#InPerfecciones
“El conflicto con el periodismo crítico no representa por si mismo un problema, siempre y cuando no trastoque la base del discurso lopezobradorista”
Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx
La molestia de López Obrador a lo largo de las últimas semanas, ha revelado una faceta del Jefe del Ejecutivo digna de analizar; lejos de mostrarse como un político pragmático, el Presidente se ha enganchado en una espiral de excesos discursivos que lo exhiben no solo como un político caprichoso e iracundo, este personaje está dispuesto a ocupar de manera discrecional y facciosa el poder que detenta en contra del ejercicio periodístico que ha destapado temas bastante delicados sobre su administración y que han lastimado a su círculo político y familiar cercanos; pero la parte más afectada no es precisamente la honorabilidad de su familia, la causa del enojo radica en la precepción y evidente contraste con el discurso de austeridad y superioridad moral que enarbola toda la perorata de López Obrador, ahí si, como se dice coloquialmente, “no le toquen esa canción”.
La sobre reacción acusa algo más que una simple reyerta personal que tiene el del Jefe del Ejecutivo en contra de un periodista –o varios-, la lectura de este conflicto, además de la evidente persecución a periodistas críticos, es preocupante porque también se ocupa como plataforma para atacar de manera sistemática a instituciones autónomas que no cuentan con el repertorio dentro sus atribuciones para atender las arbitrarias peticiones del Presidente.
La narrativa se han volcado nuevamente en contra del Instituto Nacional Electoral (IFE) y del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), a las que se les acusa de complicidad, encubrimiento y corrupción, en favor de los opositores al régimen de la Cuarta Transformación, además de cuestionar la existencia de dichos institutos, so pretexto de lo oneroso que representa para el erario público mantenerlos en operación, es decir, bajo la óptica presidencial, si no me sirves, ¿entonces para que te necesito? Resulta claro que al conflicto generado a partir de una investigación que involucra a uno de los hijos del Presidente se le esta ocupando para nutrir el asedio a los organismos autónomos que han sido descalificados por el Jefe del Ejecutivo que ha manifestado entre líneas que estorban a los fines de implementación de la Cuarta Transformación.
Abrir estos frentes de batalla le ha representado a López Obrador buenos dividendos para polarizar a la opinión pública que se encuentra discutiendo de manera estéril si la respuesta, postura y actitud han sido correctas o no, sin embargo, la discusión debería estar centrada en la actuación del Jefe del Ejecutivo y si ésta se encuentra apegada a la normatividad jurídica, normatividad a la que constitucionalmente se encuentra obligado el Presidente a respetar, ya que las instancias a las que se puede acudir para denunciar un ilícito se encuentran perfectamente delimitadas para abrir las investigaciones correspondientes en caso de tener los elementos suficientes para acusar formalmente a cualquier ciudadano que haya incurrido en un ilícito, sin embargo, López Obrador se empeña en revelar que es un ignorante selectivo, dispuesto a brincarse las instancias correspondientes para la correcta aplicación de la ley, barnizando la flagrante violación de cualquier instancia legal con el discurso de la superioridad moral y el supuesto interés del pueblo para revelar quienes son los golpeadores que financian los ataques en su contra.
Para el Presidente el conflicto con el periodismo crítico y los opositores a su régimen no representa por si mismo un problema, siempre y cuando no trastoque la base de su discurso, un discurso que se ha perfeccionado y enriquecido con elementos dirigidos para encontrar eco en el rencor irracional de la fanaticada “lopezobradorista” que acusa el mismo síndrome de ignorancia selectiva y reticencia por la observación de la ley porque resulta que dicha ley no se apega a la justicia, y claro que nos referimos a un concepto de justicia muy “lopezobradoriano”.
Resulta vital para la reflexión señalar que quién se encuentra a prueba para entregar buenas cuentas en materia de seguridad, salud, economía, empleo y política social es el Presidente López Obrador y el grupo de personajes que acompañan a su administración; la estrategia de enfrascarse en conflictos de índole personal y utilizarlos para socavar la vida institucional para diluir la atención de los problemas torales del país amañando la narrativa está tensando el ánimo de la sociedad civil, que, mientras se encuentra “trenzada” en discusiones estériles, no está advirtiendo la tendencia que va tomando el régimen hacia un estado intransigente, totalitario y de culto exacerbado a la figura presidencial en el que disentir de la opinión monopolizada del Presidente representará una afrenta al nivel de la traición y que ameritará castigo de cárcel –en el mejor de los casos-; tomando con mucha seriedad ese escenario, a la postre no habrá lágrimas que conmuevan a un personaje que se revela más como un dictador que como el mandatario de una república democrática.