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TOCÓ TIERRA: ¿LA VERDADERA TRAGEDIA?

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“El camino al Infierno está empedrado de buenas intenciones”. Dante Alighieri

 

 

Pablo Ricardo Rivera Tejeda / @PabloRiveraRT
pricardo.rivera@gmail.com

Desde que tengo memoria, los desastres naturales me han aterrado. Jamás desaparecerán de mi mente las imágenes del brutal tsunami que azotó al territorio japonés en 2011. Como por arte de magia, las olas traspasaban la pantalla y salpicaban mis párpados; una que otra lágrima escapaba de mis ojos. El agua arrastraba todo como si fuera suyo y de nadie más: niños, adultos y ancianos; no discriminaba. Así, aquellas memorias que habían sido sepultadas por el pasado, cobraron vida nuevamente hace una semana al son del titular: “Otis tocó tierra”.

He de confesar que basta con un breve vistazo al panorama político de nuestro país para afirmar que hoy, en un México impregnado por la polarización, las personas se muestran más feroces que bestias hambrientas cuando sale a colación uno de estos incómodos temas. Haya o no culpa, la victoria se la lleva quien construya el discurso más persuasivo… mejor dicho, el más colérico. El trágico caso del huracán “Otis” no fue la excepción. ¿Cuántos caracteres no se habrán empleado para denostar, de todas las maneras posibles, el actuar del gobierno federal? ¿Cuántas veces no se habrá utilizado el lamentable acontecimiento para fines político-electorales?

El pasado miércoles, alrededor de las 00:25 horas, “Otis” caminó por la arena. Horas antes no había más que agitación y genuino pavor. En la mañanera del 24 de octubre, el presidente López Obrador no dedicó tan siquiera un segundo para informar sobre la tormenta tropical que, para ese momento, ya se sabía que impactaría como huracán. Alrededor de las 20:00 horas, un “tweet” fue el único aviso del ocupante de Palacio Nacional. A la mañana siguiente, escombros por todas partes, olor a humedad, desaparecidos; un desastre total. Con el paso de los días, las campañas de recolección de víveres y los proyectos de ayuda humanitaria se hicieron presentes en las zonas colindantes con el Pacífico; la solidaridad, al menos, no es escasa. Pero, ¿qué ha pasado en esta semana?

“El huracán Otis ha dejado a la vista otro desastre: el desastre del gobierno federal”, afirmaba Loret de Mola en su programa semanal. Es cierto que el actuar del nivel más alto de gobierno fue deficiente, una vez más, López hacía evidente su desinterés por el pueblo al que tanto decía procurar; sus promesas se quedan comúnmente en eso, bellas palabras carentes de realidad. Con todo, la aseveración del polémico “periodista” tampoco es del todo cierta, pues, como el buen tirano de los medios que es, sólo se menciona aquello que le es favorable. Desde las 4:00 horas del martes, la Coordinación de Protección Civil Federal, anunció la llegada de “Otis” como huracán categoría 1. Después, a lo largo del mismo día, se dieron múltiples actualizaciones de la tempestad por parte de CONAGUA, Protección Civil y las autoridades locales y municipales de Guerrero. ¡No, no todo fue silencio!

Por otra parte, la decisión del Ejecutivo de visitar el territorio devastado fue conocida por todos. No había pasado ni un día del desastre y AMLO ocupaba, como de costumbre, la primera plana. ¿Politiquería? Se sabía que tras el huracán las principales vías de acceso terrestre a Acapulco habían quedado intransitables. Tampoco, —como reclamaban algunos—, podría haber viajado el Presidente por aire dadas las malas condiciones del clima. Ante tales dificultades, López Obrador optó por el viaje terrestre; con una robusta camioneta y envalentonado partió rumbo a territorio guerrerense, mas su entusiasmo poco le duró, pues, al llegar al kilómetro 39, ni siquiera la Jeep militar pudo atravesar los obstáculos del camino. Así, varado y con los medios a sus pies, el “Mesías” siguió su camino a pie por un rato breve, ya que, en la tarde de ese mismo día, volaría de regreso a la capital. Pero, ¿qué fue a hacer el “manda más” de la nación? Creo que hemos llegado a un punto en el que lo cínico ya no es descarado, simplemente demasiado cotidiano. ¡Por el amor de Dios!, ¿qué hacía un señor de 69 años queriendo cruzar las deformes carreteras? ¿Cómo es que los medios cubrieron su infame andar antes que colaborar para la búsqueda de personas desaparecidas? El hambre de poder y el deseo de fama son tristemente la indumentaria del político ordinario; mejor ejemplo no habrá que el de Andrés Manuel López Obrador.

