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Desde tiempos prehispánicos la presencia de los ríos aseguraba la subsistencia de los pueblos, Onavas, escondía bajo tierra, grandes secretos de estas culturas, hace 10 años accidentalmente, se realizó un hallazgo arqueológico Pima, con osamentas de un cementerio prehispánico con más de mil años de antigüedad.
Roman Sánchez.
turismo@inperfecto.com.mx
¿Dónde diste el grito tú?
Quihuboles, ¿Cómo estás? ¡Te saludo a la distancia!
El fin de semana pasado nos lanzamos al mero corazón de Sonora a visitar algunos sitios bien interesantes, ¡qué vaya! Hasta ahora no había podido recorrer, pero que al fin se me hizo…
Partimos de Hermosillo, capital de Sonora, “nomás” salí de la escuela con rumbo a Onavas, un pequeño pueblo que data de los años 1600 a donde ya nos esperaba mi amigo Isaí, el joven cronista de esa pequeña localidad, él nos presentó a sus padres e inmediatamente esa gente hace química contigo y te abre las puertas de sus casas, pero también del corazón, contándote sus historias, buenas y malas, la vida allá arriba transcurre más lento afirman, las “charras” no se hacen esperar, las charras son la equivalencia a los chistes y también anécdotas chuscas. Disfrutamos de una riquísima cena consistente en algo típico de por acá: machaca con papas y frijolitos, eso sí, sin faltar las tortillas de harina hechas a mano por ellos mismos. Al día siguiente fuimos a hacer nuestro recorrido por el pueblo, también fuimos al río Yaqui a unos cuantos pasos del pueblo, uno de los más largos y caudalosos de este estado.
Desde tiempos prehispánicos la presencia de los ríos aseguraba la subsistencia de los pueblos, Onavas, escondía bajo tierra, grandes secretos de estas culturas, hace 10 años accidentalmente, se realizó un hallazgo arqueológico Pima, con osamentas de un cementerio prehispánico con más de mil años de antigüedad. Las características de los huesos del cráneo de forma muy alargada hicieron creer a los nativos que se trataba de seres extraterrestres, pero según investigaciones posteriores, se aclaró que eran deformaciones hechas en cráneo y piezas dentales (pues quitaban los dientes delanteros y afilaban los incisivos) para fijar un estatus social. Una práctica común en varios pueblos mexicanos antiguos. Otra cosa interesante es que siguen usando una especie de maíz llamado chapalote, una de las especies de maíz más antiguas de México y con el cual se hacen, varios tipos de comidas: galletas de coricos, chicos (un caldo a base de maíz), pinoles y empanadas, entre otros.
Los paisajes de la sierra sonorense varían mucho según la altitud en su vegetación, pues esta, va desde el semidesierto hasta los bosques de coníferas, todo plagado de brillantes flores. Al día siguiente, pasamos por varios de ellos y en todos hicimos las respectivas fotografías, así, hasta llegar a Arivechi, que en lengua opata significa “lugar de calaveras”. Todo pueblo acá, tiene su kiosco, pues Arivechi tiene también en su plaza principal una hermosa pieza de arte morisco, que destaca por la elocuencia de sus formas geométricas, le llaman el hermano menor del kiosco que está en Santa María la Rivera, en la Ciudad de México. Por la noche, la fiesta mexicana no se hizo esperar y la pirotecnia tampoco, la música norteña comenzó a sonar y es común que los bailes sean allí mismo, en las plazas.
El siguiente destino fue Sahuaripa, pasando antes por Bamori, Onapa, Guisamopa y Tacupeto, lugar de antaño que vio nacer héroes de las guerras de Reforma y Revolución. Para mí, cada pueblo, aunque sea pequeño tiene su encanto, solo hay que saber observarlos.
La siguiente parada fue Bacanora, pero antes pasamos por varios miradores de la presa de El Novillo, una de las más grandes del noroeste de México, esta presa cuenta con sitios para pescar y balnearios si te quieres dar un chapuzón.
Bacanora es a Sonora lo que el tequila es a Jalisco. Es la bebida típica de por acá, el método de extracción de este destilado es totalmente artesanal y tiene denominación de origen, pero cuidado, es una bebida muy fuerte y debe consumirse con precaución, jeje pues a muchos ya los ha noqueado.
Por último pasamos por Mazatan, por unos quesos, pues este es un pueblo quesero por excelencia, crudo o cocido sabe riquísimo. Nuestro viaje fue muy apresurado, pero logramos ver lo que habíamos planeado. Y mejor aún, hicimos nuevas buenas amistades.
¡Viva México y su diversidad!
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