#Cultura
“Más aún, lo vemos en blanco o negro (o mejor dicho, oscuro, para que no se me ofendan).”
Ricardo Sandoval / @LuisRSandoval5
luizandcar18@gmail.com
Empezaré este ensayo con un par de definiciones sobre la palabra “inquisición”. La primera proviene del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (la RAE), que da tres significados a la palabra inquisición: 1) Acción y efecto de inquirir; 2) Tribunal eclesiástico que inquiría y castigaba los delitos contra la fe; 3) Cárcel destinada a los reos pertenecientes al antiguo tribunal eclesiástico de la inquisición.
Si bien, la primera definición proviene de una fuente de mucha confianza, demos ahora una visita a Wikipedia; infame página por ser conocida popularmente porque cualquier persona la puede modificar. Lo que está página dice es lo siguiente: …hace referencia a varias instituciones dedicadas a la supresión de la herejía, mayoritariamente en el seno de la iglesia católica… sus víctimas eran seres humanos e incluso animales, acusados de brujería o de homosexualidad; en 1600.
Basta con ser alguien racional para no juzgar a alguien sin tener las pruebas pertinentes o de menos, el contexto general de lo que ocurrió. Pero no siempre es así. Esta capacidad de discernir es lo suficientemente fuerte como para creer que lo que ves desde tu perspectiva es correcto o incorrecto. Ejemplos hay muchos y los vemos a diario: que si los opositores al gobierno mexicano hacen circo, maroma y teatro para atacar al presidente, diciendo que existe un supuesto ultraje a la libertad de expresión; cosa irónica, porque usan dicha libertad de expresión, lo ocurrido en un partido de un deporte-espectáculo como lo es el futbol el sábado pasado, que si ciertos libros no concuerdan con mi pensamiento y los uso para atacar, como sucede con La Biblia.
Actualmente se necesita de un teléfono celular, estar en el momento y lugar adecuado para hacer “famosos” a personas que perdieron los estribos e insultan a diestra y siniestra por algo que ellos mismo creyeron que estaba mal o no cumplía con sus expectativas. Una vez puesto en el internet es libre de usarse para beneplácito morboso, de entretenimiento para cada uno de nosotros. De esa manera nos convertimos en inquisidores en el coliseo romano de las redes sociales.
Aunque, ¿cuántas personas inocentes han sido afectadas por esto que se acaba de mencionar?, ¿cuántos lores y cuántas ladies se hicieron famosos por esta situación?; antes, un poco de contexto al respecto: estos términos de lord y lady es un título que se otorga, generalmente, en la corona británica. Es decir, un título que le da derecho y poder (dependiendo de ese mismo título es el límite de poder que puede tener este lord o lady). En cambio, en México se utilizan estos términos de manera irónica para hacer referencia a personas que se creen que pueden abusar de su suerte y hacerse pasar por gente importante. Normalmente, suelen ser personas con alto poder económico quienes menosprecian o insultan a personas que consideran no estar en su nivel socioeconómico. Es una sátira de los títulos británicos.
Dicho lo anterior, la tendencia de lores y ladies mexicanos sigue en aumento; vale aclarar que cuando se habla en plural, está bien dicho decirles lores y ladies, como se usará a lo largo de este escrito.
Que si se quejan de que la pandemia es un invento de los gobiernos para mantener el control a la población, que si el uso del cubrebocas va en contra de la voluntad de Dios y si Él hubiera querido, naceríamos con ese objeto en lugar de boca. U otra razón de quejas es al presidente de México Andrés Manuel López Obrador, que si hace o dice algo, es atacado por los miles de lores y ladies. A su vez es defendido por los millones de la población restante. Quienes lo atacan quieren su renuncia, alegando que está llevando al país al despeñadero o que si el control de la pandemia es nula e inexistente por la cantidad de muertes que lleva únicamente México. Nota al pie a mitad de este escrito: esta pandemia del COVID-19 es mundial. Que si el hijo del presidente y su supuesta Mansión del Poeta Bienestar, o que si da una postura o no sobre el conflicto que ocurre al este de Europa. Incluso, echarle la culpa al gobierno actual de lo ocurrido el sábado pasado en la ciudad de Querétaro. Ya que hay otro dicho popular que dice que el deporte es reflejo de la sociedad. Hay un 50/50 de verdad al respecto, pero no hablaré de ese tema, sino más adelante.
Tal vez nos hayan negado algún servicio, desde ir a un centro comercial y no acatar las medidas de seguridad (que son para los demás, no para uno mismo); a ir por una pizza o un café y amenazar a los trabajadores del lugar. Hacemos un berrinche al no obtener lo que queremos y exigimos que se nos dé acceso al mismo, como si de niños se tratasen.
Todos y todas tenemos traumas de nuestras infancias. Suelen ser esas patologías mal encaminadas lo que hace que entren al ruedo y sirvan de comidilla al espectador ávido de salir de la rutina. Esas personas, lores y ladies que desde pequeños son perdonados por sus fases rebeldes, llamándolos excéntricos o que solo es una etapa en su vida.
