Editorial

Sin bucle 

#InPerfecciones
“Nuestra extraña y exitosa especie gasta una gran cantidad de tiempo en analizar sus más altas motivaciones y una cantidad equivalente en ignorar las fundamentales.” Morris (1985)

 

 

Alejandra Rivero / @a.n.dra._
rale1706@gmail.com

 

¿Qué queremos decir cuando decimos que no hacemos nada? ¿Cómo expresarnos sin anteponer aquello que sentimos? ¿Qué decir cuando las emociones nos empujan a un camino sin retorno? ¿Qué decir cuando sentimos más de lo que podríamos explicar? ¿Cómo actuar cuando la rabia es el único lenguaje a la altura del malestar? ¿Cómo gritar sin llorar? ¿Cómo amar sin caer en aquellos parámetros del amor romántico? 

Me pregunto tanto que a veces me vuelvo la misma incógnita, ¿Cuándo va a parar la competencia? Incluso cuando sentimos o pasamos por un mal momento se ha usado el clásico “yo la estoy pasando peor” “no te quejes, sino has pasado por eso” y solo puedo pensar en lo egoísta que somos, hace poco leí que cuando nos expresamos de los demás, también hablamos sobre nosotros. No estoy de acuerdo, pienso que cuando hablamos, hablamos y existimos desde lo único que conocemos y eso es desde nuestra experiencia y no desde una autoconcepción. 

He pensado constantemente que uno de los tantos problemas es no saber resinificar, el casarnos con una idea, creencia o tradición que no cuestionamos. Formamos el mundo a través de aquello que significamos, lo nombramos, y tratamos de comprenderlo, encasillamos, etiquetamos. Tal vez nos cuesta reconocer que no somos tan flexibles o que bajo el escudo de la tolerancia damos pie a la intolerancia; reproducimos discursos de odio, odiamos, generalizamos y a veces parece que mirar de otra forma es muy difícil. 

Con esto no quiero decir que actos que lastiman y perpetúan la violencia deban ser válidos, ninguna acción que violente a otros debería ser considerada. Pienso en aquellos conceptos que se han cargado históricamente de cargas negativas, aquellos que se han invisibilidad por ser señalados por tal o cual rasgo, ya sea físico, cognitivo o psicológico. 

Hace tiempo leí que la locura fue un concepto que comenzó a usarse para castigar y encerrar a las personas que veían de formas diferentes la vida, que la sentían y vivían fuera de aquello que catalogamos como normalidad. No niego la existencia de enfermedades mentales, ni de trastornos, sino del uso de la palabra. “cállate, estás loca” una oración breve, con años de historia, cargada de silencio, ¿A quién se dirige? A la persona que habla, que grita, expresa y reprocha fuera de la normalidad, las madres locas que salen a la calle en busca de sus hijos desaparecidos, la novia violada por su pareja a la cual silencia, aquellas locas que salían en pantalón, las histéricas que buscaban y buscan libertad. 

“El prieto” aquella persona que tenemos guardada en el imaginario colectivo, incluso pudo ser el apodo de algunos, es impresionante como un rasgo físico te deja huellas, una etiqueta, eres y te resumes a ser el prieto. La loca, el negro, el indio, la güerita, la fresa mamona que no quiso ser besada, la zorra, la puta, la que mando sus nudes. 

Es tan extraño como la etiqueta habla de características físicas u acciones que modifican y sesgan la mirada de aquel que se maneja como juez, aquel que juzga, critica y domina. ¿Quién será el verdadero farsante? Tal vez pensamos que el único que tiene la culpa es aquel que besa a su mismo sexo, aquel marica que no se mira como hombre, aquella chica que viste una falda y por ello se piensa que es un mostrador, que puedes mirar o tocar sin reserva y sin consecuencia. 

Es en este momento en el que damos un giro y dejamos de reproducir modelos y estereotipos tan gastados. Y señalamos al agresor, aquel que grita, toca y etiqueta, nadie en esta tierra es superior aunque el dinero, los lujos, viajes y el yoga te puedan brindar del rasgo más común de moral superior. 

 

#InPerfecta