#InPerfecciones
“En el pasado, eras lo que tenías. Ahora eres lo que compartes” -Godfried Bogaard
Pablo Ricardo Rivera Tejeda / @PabloRiveraRT
pricardo.rivera@gmail.com
¿Cuántas horas pasamos en el celular, viendo redes sociales o conversando con alguien vía internet? Las notificaciones sonando constantemente en el celular, son un común escenario que día con día han formado parte de nuestra cotidianeidad. Sin embargo, es inevitable que nos preguntemos si lo que vemos en plataformas o experimentamos al interactuar con algoritmos es veraz o no.
Primero, debemos entender que, desde el principio de los tiempos, la humanidad ha tenido una característica inamovible, siendo esta que todo aquello que ve, lo utiliza como información con el fin de tomar decisiones y crear su realidad.
Ahora bien, las redes sociales han tenido tanto éxito en la sociedad actual, ya que uno de los fines principales de estas es el guardar memorias o recuerdos para acceder a ellos las veces que queramos y cuando queramos. Es simple, pues el patrón explicado no se rompe, siendo así que mientras más tiempo pasemos en dichas plataformas, más información vemos, lo que inevitablemente nos lleva a un vicio, no solamente nuestro sino de la propia verdad.
La digitalización, si bien ha implicado un progreso social, económico y cultural a lo largo del tiempo, también debe ser juzgada por sus últimas consecuencias y resultas. No es extraño ver como las cifras de los casos de depresión en niños, jóvenes y adultos han crecido drásticamente, siendo sencilla la explicación para esto, y es que no existe peor castigo a uno mismo, que el crearse falsas expectativas provenientes de una realidad perfecta, que nosotros mismos a través de redes sociales hemos creado.
Ahora bien, la verdad es un concepto abstracto, y muchas veces subjetivo hasta en su comprensión, pero de manera general se concibe como la coincidencia de una afirmación o negación con los hechos que estas suponen. No obstante, la verdad se ha visto digitalizada, y aquello que antes era verdadero por ser visto, expuesto y demostrado, ahora se ha denigrado hasta un punto en el que un “tweet”, un “post” o alguna otra publicación, representa para los usuarios una eterna e inamovible verdad. No es extraño que la desinformación exista en niveles nunca vistos, pues si las propias personas nos dejamos influenciar a tal grado que las redes construyen nuestra verdad, arrebatándonos así cualquier halo de libertad, cómo es que esperamos tener verdad certera cuando nosotros mismos provocamos la incertidumbre.
Finalmente, no hay manera de ocultar el daño que las redes sociales nos han provocado, pasando desde la construcción de realidades falsas basadas en un positivismo tóxico, hasta no saber qué es la verdad y qué criterios son los apropiados para tomar decisiones. No obstante, sería incorrecto negarles a las redes todo el progreso que han provocado, aún así, este queda opacado al ver sus propias repercusiones, tales como los conflictos por falsa información, la estafa, las mentiras y engaños, entendiendo también que parte de la humanidad se ha ido perdiendo en nuestra sociedad, estando cada vez menos distantes a las máquinas que a un ser vivo, racional y social.