#InPerfecciones
Lo importante en lo tocante a Santa Lucía es el uso mediático que representa para legitimar el discurso político –austero- del Presidente López Obrador.
Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx
Puede gustarnos o no el Nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, sobre todo si nos referimos a las categorías formales –si hablamos de arquitectura-, sin embargo, ese tema pasa a segundo término cuando le agregamos el ingrediente de la austeridad republicana, es decir, en términos ideológicos de la Cuarta Transformación hablar de diseños “modernos” o apegados a alguna corriente arquitectónica resulta demasiado ostentoso, al grado de parecer tan ofensivo como el Avión Presidencial que no tenía ni Obama. El punto es que la crítica formal hacia el Aeropuerto en Santa Lucía puede inclinarse hacia lo subjetivo, justo como le sucede al arte en general, el gusto del público puede oscilar tanto como podamos imaginarnos.
Lo importante en lo tocante a Santa Lucía es el uso mediático que se le da para legitimar el discurso político –austero- del Presidente López Obrador, que después de una campaña de descalificación sustentó la cancelación del NAIM en Texcoco con el respaldo de una consulta popular con la que apuntaló la decisión de cancelar la obra insignia del ex Presidente Enrique Peña Nieto, así la responsabilidad del éxito o no del Aeropuerto Felipe Ángeles descansa sobre quienes votaron a favor de cancelar un proyecto que a decir de López Obrador se hubiera convertido en el monumento a la corrupción más grande de la historia.
La lógica apunta a que si aquella ostentosa y ofensiva obra faraónica representaba todo lo malo que la corrupción puede crear, la opción era someterla a una revisión exhaustiva de contratos, proveedores, inversionistas, etc. para sanearla y desde luego castigar a los responsables que en el NAIM habían visto la oportunidad de oro para enriquecerse a costa del dinero de la nación, al menos eso hubiera representado para la 4T no solo un golpe de autoridad moral, era una extraordinaria oportunidad para hacer toda la propaganda posible para el Gobierno de la Transformación tomando por asalto la obra insignia de un Presidente que representaba todo lo repugnante de la política priista de saqueo para convertirlo en un ejemplo de virtud política y económica.
La imagen de la 4T es el fiel reflejo del estado que guardan los proyectos estrella del Presidente López Obrador, en el que se presumen resultados parciales que solo gozan del aplauso de los simpatizantes como parte de un show propagandístico que arropa al Presidente, pero que, contrario al discurso de transparencia se van convirtiendo en sendos monumentos a la opacidad que representan las asignaciones directas que se encuentran clasificadas por cinco años bajo el argumento de la seguridad nacional para rendir cuentas de cómo se están administrando los recursos del país, además de no contar con todas las certificaciones internacionales que respalden no solo su operatividad, sino tambien la calidad con la que deben de contar proyectos del calado de un Aeropuerto Internacional, todo esto pensando en el prestigio del país que tanto se supone preocupa al Presidente.
Con la inauguración de la primera etapa –inacabada- del Aeropuerto Felipe Ángeles, incluida toda la parafernalia que representó hacer aterrizar un avión comercial en una pista que no es para uso civil, quedan muy claras las prioridades del Gobierno Federal, prioridades que tienen que ver con la propaganda del régimen y no con la calidad, al final del día todo lo que sume a la campaña electoral que el Presidente hace a favor de conservar el estatus de mayoría de MORENA en las Cámaras es la meta política; si al Aeropuerto Felipe Ángeles le falta diseño, infraestructura, certificaciones, etc. es lo de menos, al fin que la responsabilidad de esa decisión se la puede sacudir López Obrador acudiendo a la narrativa populista de que el “pueblo bueno” así lo quiso.