Editorial

NORMALIDAD.

#InPerfecciones

La violencia se ha normalizado a tal grado que ha permeado herramientas como las redes sociales en las que lo último que se privilegia es el debate.

 

Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx

El argumento que sostiene el Presidente López Obrador sobre el “cochinero” que encontraron al llegar al poder se ha vuelto el “mantra” de cada momento en el que se ve incomodado por una pregunta o exigencia emanada de cualquier lugar que no le represente condiciones para presumir que las cosas se encuentran “requetebién”; salirse por la tangente –muy burocrática- de señalar que las cosas ya estaban así cuando llegó solo revela la falta de compromiso en cualquier materia en la que se le cuestione.

Dicho argumento ha sido el acompañante en paralelo de las mañaneras del Presidente, dicho argumento se ha normalizado al grado de volverse una “muletilla” en esa retórica construida que señala responsables en todos lados pero que no asume el momento de entrar de lleno a la solución y mucho menos a las propuestas claras.

La normalidad con la que el discurso maneja el hecho de todo lo que estaba mal por causa de fallidas estrategias de seguridad del pasado que generaron muerte y un avance sin precedentes de la delincuencia organizada ha permeado negativamente en la opinión que se ha dividido en materia de seguridad en el país. Efectivamente los hechos ocurridos el pasado 17 de octubre en Culiacán han marcado un parte aguas en lo que va de la administración, si bien existe la certeza de que las acciones implementadas por anteriores administraciones no fueron para nada efectivas y que los pactos con el crimen organizado formaron parte de los resultados que han arrojado los miles de muertos y desaparecidos que se suman a esta administración, lo cierto es que bajo la poca claridad de una estrategia de seguridad que plantea un sesgado humanismo como argumento –o pretexto- para la inacción de la Guardia Nacional o en su defecto del Ejército Mexicano, las muertes y desapariciones no han arrojado números a la baja.

Desafortunadamente la discusión sobre una estrategia de seguridad poco clara y que no ha dado resultados tangibles pero si tropiezos que han ridiculizado a las fuerzas armadas y a la muy “cacareada” Guardia Nacional, se ha centrado en la defensa contra la crítica y no en la toma de acciones contundentes en contra del crimen organizado. Efectivamente se puede decir que la postura de tener los menos “daños colaterales” es positiva –por algo se empieza-, sin embargo, lo que ha dejado mucho que desear es el uso de la inteligencia que busque debilitar las estructuras delincuenciales desde la base del poder económico que utilizan, reaccionando tibiamente a cada suceso violento que se da, prefiriendo salir a dar conferencias que se convierten en relatorías de enfrentamientos, ataques, fugas, etc. alterando las versiones para después disculparse y ofrecer –como siempre- el llegar hasta las últimas consecuencias o hasta que se diluya en el olvido cuando haya la oportunidad de salir nuevamente a dar otra explicación de otro suceso violento.

La violencia se ha normalizado a tal grado que ha permeado herramientas como las redes sociales en las que lo último que se privilegia es el debate. Los insultos abundan entre simpatizantes y detractores de la 4T, y si bien en el discurso del Gobierno la guerra contra el crimen organizado no es la opción, lo que si se ha fomentado es la violencia entre los ciudadanos. La unidad nacional poco a poco se está convirtiendo en un mito, y el peligro que representa la radicalización de las posturas solo deja el camino despejado para que la familia política camine sobre ruedas mientras la ciudadanía se encuentra trabada en una reyerta ideológica que carece de argumentos y que lo último que está generando es esa “reconciliación” ofrecida en la eterna campaña por el poder.

#InPerfecto