Editorial

INTOCABLES.

#InPerfecciones
“La élite de intocables militares hace su arribo a la escena política mexicana más como advertencia a los detractores al régimen que como garantía de seguridad.” 

 

 

Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx

 

La honorabilidad de las Fuerzas Armadas en México representa uno de los elementos distintivos y emblemáticos que se encuentran incrustados en el imaginario colectivo nacional, este concepto ha cobrado una relevancia fundamental en el discurso presidencial que ha hecho las veces de campaña para dotar a las fuerzas armadas de una imagen mas afable frente a la opinión pública.

 

Las Fuerzas armadas en México, se han visto en el ojo del huracán en múltiples ocasiones por su actuación en conflictos de índole social, aspecto que las ha dotado de una dualidad que oscila entre el respeto y la reticencia; el argumento simplista que señala que los integrantes de las Fuerzas Armadas solo siguen órdenes representa la indulgencia colaborativa que termina por encubrir los abusos de autoridad y fuerza que se han documentado en contra de la población civil en México; argumentos como el utilizado por el Presidente López Obrador que señala qué “el Ejército es pueblo uniformado”, es una forma de insertar en la narrativa militarista la figura del pueblo, qué, además de uniformado -y armado-, se encuentra bajo sus órdenes. 

 

De este modo podemos advertir la intencionalidad por suavizar la presencia del ejército en las calles, que si bien no es algo nuevo en México, deja de manifiesto la continuidad sistemática con la que poco a poco se busca normalizar su presencia cotidiana a pesar de las múltiples denuncias por abusos cometidos por integrantes del ejército, qué, evidentemente no se encuentran capacitados para atender a la población al cubrir labores de seguridad pública y no por falta de capacidad o entrenamiento, sino porque la naturaleza de las actividades castrenses se fundamenta en la fuerza a partir de una estrategia en la que el objetivo es cumplir con las órdenes en tiempo y forma

 

Constitucionalmente, las labores de seguridad pública deben encontrase en manos de cuerpos civiles o al menos así se encontraba establecido hasta que la iniciativa para incorporar la Guardia Nacional a la SEDENA se cristalizó en el Senado de la República, aspecto que dificultará la impartición de justicia en materia de abusos cometidos a la población ya que los militares se encuentran bajo un código de justicia diferente al que tiene que ver con el ámbito civil, no podemos olvidar los casos denunciados al interior del Ejército por concepto de violaciones o actos imprudentes que han quedado bajo una total opacidad, y, aunque la minuta aprobada por el Senado donde se aprueba la presencia del Ejército en labores de Seguridad Pública hasta el 2028 señala qué habrá de someterse a revisión la actuación de la Fuerza de Seguridad Pública Militar, lo que ha quedado de manifiesto es la reticencia de los altos mandos militares a someterse al escrutinio del poder civil; sin duda erradicar el encubrimiento e impunidad al interior del Ejército se antoja complicado. 

 

Sin embargo, el empoderamiento económico y evidentemente político del Ejército ha dejado muy claro que la élite de intocables militares tiene un nicho muy especial en el proyecto político de López Obrador, de manera deshonesta y cínica el Presidente abandonó el discurso de campaña que ofreció regresar a los militares a los cuarteles, López Obrador que llegó a denunciar la actuación de los militares en su contra cuando era dirigente político y social en su natal Tabasco, hoy, es el mejor amigo de los otrora represores por excelencia del Aparato de Estado, a los militares, hoy, López Obrador los protege como dice proteger al pueblo bueno, les evita la vergüenza de exponerse a una comparecencia en el Senado de la República bajo las enaguas de la Secretaria de Seguridad Pública Rosa Isela Rodríguez, utiliza de manera facciosa la figura del Secretario de Gobernación Adán Augusto López para disculparlos y de paso llamar hipócritas a los que critican la presencia del Ejército en las calles pero que a su vez solicitan que la seguridad pública sea implementada con eficiencia, manifestando sutilmente qué los militares serán utilizados de manera discrecional para presionar a los opositores políticos.  

 

La élite de intocables militares hace su arribo a la escena política mexicana más como advertencia a los detractores al régimen que como garantía de seguridad, los postulados de la izquierda mexicana oficialista encabezada por López Obrador, han sido no solo derrotados sino traicionados por el militarismo de closet que el Presidente deja de manera patente como una política de Estado sutilmente neoliberal y  desde luego muy antidemocrática.    

 

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