#InPerfecciones
“Los inocentes que mueren por causas nobles, descansan de una realidad peor que el mismo infierno”.
Pablo Ricardo Rivera Tejeda / @PabloRiveraRT
pricardo.rivera@gmail.com
Desde hace años, el pueblo de México ha tenido que lidiar con infinidad de problemas como crisis económicas, inimaginables niveles de corrupción, abusos y desigualdad. No obstante, uno de los más graves y con cifras cada vez más devastadoras es la inseguridad ¿Desde cuándo nos es rutinario ver que todos los días aparecen muertos en las portadas de los periódicos?, ¿en qué momento nos dejamos de escandalizar por la presencia del crimen organizado en casi todos los ámbitos de nuestra sociedad?, ¿cómo es posible que el Estado se preocupe más por el bienestar de los criminales que el de los mismos ciudadanos? Sin duda, estas son muchas interrogantes que no tienen respuestas sencillas, y mucho menos, agradables.
Varios momentos han sido los que han dejado huella con relación a la inseguridad en nuestro país. La famosa “Guerra contra el narco”, impulsada por el expresidente Felipe Calderón, marcó un antes y un después en temas de seguridad. Anteriormente, durante el sexenio de Vicente Fox, se registraron poco más de 60,000 muertos, siendo este un resultado favorable considerando que la cifra fue menor que en gobiernos pasados. Sin embargo, tras la llegada de Calderón y su estrategia para combatir al crimen organizado, los homicidios dolosos en nuestro país incrementaron como nunca antes se había visto, doblando la cantidad de muertes y dejando a un país bañado en sangre de inocentes por culpa de aquellos en el poder. Así también, es condenable que aquel que fuera Secretario de Seguridad Pública en ese momento: Genaro García Luna, –quien por cierto ahora está sometido a proceso por vínculos con el narcotráfico–, fuera el encargado de llevar a cabo dicho plan macabro, pero sobre todo, despiadado. ¡Qué ironía!, una guerra contra el narco sería encabezada, ni más ni menos, que por otro criminal, uno por cierto, muy cercano al expresidente.
Y aún así, muchos se excusan diciendo que usar el poderío militar sin tan siquiera pensar lo que esto conllevaba, fue una estrategia digna de admiración. Las madres y padres que perdieron a sus hijos y los niños que quedaron huérfanos víctimas de dicha tragedia, ¿dirán lo mismo? Primero, desatar una batalla voraz y destructiva no debe ser nunca, bajo ninguna circunstancia, la primera opción para combatir un problema, pues si algo hemos aprendido a lo largo de la historia es que la guerra no deja más que resentimiento y caos. También, un error clave fue que en dicho combate no se desmantelaron las organizaciones, sino que solo se cortaron las cabezas de estas, lo que en un futuro daría paso a las disputas por el control de los cárteles, dejando así, todavía más muertos y daños irremediables. Pero bueno, ¿qué se podía esperar de esta guerra fallida si sus “héroes” fueron sobornados para proteger las actividades de los mismos contra los que luchaban?
A pesar de esto, no creo que quedarse en el pasado sea lo correcto. México no necesita recordar los momentos trágicos de su historia, sino tomar acción para que no surjan más.
Hoy en día, y desde que el presidente López Obrador llegó al poder, la seguridad ha sido un tema recurrente, pues contrario a sus promesas en campaña, el crimen no ha disminuido, y por ende, tampoco los homicidios ni la violencia dentro del país. “Abrazos, no balazos” resume en pocas palabras la estrategia a la que el gobierno se ha apegado. Aun así, en lo que va de su sexenio, se han registrado la mayor cantidad de homicidios en la historia de nuestro país, –siendo que aún le faltan dos años para concluir su mandato–, dejando en claro que su mágico plan, al igual que la estrategia de Calderón que tanto critica, ha fallado.
“La política es el arte del engaño”, decía Nicolás Maquiavelo. Esa misma aseveración la vemos reflejada en la actitud de López Obrador. En todas sus mañaneras, el presidente afirma que se está atacando al crimen organizado, que se hacen esfuerzos admirables y sobre todo, que la culpa es invariablemente del pasado. A mi parecer, no es válido juzgar al expresidente cuando él, felizmente saluda a la madre de un narcotraficante como lo es “El Chapo Guzmán”. Es contradictorio aseverar que se busca terminar con la inseguridad cuando se ordena liberar a Ovidio Guzmán, hijo del “Chapo”quien es, al igual que su padre, un delincuente. Es incoherente que se busque proteger a los ladrones y asesinos más que a los propios civiles, y no solo eso, pues vemos cómo las fuerzas del Estado, las cuales nos deberían proteger, son sometidas por el poder del crimen en nuestro país.
Esta semana, como pocas al menos para la memoria, el país ha sido un completo campo de batalla, lleno de desastres, incendios, muertes y heridos, muchas veces son inocentes. Un país que se sume en el abismo de la inseguridad y del crimen organizado, dando al menos la impresión de ser un Estado fallido, en el que ya ni siquiera puede defender a los más indefensos. Transportes públicos quemados, gasolineras y demás comercios fueron víctimas del capricho y mal manejo presidencial.
AMLO fue uno de los más críticos de la militarización del país en sus tiempos como candidato. Parecía ser un luchador social con convicciones bien definidas y congruente de verbo y acción, no obstante, al promulgar un decreto por el que la Guardia Nacional –que supuestamente tenía un carácter “civil”–, dejará de ser manejada por la Secretaría de Seguridad Ciudadana y pasará a ser dependiente de la Secretaría de la Defensa (SEDENA) –lo cual implica militarización–, siendo que la congruencia de López Obrador ha quedado ya muy lejos, y ha demostrado, en gran medida, que debe tomar medidas drásticas para tratar de remediar el desastre de nuestro país en cuestión de seguridad.
¿Cómo es posible que la alcaldesa de Tijuana, Montserrat Caballero, pueda decir que el crimen organizado cobre facturas a quienes no pagaron? Esto, verdaderamente no hace más que demostrar la debilidad del gobierno ante el crimen, pero sobre todo, la sumisión de aquellos que deberían proteger a los más vulnerables.
El estruendo de las armas habla por sí solo. El llanto de las personas que han perdido a seres queridos en esta estúpida cruzada, se hace cada vez más fuerte. El río de sangre que existe en el país, pasa a ser uno más caudaloso. Los inocentes que mueren por causas nobles, descansan de una realidad peor que el mismo infierno.
Señor Presidente, a pesar de que simpatizo con algunas de sus ideas, lo único que le puedo decir es que se ha convertido en aquello que tanto odiaba. Ha dejado que los errores de sus predecesores lo hagan cometer a usted, unos incluso mucho peores. Aquello de lo que tanto se quejaba, es y será ahora distintivo de su administración. Yo que usted, mejor me preparaba para los balazos, porque a mi parecer y si todo sigue igual, pocos le darán abrazos.
México ha sido víctima de muchos problemas, y si bien siempre se ha sabido levantar, las cicatrices nunca se van. El crimen carcome poco a poco los cimientos de un pueblo honesto y trabajador, ya sea por delincuentes como Felipe Calderón, o cómplices hipócritas como López Obrador. Lo cierto es que nuestro país está al borde del colapso, el miedo se percibe por las calles y las vidas humanas que, día con día se pierden, se vuelven simples números en una estadística más. Esperemos que nuestro territorio no se ahogue en la inseguridad o el llanto de las víctimas, pues hasta hoy, lo único innegable es que hay muchos balazos y pocos abrazos.