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ENRIQUETA BASILIO, 1968, MUJER HISTÓRICA.

1968, EN LA MEMORIA DE MÉXICO

 

Eduardo Morales

dorado.deportes@inperfecto.com.mx

 

Este año se cumplirán 50 años de la gesta olímpica que, a pesar de los problemas que vivieron días antes con la represión en Tlatelolco, la historia ubica como los últimos Juegos en los que imperó la hermandad, se rompieron mitos, las marcas deportivas se prodigaron y se dio una sinergia del pueblo mexicano hacia los protagonistas de la gesta deportiva.

 

Nunca más se volvieron a vivir unos Juegos Olímpicos de puertas abiertas. La imagen de Norma Enriqueta Basilio Sotelo, su nombre completo, es una de las más reconocidas en el mundo, su figura esbelta subiendo la escalinata forma parte del Museo Olímpico de Lausana y en Grecia también se prodigan fotografías de ella, en el mismo lugar donde reposa el corazón del barón Pierre de Coubertin. Es una mujer histórica, motivo por el cual en este espacio, InPerfecto le recuerda.

 

Queta Basilio, la joven de 20 años vestida de blanco con el uniforme de licra que les habían dado para los Juegos Panamericanos de Winnipeg 1967, se elevó para la posteridad en un movimiento creciente de los derechos de la mujer, y en ese andar nunca pensó en otra cosa que no fuera ofrecer una imagen limpia y sentirse orgullosa del primer país de habla hispana que organizaba los Juegos Olímpicos.

 

No fue sencillo, recuerda. Cientos de atletas invadieron la pista para tomar fotografías.

Un grupo de niños scouts formaron una valla que le abrió camino hasta las escaleras para subir al pebetero, “cerré mi mente para únicamente pensar en que tenía que llegar

Enriqueta Basilio Sotelo”

 

En ese momento Queta Basilio, como es conocida, respiró profundo…

“Empecé a escalar sin ver ni escuchar nada, perdí la noción. Me concentré, cerré mi mente para únicamente pensar en que tenía que llegar”

Una atleta universal que tuvo el privilegio de trascender en la historia por medio de un ascenso sobre una rampa de 92 escalones que recorrió hasta encender el pebetero del estadio de Ciudad Universitaria. Desde hace 20 años a Queta Basilio le diagnosticaron el Mal de Parkinson y ha tenido que sortear la enfermedad que le ahoga el habla y le provocó el año pasado una fractura de cadera,  mientras preparaba la comida, en su domicilio. En diciembre de 2015 sufrió otro duro golpe; el fallecimiento de su madre, su estado anímico no es el más óptimo. Otro de sus retos, recuperar peso, siempre fue muy delgada, pero no tanto como ahora.

 

Originaria de un ejido llamado Puebla, dentro del Valle de Mexicali, la atleta que nació el 15 de julio de 1948, La cachanilla, como se les dice a los originarios de Mexicali, estaba predestinada: portó una antorcha en una ceremonia escolar a los 11 años, de la misma manera que lo hizo para México 68, dentro de la participación en los Juegos Deportivos Escolares. Vendría después su primer Campeonato Nacional de Atletismo juvenil en Puebla, donde ocupó el segundo lugar en el salto de altura, todavía con la técnica de tijera: “Un viaje en tren que tuvo una duración de tres días para una muchacha que sale de un ejido, era increíble darse cuenta de tantas cosas maravillosas que tiene nuestro país”.

 

En el caso de Queta, lo relata como un día que empezó en un desayuno con sus compañeros deportistas, su permanencia en el área reservada para los jueces por la entrada de la maratón, el uniforme que nunca llegó y el recorrido en el último tramo, en medio de los deportistas hasta llegar a la escalinata. Queta, meses atrás había dicho que tendría que entrenar mucho, porque no quería desmayarse cuando encendiera el pebetero olímpico.

De ahí el ascenso al Olimpo mexicano, el fuego que llegó procedente de Grecia brilló para el mundo, miles de palomas volaron por el monumental estadio; mientras, Queta se sentó para observar lo que sucedió después de haber encendido el pebetero; posteriormente, un trabajador le facilitó un overol para salir del estadio, – lo conserva tal y como lo recibió – , subió al auto que la llevaría al CDOM, porque tendría que competir el día 15 de octubre, en la prueba que ganó la australiana Maureen Caird, de 17 años, quien empató el record mundial y mejoró la marca olímpica (10.3s).

 

En un telegrama firmado por el presidente Gustavo Díaz Ordaz dirigido los padres de Enriqueta con fecha del 13 de octubre, (un día después de la ceremonia inaugural) expresa: “Fue para mí muy satisfactorio haber tenido el honor de propiciar, por primera vez en la historia, que correspondía a una mujer, el privilegio de prender el Fuego Olímpico al comienzo aquí en México, mayor todavía, que haya sido una mujer mexicana. Felicito a ustedes y por su conducto a su distinguida hija, por la gallardía con que desempeñó su misión, los saluda afectuosamente. Gustavo Díaz Ordaz”.

 

Para la chica de cabello corto, sostenido siempre con una diadema para poder correr, el tener esa distinción cambió su vida, se hizo Madre de tres hijos; Mario, Enriqueta y Oliver, así como de su nieta Constanza Álvarez Basilio, augura que en ella tendremos a la futura deportista olímpica. Queta no necesita hablar, con sus ojos lo dice todo, “Ella nació para la juventud deportiva el día que encendió la llama olímpica”, de la misma forma que su corazón palpita como una doncella griega y mexicana, porque de su tierra está más que orgullosa.

 

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