Marshall Berman, en su libro Todo lo solido se desvanece en el aire, recuerda la modernidad líquida de Zygmunt Bauman: para que la gente, cualquiera que sea su clase, pueda sobrevivir en la sociedad moderna, su personalidad deberá adoptar la forma fluida y abierta de esta sociedad. Y continua: Los hombres y mujeres modernos deben aprender a anhelar el cambio: no solamente estar abiertos a cambios en su vida personal y social, sino pedirlos positivamente, buscarlos activamente y llevarlos a cabo.
En efecto, el humano es complicado, las relaciones interpersonales también lo son. Es humanamente válido estar en desacuerdo, siempre y cuando exista la posibilidad de escuchar los argumentos de los demás. Mucho se cree que un debate es para imponer una opinión o un hecho, cuando es para ganar más información, saber si nuestros conocimientos son endebles y necesitan fortalecerse o, por el contrario, se sostienen y logran ayudar a los debatientes a que sepan más de un determinado tema. Pero la tergiversación del término “debate” para imponer una idea o acto es lo que va en contra de la naturaleza de los hombres y de las mujeres. No se adoctrina para ganar seguidores, sino para ganar conocimiento que nos puede ayudar en nuestra vida diaria.
Hay peligros no medidos por parte de la juventud que trata de demostrar, de la manera que sea posible, que están aquí vivos, porque es su única esperanza antes de que todo desaparezca. Esa misma inconsciencia actual que se hace ahora es porque no lo hicimos cuando éramos chicos y al mismo tiempo, nos sorprende de ver a los jóvenes hacer y deshacer sin importarles sus propias vidas, no les importan sus familias y mucho menos ellos. No se toman nada en serio, pero sí todo lo que, supuestamente, tenga un dejo de intolerancia u odio, aunque no vaya dirigidos a ellos en específico.
Como sociedad no nos gusta dejarnos llevar por el raciocinio. Que si nos hace falta empatía, sobretodo en esta época donde nos ocultamos detrás de la pantalla del celular o computadora. El exceso de información puede ser usada en contra de una persona. No es justificación tampoco a los lores y ladies, quienes, después de cierto tiempo y escarmiento, sacan videos disculpándose que estaban estresados y no debieron actuar de esa manera. Todo después de haber sido despedidos de sus respectivos trabajos, pero su actuar ya se quedó en la red para toda la vida.
Más aún, lo vemos en blanco o negro (o mejor dicho, oscuro, para que no se me ofendan). No hay un punto medio en el cual podamos ver ambas partes. Siempre tomando posturas que están lejos de favorecernos. Eso está bien, pero decir que los demás se equivocan, sin que haya un examen de consciencia personal por el hecho de tener una cultura distinta, una educación distinta, raya en la paranoia.
Me vienen algunas frases que Marguerite Yourcenar escribió en su libro Memorias de Adriano, traducido al español por Julio Cortázar (Editorial Sudamericana S.A. 1955; Primera edición en México, marzo de 1981, décima sexta reimpresión, marzo de 1992):
Como todo el mundo, sólo tengo a mi servicio tres medios para evaluar la existencia humana: el estudio de mí mismo, que es el más difícil y peligroso, pero también el más fecundo de los métodos; la observación de los hombres, que logran casi siempre ocultarnos sus secretos o hacernos creer que los tienen; y los libros, con los errores particulares de perspectiva que nacen entre sus líneas (pp. 30).
La inquisición social no es solo parte de la iglesia (a cualquiera que se pertenezca). Yo, por mi parte, voy a seguir inquiriendo y adquiriendo conocimiento, porque digan lo que me digan, usaré una frase que los inquisidores, lores y ladies mencionan, de manera directa o no: “es mi libertad de expresión y me la estás coartando si no me escuchas y si no, pues atente a las consecuencias (violentas) de mis actos y de aquellos que piensan igual que yo.”.
Continua el mismo libro con otra cita: la observación de directa de los hombres (vale aclarar que cuando dice “hombres” se refiere a la humanidad en general, incluyendo a los “binarios y otras especies actuales, ya que recuerden, fue traducida por Cortázar en 1955); es un método aún más incompleto, que en la mayoría de los casos se reduce a las groseras comprobaciones que constituyen el pasto de la malevolencia humana. (pp. 31).
Hay que seguir debatiendo a los lores y ladies para cuestionar su actuar ante diferentes, vamos a llamarles, contratiempos. Como viven el aquí y el ahora, lo demás y los demás no importamos. Ellos tienen el poder momentáneo pero sobretodo, la fama temporal que soñaron con tener de la televisión y no pudieron lograr. Me hace dudar de la naturaleza humana, de querer llamar la atención a cualquier costo para saciar su ego. Pero aunque sigan apareciendo lores y ladies, el coliseo romano de las redes sociales va a estar a su máxima capacidad, a su vez, el internet, como un depredador, espera paciente a su próxima presa. Tratamos de no perdernos, por morbo, a la siguiente victima que pierda los estribos, olvidando que nosotros podríamos ser los siguientes actores que sacien la furiosa hambre de las redes sociales.
Para terminar, no estoy aquí poniéndome la playera de moralista desde mi palco en el coliseo de las redes sociales, solo estoy expresando mi opinión sobre un tema que me parece interesante como lo son los linchamientos mediáticos, porque, desafortunadamente, forman parte de nuestra sociedad actual.
¡Hasta la próxima!