#InPerfecciones
No es ninguna novedad decir que llevamos un año viviendo de nostalgias sobre cómo era la vida antes de la pandemia y cómo poco a poco hemos tenido que aceptar que la vida cambió para siempre.
Manuel E. Herrera Flores / @Manumataum
manuel.herrera@inperfecto.com.mx
El día de ayer, durante el marco del FICUNAM 2021, se estrenó el cortometraje intitulado A Day In Life(2021) del realizador norteamericano Larry Clark y Jonathan Velasquez. Ambos presentan un cortometraje de una duración de 15 minutos, donde se nos muestra el modo de convivir de un grupo de adolescentes parisinos.
Para quien ha seguido el trabajo de Clark, notará que es el tema que articula toda su filmografía.La adolescencia y sus modos de socializar y existir en el mundo sonlos motivos recurrentes en cada uno de sus trabajos. Sin embargo, el contexto actual abre una reflexión necesaria en relación con lo presentado por el realizador.
La primera secuencia inicia con un joven que observa las fotos en Instagram de una chica. Desde ese momento podemos observar que las juventudes retratadas en el cine de Clark, durante 25 años, añaden la variable digital a su modo de convivir. Y es que es innegable el papel que tienen los dispositivos digitales en la socialización hoy en día, el hecho de encontrarnos encerrados a causa de la pandemia exacerba tal situación. Posteriormente, observamos la convivencia personal de ese grupo de amigos, que fuman y beben en algún café, una convivencia donde el personaje masculino que aparece al inicio y la chica observada en Instagram, intercambian miradas de cortejo e interés.
La escena cambia al hogar de la chica. Le pide dinero a su madre para salir aquella noche, pues habrá una fiesta a la que quiere ir.Le comparte a su amiga el interés por encontrarse con el muchacho que miraba durante la reunión anterior. Antes de salir a la fiesta, su padre la intercepta e interroga con relación al consumo de drogas, sus amigos y algún interés amoroso que pudiera existir. Ella se exaspera y le exige que la dejen irse en paz, a lo que él se disculpa y dice: “Sólo no quiero que te ocurra lo que a nosotros”. Tras cuestionar el sentido e intención de la frase, el padre se niega a dar explicaciones y las dos amigas salen a la fiesta.
En la fiesta se presenta lo que es habitual observar en la filmografía del director: adolescentes consumiendo drogas ilegales, mostrando una conducta sexual sin tabúes ni preocupaciones y la música diegética que termina de poner color a la atmosfera. La secuencia de la fiesta termina luego de que los jóvenes que intercambiaron miradas tienen relaciones sexuales y comparten fuego para encender sus respectivos cigarros. La siguiente, y ultima, secuencia nos muestra a ambos jóvenes en la soledad de sus habitaciones observándose en Instagram uno al otro.
A partir de ahora, es una interpretación personal del cortometraje. Da para pensar si realmente ocurrieron la convivencia en el café y la fiesta misma o simplemente fue una ilusión nostálgica de ambos personajes por la vida anterior que nos ha arrebatado la pandemia.
No es ninguna novedad decir que llevamos un año viviendo de nostalgias sobre cómo era la vida antes de la pandemia y cómo poco a poco hemos tenido que aceptar que la vida cambió para siempre. La pandemia aceleró muchos cambios que quizá debieron ocurrir durante unos 5 o 10 años, sin embargo, hemos observado en el último año un proceso de digitalización sin precedentes de todas nuestras dinámicas.Desde las sociales, culturales, políticas, económicas, sexuales, afectivas y un largo etcétera.
Por lo que quizá ya es irrealizable que se cumpla el temor que el padre le comunica a su hija, es muy poco probable que nos ocurra lo mismo que a nuestros padres. Vivimos en un mundo muy diferente al de ellos y actualmente enfrentamos una movilidad social casi inexistente.
Los cambios en los procesos de producción económica y reproducción de capitales, prácticamente nos han cerrado la puerta de la movilidad social en nuestras narices. Cada vez es más difícil para nuestra generación poder solventar un patrimonio propio, el sistema escolar nos preparó para un mundo que dejó de existir muy rápido y realmente enfrentamos un porvenir sin tener siquiera algo por imaginar.
Así como los personajes de A Day In Life, quizá sólo nos quede la nostalgia y las ilusiones para buscar la resignación y poco a poco aceptar un mundo que cambió sin nosotros. Al que ya no podemos acceder tan fácil sin estar mediados por una pantalla.
Así que no, es muy poco probable que nos pase lo mismo que a nuestros padres.