Aun así, sería deseable que tal cinismo fuera propio de tan sólo un estrato de la “polaca”, no de todos ellos. ¿Qué hay con los gobernantes que velan por los intereses de ciudadanos? Bueno, Norma Otilia es la viva imagen del interés que tienen las personas en el poder. La alcaldesa de Chilpancingo —quien además posee múltiples acusaciones por colaborar con el crimen organizado—, se empeñó más en celebrar su segundo informe de gobierno que en ayudar de manera sincera a todas las personas damnificadas por el trágico suceso. Fuegos artificiales y una gran cantidad de lonas: ¿y los necesitados?… bien, gracias. ¡Ahí la calidad de nuestros políticos! ¿Qué importa que unos se ahoguen entre agua y escombros cuando uno puede ahogarse en fama y dinero?

Pero tal cáncer no es exclusivo de las autoridades municipales, pues, es menester decirlo, muchos políticos más han aprovechado la situación para generar una falsa simpatía que culmine en una mayor cantidad de votos el día de las elecciones. La “señora X”, por ejemplo, no se quedó atrás cuando —incluso siendo consciente de la dura realidad por la que pasan los guerrerenses—, optó por politizar las campañas de entregas de víveres y, por qué no, rivalizar una vez más con el Presidente, quien, he de decirlo, parece su más morbosa obsesión. Por favor, Xóchitl, ¿qué tienes que estar haciendo en los centros de acopio? Para ser un buen político —especie en peligro de extinción—, se debe primero ser un buen ser humano.

Tan sólo con lo antes mencionado, uno podría pensar que se encuentra en una especie de distopía, incluso tal vez, en el último círculo del Infierno, pero no, ese infierno lleva por nombre México. La alcaldesa no fue la única en mofarse de lo sucedido, también las supuestas autoridades federales dejaron —cosa que sí le he de conceder a Loret—, mucho que desear. La titular de la SEGOB, Luisa Marca Alcalde; la Secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez y la gobernadora Evelyn Salgado, salieron con “las botas limpias” después de recorrer las zonas del desastre. En una primera plana del Reforma, se ve a las tres funcionarias caminar por las calles de Guerrero con los zapatos impecables, como si ayudar a recoger los escombros o participar en la búsqueda de las personas desaparecidas fuera una labor que bolera en automático las botas. ¿Por qué las cámaras las siguen?, ¿qué de valioso tiene aparentar si en el fondo todo es engañar? ¿El mero acto de su presencia ayudará a remediar todos los daños? Decenas de personas con un dolor incalculable, muchas de ellas con familiares desaparecidos, pero dejemos que las “reinas” transiten la pasarela: ¡vaya democracia, vaya soberanía del pueblo!

Pero, ¿la tragedia se queda ahí? Lamentablemente, no.

La solidaridad de los mexicanos —a pesar de algunos vicios que naturalmente tenemos—, es algo digno de admiración. Así, poco tiempo fue necesario para que la sociedad civil comenzara a movilizarse con el fin de apoyar a los más afectados. Todo parecía prometedor hasta que el hedor apareció. Me pregunto qué le hubiera causado más horror a Bradbury: ¿la quema de libros o la agresión por parte de aquellos que supuestamente nos tendrían que defender? ¿Sería peor para Gregorio Samsa vivir como escarabajo que en el México de hoy? Dadas las malas condiciones en las que ha dejado “Otis” a Guerrero, hay una gran cantidad de miembros de la Guardia Nacional (GN) “patrullando y supervisando” la zona y sus alrededores. Tanto retenes del Ejército como de la GN se ven en muchos de los kilómetros de la autopista del Sol. Ellos no serían un obstáculo, ¿o sí? Parece ser que la realidad se apega más a lo segundo. Varias de las personas que se encargaban de llevar víveres y ayuda humanitaria fueron interceptados cerca del kilómetro 360. La GN, —alegando actuar conforme al debido proceso—, no sólo despojó a las personas de los víveres, sino que esposó, golpeó, amenazó y abusó de todos aquellos que pretendían cruzar por mera solidaridad con los mexicanos. Los trató como delincuentes, pateándolos, mofándose de ellos como si de narcotraficantes se tratara.

