Editorial

MANIFESTARSE EN MÉXICO

#InPerfecciones
Hay que recordarle a la “izquierdita” que representa MORENA –incluido el Presidente- que el monopolio de las manifestaciones no lo tienen ellos.

 

Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx

 

La manifestación de las ideas en México tiene una larga historia llena de claroscuros, una especie de relación de amor y odio que ha oscilado entre las pugnas más profundas y las banalidades más absurdas, sin embargo en lo tocante a las pugnas sociales es donde la reflexión debe dirigirse; es cierto que México ha sido siempre un crisol de ideas que convergen constantemente en tiempo y contextos en los que el común denominador ha sido la deuda social que no ha dejado crecer a lo largo de un sin fin de administraciones, pero dicha deuda también es responsabilidad de una sociedad civil que se ha alejado del sentido común y la empatía para las luchas que muy diversos sectores han empujado como causa para salir a las calles y manifestarse.

 

Desde las manifestaciones obreras de los años cincuenta –para poner un ejemplo- pasando por las manifestaciones estudiantiles, las manifestaciones campesinas, las manifestaciones magisteriales, etc. es necesario recoger las exigencias que han emanado de todos esos movimientos que han trascendido el tiempo y continúan teniendo vigencia acumulando respuestas de toda índole de parte de un régimen que solo se atreve a mirar de manera petulante por encima del hombro a las movilizaciones que exigen mejores condiciones económicas, sociales, educativas, de impartición de justicia, etc. 

 

El espacio público no solo es el espacio donde se ejerce día a día el inalienable derecho de tránsito plasmado en nuestra Constitución, es también el espacio en el que históricamente se ha ejercido el inalienable derecho –también-  de la  libre expresión que a “los profesionales de la política” causa tanto escozor al verse exhibidos y ridiculizados y que detrás de ríos de saliva y demagogia han contenido para terminar por incumplir con lo ofrecido en un ejercicio sistemático de una clase política que no está interesada en atender la problemática de una sociedad a la que le ofrecen la panacea nacional cuando los procesos electorales se aproximan.

 

El derecho a disentir que tenemos como sociedad se ha ido torciendo con el paso del tiempo y se ha traducido en la falsa idea de que si no me afecta directamente no tiene importancia, aspecto que se ha capitalizado siempre a favor del régimen de Gobierno en turno y que aprovecha el intersticio entre los sectores de una misma sociedad para meter con calzador el concepto del derecho de los demás a no ser afectados por las manifestaciones de cualquier tipo, incluso las culturales, pensando en ellas como las más nobles.

 

Basta y sobra con recordar la narrativa que se ha manejado cuando los campesinos, obreros, maestros, estudiantes y feministas marchan y bloquean vialidades o accesos a recintos diversos, esa narrativa que para quienes se sienten ajenos a las pugnas y exigencias sociales externan airadas y peyorativas consignas como “pinches huevones”, “todo quieren que les arregle el Gobierno”, “que se manifiesten en su lugar de origen”, “que se rayen las nalgas”, “que rompan los vidrios de su casa”, “pinches putos que se disfracen en sus casas”, “todo quieren gratis”, “¿porque afectan mi derecho a transitar?” etc. y un sin fin de expresiones que se encuentran alejadas no solo de la empatía, se encuentran alejadas del interés que debemos demostrar por conocer todo lo que afecta en mayor o menor medida al país.

 

Resulta vergonzoso que obreros, maestros o campesinos tengan que salir a las calles a exigir que se respete la ley, que mejoren las condiciones laborales y económicas que un sistema de Gobierno ha ofrecido respetar, y peor aún es que ese Gobierno tilde de conservadores y enemigos del país a quien exige un derecho, ¿acaso exigir justicia está mal?, ¿exigir mejoras laborales está mal?, ¿exigir lo que por derecho corresponde a los estudiantes está mal?, ¿exigir al Presidente que cumpla con lo que marca la ley está mal?, ¿exigir respeto y justicia para las víctimas de la violencia está mal?.

 

La narrativa de la división que López Obrador abona cada vez que se sube al púlpito mañanero ha vuelto crónica la coyuntura y está a nada de ponerla en el punto de no retorno, estigmatizando, minimizado y ridiculizando a la crítica, al cuestionarle ¿dónde estaba cuando saqueaban al país?, sin embargo, hay que recordarle al “amnésico selectivo” de Palacio Nacional que la crítica y la exigencia al Gobierno ha existido siempre, la crítica ha emanado desde la sobremesa, desde los taxis, desde los centros de trabajo, desde las charlas de café, desde las pláticas de mercado, y no solo desde lo que López Obrador llama como opositores en su delirio de persecución.

 

Parece que hay que recordarle a la “izquierdita” que representa MORENA –incluido el Presidente- que el monopolio de las manifestaciones no lo tienen ellos, la legitimidad de cualquier movilización no la otorga el partido en el poder, es de cretinos descalificar cualquier movimiento desde la palestra del poder si no hay apertura al diálogo, también hay que recordarles que el monopolio de la ideología reinante tampoco lo tienen. 

 

Abonar al rencor social y de clase no es el revulsivo que necesita México, pretender una transformación cerrando el camino al debate tratando de imponer una agenda ideológica terminará por traducirse en un ambiente de ingobernabilidad donde las manifestaciones y su eventual represión se sumaran a los deleznables episodios de intolerancia tanta vergüenza e indignación nos causan.

 

La base social que tienen los partidos políticos y cualquier movimiento que cuestiona al régimen que de buena voluntad asumen que su labor colectiva es importante para atender los temas torales en México necesitan sacudirse la hegemonía de líderes enquistados, mesiánicos, demagogos y manipuladores que solo han ocupado el estatus de su posición para detentar el poder y una serie de prerrogativas que se negocian en las altas esferas donde el poder económico y político solo atiende a los intereses personales y de un selecto grupo que se mofa de las víctimas de cada implementación de Gobierno que pone en práctica cada que sortean quien será el nuevo “administrador” del poder. 

 

Lo dicho con anterioridad en éste espacio, México y los mexicanos somos más grandes que todos los políticos juntos, ¿la clase política? Señores, la clase política solo sirve a si misma. Autogestión parece ser una opción.

      

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