#InPerfecciones
Cualquier discurso que continúe regurgitando la monserga de lo mal que recibieron el país solo es un intento de justificar lo que parece más una experimentación que un método.
Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx
Las preguntas son muy simples, de hecho hasta predecibles, sin embargo, se tienen que hacer por la simple y llana razón de asumir – y hasta presumir- que nos encontramos bajo un régimen democrático donde la libertad de expresión y el derecho a estar informados forman parte de un ejercicio al que no debemos desdeñar aunque la simpatía política nos llame por algún personaje –impresentable o no- de esa a veces ininteligible familia política.
Cuestionar a los políticos debe ser un ejercicio constante al que deben estar acostumbrados aquellos que mediante el voto ocupan un puesto o curul dentro del gobierno, el escrutinio constante de los actos y del cumplimiento de la ley debe ser constante, de modo que la suspicacia sobre cualquier tema se pudiera resolver sin el menor problema.
Y todo lo anterior no es más que para poner en perspectiva uno de los temas del momento –si, como canción-, el tema que se encuentra atascado entre la coyuntura de una supuesta diferencia entre los políticos de “antes” y los de “ahora”, que finalmente siguen siendo los mismos, donde el centro de la discusión oscila entre el humanismo del Presidente y la psicopatía de los anteriores regímenes.
Si lo ocurrido en Culiacán la semana pasada habrá de marcar un antes o un después en el marco de la administración del Presidente López Obrador, debe apegarse a un análisis entre lo planeado y lo ejecutado dejando de lado los matices ideológicos que han nublado la percepción de un operativo que para ser explicado por las autoridades se ha sazonado con una serie de contradicciones que no aclaran lo sucedido en Sinaloa.
Primero se habla de una casualidad, y después de todo un operativo que se salió de control, después la negación de una orden de aprehensión y después de la existencia de la misma, se especula sobre la actuación de agentes de la DEA y de presiones del gobierno norteamericano, y esas especulaciones han llegado al planteamiento de la tesis de un intento de desestabilización y golpe de estado, y entre tantas opciones la pelea entre detractores y simpatizantes se muestra sumamente agreste.
El Presidente señaló que está informado de todo lo que ocurre y después da cátedra de amnesia al decir que no estaba enterado del operativo que se iba a llevar a cabo en Culiacán. ¿Entonces que sigue? ¿sigue que van a declarar que siempre si son iguales? ¿o que es un esfuerzo desesperado de la oposición por tergiversar todos los dichos del Presidente? ¿qué se supone que hacen todos los días en la reunión con el Gabinete de seguridad?.
Entonces tenemos un problema muy serio de comunicación no solo entre los miembros del Gabinete con el Presidente que sería muestra no solo de irresponsabilidad de ambas partes sino que tambien una es una irresponsabilidad del Presidente responder a un cuestionamiento sosteniendo que no estaba enterado cuando es toda su obligación estar al tanto de los temas de seguridad, cuando el plazo que el mismo marcó después de la masacre en Minatitlán se ha cumplido ya, porque incluso para los simpatizantes que todo lo aplauden resulta un insulto a su inteligencia seguir presentando el argumento de que las cosas han cambiado sin entregar un resultado contundente.
Cualquier discurso que continúe regurgitando la monserga de lo mal que recibieron el país solo es un intento de justificar lo que parece más una experimentación que un método o estrategia de seguridad. Queda claro que la estrategia de los “abrazos y no balazos” o la implementación del “acúsalos con su mamá” se encuentra muy lejos de ser siquiera un plan, se convierte más bien en un paliativo, un engañabobos.