Cultura

“Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero…” Santa Teresa.

#Cultura
Estaba escrito que Santa Teresa iba a recorrer la geografía española sembrándola de conventos carmelitanos; la cual alcanzaría las costas más altas de la literatura mística del Siglo de Oro español

 

Adolf Vime
Adolfovillagran1994@hotmail.com

La mística de Santa Teresa.

La joven Teresa, inquieta, rebelde y fantasiosa, dio más de un quebradero de cabeza a su padre, don Alonso Sánchez de Cepeda. Posiblemente por sus raíces judías al padre de Teresa se sorprendió tanto la temprana vocación religiosa de su hija. De poco le sirvió oponerse a ella. Pues estaba escrito que su hija iba a recorrer la geografía española sembrándola de conventos carmelitanos; la cual alcanzaría las costas más altas de la literatura mística del Siglo de Oro español y acabaría por ser la primera mujer doctora de la iglesia.

A pesar de involucrase poco a poco en el medio religioso y de tener una gran pasión por leer libros en especial de santos gracias a su padre; a Santa Teresa no le resulto fácil adaptarse al régimen monarcal. Las tentaciones de la vida mundana y de la enfermedad se interpusieron en su camino una y otra vez. A la postre, sin embargo, los obstáculos acabaron por ser pruebas que fortalecieron su voluntad y le ayudaron a encontrar su camino. Su frágil salud llegó al extremo de que los médicos que la atendían certificaran su muerte en una ocasión: fue la decisión de su padre, convencido de que todavía alentaba, lo que evito que la enterraran viva.

Tan riquísima tradición espiritual fue la que Teresa de Ahumada encontró en el monasterio de la encarnación. Entre sus compañeras de votos había mujeres con una decidida vocación religiosa pero, también otras que, solteras o viudas, encontraban en el convento el refugio necesario. Así, en la Encarnación, las monjas que habían portado su patrimonio y sabían leer eran “de velo negro”, tenían voz y voto en los capítulos y estaban obligadas al rezo de las horas canónicas. Sin embargo, las del “velo blanco”, es decir, las de clase más humilde que ingresaban sin dote debían encargarse de las tareas domésticas y no estaban obligadas al rezo ni participaban en la toma de decisiones conventuales. 

Como bien hice mención en párrafos anteriores el gusto de la lectura por parte de santa Teresa; siendo aún más las lecturas de carácter religioso las decisivas para fortalecer su fe y su vocación. Tres fueron los motivos que hacen de esta llevarla a realizar sus manuscritos: la obediencia a su confesores, que le instaban a narrar las circunstancias de vida espiritual y los dones sobrenaturales que había recibido; la obligación como priora de guiar a sus monjas en las nuevas formas del Carmelo reformado y en la oración como eje de la vida conventual; y, finalmente, la necesidad de expresar y comunicar los dictámenes “de una voz en su interior, la voz del Señor, que se lo estaba pidiendo de continuo”. 

No obstante la mística cumple el plano de ser un don divino que el alma puede alcanzar mediante su propio esfuerzo para, una vez purificada, poder participar de los dones del Espíritu Santo y, tras gozar de la presencia de Dios, alcanzar la perfecta unión con él. 

Concretamente, la mística española del Siglo de Oro tiene una característica peculiar; la unión entre la contemplación pasiva y la actividad más fervorosa. Santa Teresa es un ejemplo perfecto de tal afirmación, ya que sus arrebatos místicos se unían a una frenética labor como reformadora y fundadora. Vivió, según sus palabras, pensando que “obras quiere el Señor”. De ahí que, a causa de su contacto con el mundo real, en su obra literaria se entre mezcla lo cotidiano con las cotas más altas de elevación espiritual. 

Siempre escribió con mucho cuidado. Se sabía en el punto de mira de la Inquisición, ya que se temía que sus textos rozaran algunos de los propuestos de la recién iniciada reforma luterana en Europa. Incluso Santa Teresa llego a quemar algunas de sus obras por consejo de su confesor. Ahora bien, Santa Teresa utilizaba también además de un excelente lenguaje imágenes que presentaba a través de una psicología de sus obras escritas. 

Las expresiones figuradas acuden abundantes. Algunas revisten una riqueza de variantes extraordinarios, acaso a veces inspirada en tratadistas anteriores, pero siempre matizadas y adaptadas al propósito especial que la Santa expone. La mayoría son enteramente originales, aún dentro del círculo de imágenes más familiar a los místicos. En terreno más propiamente suyo encuentra siempre formas vivísimas para explicar lo más abstractos problemas psicológicos. 