Al respecto circulan varios audios y algunas imágenes en redes sociales, y, a pesar de no poderse confirmar la veracidad de lo narrado, sí es cierto que las indicaciones del Presidente reafirmaron que sólo la GN y el Ejército podrá llevar los recursos necesarios para los damnificados. Sin embargo, ¿quién se siente seguro con las fuerzas policiales o militares del país? No es raro que bajo su política de “abrazos, no balazos” se prefiera perjudicar al inocente que perseguir al criminal. En caso de ser tal cosa cierta, dejando de lado las exageraciones que se utilizan con el fin de antagonizar al partido en el poder; si es verdad lo que se cuenta sobre el actuar de las Fuerzas Armadas, robándose coches, pertenencias y agrediendo a los civiles, la auténtica tragedia es el estado de decadencia en el que vivimos. La mierda de la mierda se acumula poco a poco, sobre todo cuando los políticos la emplean en su favor. La diputada Andrea Chávez afirmaba que donaría un mes de su dieta como legisladora junto con el Grupo Parlamentario de Morena; pero, ¿qué valor tiene aportar a esa causa cuando ni siquiera podemos confiar en que los recursos sean empleados correctamente? ¿Cómo se atreven los partidarios de AMLO a decir que el Gobierno está poniendo todo de su parte cuando no hacen más que repartir aquello que consiguieron mediante el robo? ¡Hay que tener valor para hacer tales cosas! La bonita tradición de encumbrar a los inmorales se sigue acrecentando en México y día con día, las cifras de muertos aumentan, las cifras de inocentes que lloran pidiendo ayuda no dejan de crecer, pero como piar en un río, la rauda corriente no hace más que enmudecer el grito.

Confío en que podría enlistar muchos más ejemplos que demuestran cómo México está infestado de corrupción por doquier. Con todo, creo que el panorama que contemplamos es uno lúgubre, digno de un estrepitoso funeral. Al momento de escribir este artículo, los muertos suman 46 y los desaparecidos 58. La ayuda del gobierno ha sido lenta y deficiente —por más que López desmienta tal cosa en su circo matiné— frente a la tempestad que, decidida, no espera a nadie. Claro que una gran cantidad de bienes muebles han quedado por completo destruidos, claro que muchas personas han quedado desamparadas en las peores condiciones imaginables, pero, sin duda alguna, hay una cosa que es peor: la ausencia completa de moralidad —política— en nuestro país.

Sabemos desde hace tiempo que no podemos esperar nada de los políticos; el color del partido es ya, insustancial, todos portan la misma máscara de hipocresía. Pero ahora, también será labor del ciudadano de a pie defenderse por sí sólo, pues el Estado hace de todo menos proteger a sus habitantes. El Ejército abusa de su poder, el Presidente arropa a los criminales, la GN es más cruel que los propios maleantes: ¡qué arda mejor este lugar! Por si no fuera poco, nosotros mismos, el pueblo, nos preocupamos más por el bienestar de Sylvia Pasquel que por contribuir en las labores de apoyo.

Edipo Rey culmina con un ciego y exiliado protagonista, Medea da cierre con el asesinato de sus propios hijos,  Antígona finaliza con ella ahorcada y sus seres queridos, muertos… ¿Cómo terminará nuestra tragedia.

A continuación te comparto un sitio donde podrás encontrar la lista de los centros de acopio en la CDMX. También, la información de la Cruz Roja. ¡Anímate a ayudar, Guerrero nos necesita!

Un abrazo.

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