque la afición mexicana se comportó de manera inapropiada a través del grito. Los jugadores mexicanos volteaban a las gradas para pedirle a la hinchada que por favor ya no gritaran más para que el partido volviera a reanudarse; vaya imagen tan representativa y simbólica.
¿Qué hacer para que este grito ya no se escuche en los estadios? Esta puede ser la pregunta del millón para los federativos mexicanos y regionales, quiénes han sido totalmente rebasados por la afición tricolor y no ha habido medida que pare con su conducta hasta ahora. De seguir con esta misma tónica parece ser que la única forma de hacerle frente al grito será llegar a medidas bastante drásticas donde el mayor afectado sería el seleccionado nacional; quién diría que el encargado de alentar a su equipo para ir por la victoria se convierta en el principal responsable a la hora de perder los partidos en la mesa.
La vuelta de la afición a los estadios no resultó de la mejor manera, su ausencia invisibilizó por un corto lapso una situación apremiante como lo es este grito homofóbico. Aún existe confianza en el aficionado para que tome conciencia por si solo que su conducta perjudica totalmente al espectáculo deportivo, se están parando los partidos del deporte que le apasiona meramente por su insistencia de seguir gritando dicha frase. Se está buscando reeducar al hincha mexicano y demasiadas opiniones convergen en torno a este tema, que se ha vuelto totalmente polémico, pero mientras tanto simplemente queda esperar a ver quién resiste más: el futbol o el aficionado.
Rueda el balón, rueda la vida.