Editorial

LÁGRIMAS Y REVANCHA.

#InPerfecciones
“Exponer los conflictos con el periodismo crítico, está revelando una faceta del Presidente desconocida pero no inadvertida.”

 

 

Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx

Cuando un político adorna su perorata con la frase “me comprometo a respetar la ley”, ya tenemos un problema, esto, porque por principio de cuentas todos los ciudadanos se encuentran obligados a observar el cumplimiento de la ley, obviamente no está a discusión si hacerlo es opcional, de modo que, cuando un político pone sobre la mesa dicho ofrecimiento, hay que recordarle que no es necesario que se comprometa a lo que está obligado jurídica y constitucionalmente; también es necesario señalar que los políticos que si respetan y cumplen con la ley no le están haciendo un favor al país o a los ciudadanos, como ya lo he señalado, es su obligación, es más, reciben un sueldo por ello, porque madres de la caridad no son.

 

Lo mismo pasa cuando se llenan la boca diciendo que habrán de “respetar las libertades” y “los derechos humanos” o incluso cuando caen en el exceso de prometer que “no robarán, no mentirán y no traicionarán”, porque, aunque parezca algo cotidiano o parte de un protocolo sobrevalorado, todos los servidores públicos juran cumplir y hacer cumplir la ley, y así no fuere ¡que la nación se los demande!, en ese entendido, no tendría por que causar molestia alguna que se le exija a un servidor público que rinda cuentas.

 

Sin embargo, parece que los políticos son alérgicos a rendir cuentas o a “cumplir y hacer cumplir la ley”, al contrario, son más aficionados a la opacidad y a lo ininteligible de los discursos, y tan es así, que sus exposiciones terminan siendo extensas homilías saturadas de pretextos; se han vuelto tan adictos a la hipersensibilidad que han desarrollado un delirio de persecución tan enfermizo, que es digno de un acucioso tratamiento psiquiátrico; la tónica del comportamiento de los políticos acusa un grave déficit de atención; están más concentrados en alimentar las reyertas personales que en atender los asuntos para los que fueron electos, su agenda se encuentra llena de compromisos más encaminados al lucimiento personal y a la propaganda de sus administraciones con el objetivo de mantener un estatus de popularidad que les reditúa políticamente tanto en la narrativa, que se aferran a el con tal vehemencia que poco les importa que este sea un clavo ardiente.

 

El vicio en que se ha convertido para la narrativa presidencial alimentar y exponer los conflictos con el periodismo crítico, está revelando una faceta del Presidente desconocida pero no inadvertida –después de todo bien dicen que nunca se termina de conocer a la gente-; paralelamente es importante señalar que el tiempo para la administración “lopezobradorista” se le está viniendo encima, el cumplimiento de los compromisos en algunos casos se encuentra a la vuelta de la esquina, en otros casos el tiempo ya los rebasó y por supuesto, selectivamente no se hace mención de ello, por ejemplo,  ¿qué fue del ofrecimiento de investigar y exponer las irregularidades de los fideicomisos desaparecidos? ¿dónde están todas las denuncias y los procesos en contra de los responsables por desvío de recursos de todas las dependencias de Gobierno? ¿dónde están los resultados en materia de seguridad que se ofrecieron un año después de tomar posesión?.

 

La suma de todos estos pendientes mete mucha presión al Ejecutivo, pero resulta mucho más fácil para López Obrador encaramarse ahí donde se siente más cómodo –para evitar tener que responder-, justo en medio del conflicto defendiéndose como gato boca arriba desmintiendo y minimizando los escándalos expuestos en su círculo político y familiar cercanos; que fácil resulta para López Obrador hacer uso de la investidura presidencial –cuando le conviene- para hacer uso faccioso del poder, que fácil resultó para López Obrador linchar a sus opositores trepado en el pedestal de la Presidencia, claro, es mucho más fácil y más cómodo –por no decir cobarde- anunciar que “no me voy a dejar” a sabiendas que puede disponer de todo el aparato de gobierno al que considera puede utilizar de manera discrecional para solventar sus revanchas políticas y personales.

 

Es el mismo López Obrador quién acusa haber sido víctima del uso faccioso del poder cuando se encontraba en su natal Tabasco, narra la persecución de la que fue objeto el y su familia y desde luego que su anécdota se suma a muchas otras historias de persecución que han tenido que soportar muchos mexicanos críticos del Gobierno, sin embargo, con todo y esa experiencia descrita en carne propia por el Jefe del Ejecutivo, tiene la desfachatez de torcer la narrativa propia de sus actos para decir que lo que hace nada tiene que ver con la persecución y la represión de baja intensidad, es decir, se convirtió en lo que tanto pregonó combatir; el tema no es si el Presidente llora por la exposición y las  supuestas calumnias de las que son objeto sus hijos, el tema radica nuevamente en el chantaje político-emocional que utiliza López Obrador para desviar la atención de un conflicto que lejos de aclarar, se han encargado el sus asesores de sumarle más irregularidades que sin explicación, lo único que acusan es la flagrante corrupción que se ha fomentado durante esta administración y que ha desdibujado el concepto de la superioridad moral del Presidente, concepto que comienza a apestar a rancia y tradicional corrupción.

 

¿Y por qué tendríamos que conmovernos con el llanto del Presidente? ¿Acaso el Presidente se conmovió con las madres de desaparecidos que no se dignó a recibir el 10 de mayo pasado mientras presentaba a Eugenia León en la mañanera?, ¿acaso al presidente  le conmueve la muerte y desaparición de jóvenes en Zacatecas? ¿acaso le conmueve al Presidente la muerte de periodistas que tambien son madres y padres de familia? ¿acaso le conmueve al Presidente la violación, muerte o desaparición de mujeres? ¿acaso le conmueve al Presidente saber que mucha gente ni tiene empleo ni que llevarse a la boca en su país de las maravillas?, no señoras y señores, lo que le conmueve a López Obrador es bajar en las encuestas, lo que le conmueve son las plazas llenas de ingenuos listos y dispuestos para aplaudirle sus desvaríos, que pequeño es un Presidente que se jacta del uso discrecional del poder, que pequeño es un Presidente que exige respuestas sin estar dispuesto para rendir cuentas de manera clara, que pequeño es un Presidente que piensa que México son 30 millones de votos.

 

Que pequeño es el Presidente y todo su séquito de cómplices legislativos que le sirven de pañuelo de lágrimas, que audacia la de señalar que “el Presidente López Obrador encarna a la Nación, la Patria y al pueblo”, que temeridad la de exhibir tanta pleitesía y servilismo en detrimento del compromiso que tienen con la ciudadanía, que desvergüenza la de señalar como enemigos de México a los críticos y opositores al Presidente.

 

Si, estos cómplices facilitadores de los apetitos de su caudillo manipulador, fueron los que obtuvieron su puesto por medio del voto popular y al que se deben –por si no se acuerdan-, sin embargo para estos abyectos y miserables legisladores, el fanatismo presidencialista les ha hecho convertirse en el apéndice de un menesteroso represor de closet; la Nación y la Patria la encarnan todos aquellos ciudadanos que si trabajan, aquellos que pagan su sueldo, aquellos que tienen que vivir con la incertidumbre que generan su política barata de dádivas clientelares, que humillación es tener que soportar a esta clase política, cuanta degradación demuestran estos “campeones de la moral” que terminaron por exhibirse como los gusanos lameculos que están dispuestos a malbaratar su dignidad para congraciarse con su patrón y darle la espalda a los ciudadanos, ¿quieren señalar traidores? Mírense al espejo y corran a secarle las lágrimas a su amo.

#InPerfecto