Vale la pena decir que, Santa Teresa pretende entre sus manuscritos exponer el recogimiento del alma perturbado por el opera de las potencias: el entendimiento de un “moledor”, con su razonar inútil; la memoria revolotea en recuerdos “como las mariposas de la noche, importunas y desasosegada”: la imaginación es una tarabilla de molino, o bien es la loca que perturba la casa de la voluntad; pero la voluntad, potencia más noble del alma, somete todo este desbarajuste y, al fin, el alma “se engolfa” en Dios, “deshacerse toda en Dios”; en la llama divina de la mariposa inoportuna, la última de todas, “allá se queman las alas: ya no puede más bullir”.

Esto que acabo de hacer mención hace un momento es debido a que santa Teresa en el principio renacentista ella escribe cono habla, pero hondamente modificado, ya que en ella el sentimiento religioso lleva a descartar toda selección de primor para sustituirla por un atento escuchar las internas inspiraciones de Dios. La priora de un convento; debe mirar en la manera de hablar, que vaya con simplicidad, llaneza y recisión; que lleve más estilo de ermitaños y gente retirada, que no ir tomando vocablos de novedades… que se usan en el mundo. 

Así pues, obligada la Santa al esfuerzo de describir su experiencia interior, se dedica con fruición a ello, abriendo ancho campo al análisis de los estados psíquicos cuya descripción ella ha buscado sin resultado en los muchos tratados espirituales que ha leído. Y en su esfuerzo por declarar lo que los libros no acertaban a declarar, el arrobamiento, la unión del alma con Dios, agotada al fin de la eficacia de los símiles, sus palabras no caben en sí, embriagada de amor celeste; desbordan y se derraman del molde habitual, queriendo expresar lo inefable de la erótica mística. 

Se considera pues, que ha llegado el momento de las expresiones paradójicas, de los adjetivos en antítesis de las anomalías pugnantes con la habitual llaneza de la Santa, para dar a entender de algún modo aquel desasosiego sabroso del alma, la gozosa pena en que se anega, hasta que rendida al esfuerzo en palabras sin concierto que sólo Dios concierta.

 Al fin de cuentas, sus tesis no eran más que el resultado de su propia experiencia y la exaltación de la oración como el único medio de relacionarse con Dios. En seguida, lo que llevo a santa Teresa a escribir con el estilo que ella escribía se debía a que; su espíritu se había formado al calor de devotas lecturas franciscanas, fruto de la reforma española de Cisneros, cuando ante el peligro de la reforma protestante no se hacía sentir, viene por tanto a florecer bajo la llamada contrarreforma, o reforma católica de Trento, en un ambiente del todo contrario, sólo tres altos después de la prohibición empieza a redactar su propia vida, se ve entonces obligada escribir en romance cuando, los libros contemplativos sufrían una ruda guerra de descrédito; haciendo que esta se vea privada de la lectura, atenida sólo a los recuerdos de lo leo mucho antes. 

No eran suficientes los recuerdos, y desde el comienzo Santa Teresa se encontró con el recelo de muchos doctos, hostiles a que las más arduas cuestiones teológicas fuesen tratadas en lengua vulgar y además por una mujer sin estudios, que trastocaba los vocablos usuales en las escuelas, como es llamar unión a la éxtasis, teología mística al rapto y cosas semejantes. En resumen, la lengua española, azor cuyos ojos han sido descubiertos a la luz, se lanza con Santa Teresa a un nuevo, atrevido vuelo de altanería persiguiendo a la garza perdida en el impenetrable azul del cielo. Lenguaje férvido, enajenado, no ya más hablado que escrito, sino más sentido que hablado. 

Luego de iniciar a escribir sobre su vida; Santa Teresa deja una serie de varios manuscritos en los que ella remembra su infancia, o bien trabajos y dificultades antes los que se había debido enfrentar a la hora de llevar la práctica de reforma ya antes mencionada y fundar nuevos conventos. De hecho su escrito son lo más fiel para llegar a conocerla. No en vano cuando envió el manuscrito de la Vid a su confesor, le escribió: “aquí le entrego mi alma”. 

La vida no es una autobiografía al uso, sino que en ella intercala recuerdos personales, incluso los más íntimos, con reflexiones sobre la oración, consejos para purificar el alma y la narración de sus propios transportes místicos.

 

#InPerfecto 

Fuentes:
https://comunicacionyverdad.com/la-mistica-de-santa-teresa-de-jesus/