#Cultura
El hombre pertenece a su siglo y el siglo no pertenece al hombre: para juzgar al hombre se necesita conocer el siglo; pero para conocer el siglo se necesita estudiar a la sociedad.
Vicente Riva Palacio
cultura@inperfecto.com.mx
A casi nueve meses de haber sido removida, las autoridades competentes no han informado acerca del proceso de restauración de la escultura de Cristóbal Colón. El movimiento del conjunto ha sido motivo de controversias, la cantidad de significados negativos asignados a la figura del navegante y el contexto histórico que representa, se han incrementado a partir de la política cultural del gobierno en turno, que, bajo los planteamientos de reivindicación y reconocimiento de los menos favorecidos, ha generado cuestionamientos -todos validos- respecto al tema.
Más allá de polemizar, la intención de este texto radica en reflexionar sobre algunas de las aristas que pueden ser puentes para entablar reflexiones que van más allá de estar a favor o en contra, es una propuesta para entender desde el presente, las reminiscencias del pasado que todas en conjunto, son depositarias de la identidad cultural de todos los mexicanos.
No es secrecía para nadie, que el modelo que ha predominado para estructurar nuestra historia ha sido el modelo occidental, que desde el siglo XIX ha sido colonialista, impositivo e invasivo y en el siglo XX después de la Revolución de 1910, dejó muy en claro las líneas institucionales con las que se construyó la memoria del estado mexicano, donde los antagonismos y las relecturas aleatorias del pasado han sido ejercicio común; que las temporalidades sexenales de los gobiernos marcan las pautas de dicho proceso; el gobierno actual no es ajeno a esta práctica.
El retiro fue realizado bajo la observación del personal de la Coordinación Nacional del Patrimonio Nacional del INAH, que consistió en la remoción de la escultura de Cristóbal Colón, obra realizada en 1883 por escultor francés Charles Cordier, así como del conjunto escultórico colocado a los pies del navegante, que representan a misioneros como Pedro de Gante, Bartolomé de las Casas, Diego de Deza y Juan Pérez de Marchena.
Donada por el banquero Antonio Escandón, la escultura revestía el paseo de la Reforma desde 1887, y el pasado mes de octubre del 2020, bajo la consigna de ser sometido a una limpieza y restauración a cargo de las autoridades del INAH, el pedestal quedó vacío y mantiene en el aire las dudas respecto a dónde cómo y en qué estado de avance se encuentra el proceso de intervención de la escultura del descubridor de América.
No es para menos la pregunta, ya que días antes del movimiento del conjunto escultórico, en redes sociales se hizo visible una campaña que convocaba a la gente para remover la imagen, bajo los argumentos de que la pieza es una representación de una cultura impuesta, como lo fue también la religión y el idioma, que han causado muerte y destrucción, por tanto, deben ser erradicados a manera de rendir homenaje a los pueblos originarios en resistencia y que fueron masacrados.
En un mundo inmerso en una pandemia, donde las redes sociales son el medio de expresión de millones de personas, resulta casi imposible que algo no sea objeto de cuestionamiento, de posturas polarizadas, la efigie de Colón siempre ha sido blanco de ellas; basta recordar el año de 1992, cuando se conmemoraron los quinientos años del descubrimiento del continente, la escultura del navegante genovés -que cabe mencionar murió creyendo haber llegado al continente asiático- ocupó el centro de los debates, protestas y controversias.
Objeto de pasiones y posturas, la escultura de Cristóbal Colón sobre el paseo de la Reforma ha sido objeto de un dilema de cinco centurias que no se pretende resolver en cinco líneas, sin embargo, la remoción, ya sea producto de una conveniente restauración o de una premeditada decisión no resuelve, ni modifica nada del pasado asignado a esta, con su ausencia se visibiliza la superficial lectura sobre el contexto del personaje y falta de interés para profundizar en él, ser objeto del apasionamiento en un universo de fragilidad, deja de lado por completo, que el ser humano es el único que tropieza dos o más veces con la misma piedra llevándolo a transitar por los mismos parajes sin reconocer que ha estado ahí en anteriores momentos, lo hace cometer los mismos errores, por ello el pasado debe contar con lo que de este quede al presente, ya sea como evidencia para tener presente de donde viene y en donde no debe volver a estar.
La escultura remozada ya no representa a un personaje nada más o un evento, forma parte de la memoria e imagen de la ciudad, se vuelve referente como lo señala la cita de Riva Palacio es la expresión de una sociedad que ya no está, pero dejó referencias de lo que fue, de su intencionalidad de trascender el tiempo, la forma de hacerlo fue en este caso, una evocación del genovés.
Los monumentos son expresiones urbanas de las ciudades, muchos de principio, no son bien recibidos, uno de los casos más conocidos es el de la torre de Gustav Eiffel realizada para la exposición universal de 1889, los parisinos de aquel entonces no recibieron con beneplácito la torre, sin embargo, los franceses de hoy dudo mucho que conciban Paris sin la estructura de acero, el presente es el espacio para la revisión del pasado, el cual debe ser releído con ópticas nuevas, sin duda criticas pero siempre propositivas.
Queda entonces estar atentos al proceso de restauración que no será de poco tiempo, sin embargo, todo lo que empieza tiene una fecha de término, cuando ese momento legue será responsabilidad de todos como ciudadanos, conocer los resultados de la restauración del patrimonio cultural de la ciudad y ser participante de la discusión sobre el destino de la escultura del descubridor de América, Cristóbal Colón.
Jonatan Chávez
Bibliografía
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Fernández- Armesto, Felipe. Colón. Barcelona, CRITICA, 1992.
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‘Gorman, Edmundo. La Invención de América. México, F.C.E. 1995
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Historia General de México. México. El Colegio de México. 2005