Editorial

SIN FONDO

#InPerfecciones
“Un político divide a las personas en dos grupos: en primer lugar, instrumentos; en segundo, enemigos”. Friedrich Nietzsche

 

 

Pablo Ricardo Rivera Tejeda / @PabloRiveraRT
pricardo.rivera@gmail.com

 

¿Alguna persona en este país genuinamente piensa que los partidos políticos la representan?, ¿hay alguien que no admita la existencia de la corrupción? Hoy, los partidos políticos no poseen una ideología propia. Tal hipótesis puede parecer alocada, pero, así como una madre no se cansa de luchar por sus hijos, tampoco me rendiré en la labor de exponer, mediante argumentos, las infinitas contradicciones de los partidos políticos y convencer de que, cueste lo que cueste, hacerle frente al populismo es la única alternativa para un mejor México del mañana.

 

En primer lugar, es conveniente explicar que, al menos en la actualidad teórica, se conservan tres grandes ideologías políticas: la derecha, el centro y la izquierda. La izquierda –estandarte por cierto de López Obrador– busca resolver los dolorosos problemas sociales mediante un enfoque que favorece al colectivo y a la consolidación de un Estado eficiente que cubra todas las necesidades básicas de sus ciudadanos. Sin embargo, Morena, el partido que grita y reclama ser de izquierda, ha evidenciado una verdad distinta: los pobres van al último. 

 

Como cónsul de una legión romana, Obrador prometía luchar de la mano de los pobres y menos afortunados. Hoy, según cifras del CONEVAL, hay cuatrocientos mil nuevos mexicanos en condiciones de pobreza extrema (un 6% más que en 2018) (COMVEAL, 2023). La misma institución asegura que, desde el 2021, el crecimiento de empleos de más de cinco salarios mínimos no sólo se ha quedado estancado, sino que ha decrecido casi un 10% (CONEVAL, 2023). Del mismo modo, la carencia al acceso de servicios de salud ha aumentado en un 12%; es decir, más de treinta y cinco millones de personas no tienen forma de exigir su derecho básico a la salud (INEGI, 2023). Con lo anterior, aunque estuviésemos en una galaxia lejana, podríamos advertir que el gobierno de la 4T no tiene tan siquiera una pizca de izquierda, más bien, abundancia de ineficiencia. 

 

Ahora bien, mi intención sincera no es criticar al gobierno en curso, no obstante, su actuar resulta esclarecedor para la postura que busco exponer. Ideológicamente, Morena juraba cambiar la manera de hacer política: “terminar con la mafia del poder”. Es difícil, mejor dicho, imposible, no encontrar una conferencia de prensa en la que AMLO no haya dicho cuánto odia al pasado político, sobre todo, a los demonios que lo antecedieron. Si algo hoy está mal, los únicos culpables son aquellos que gobernaron en el pasado. Ahora bien, a pesar de que podemos, ciertamente, reconocer que los errores del pasado fuero abundantes, ¿por qué entonces Manuel Bartlett forma parte de su gabinete?, ¿no fue aquel personaje el orquestador de la famosa “caída del sistema”? Al parecer, la convicción de Morena y de López Obrador se diluye cuando no hay votos que ganar, sólo poder que conservar. 

 

Pero ¡no hay nada que temer, la íntegra y jamás corrupta oposición está aquí para salvarnos!, ¿o no? Lo cierto es que, si bien Morena no es un partido de izquierda, tampoco la oposición es un buen ejemplo para representar las posturas de centro o derecha política. 

 

Las recientes elecciones internas para saber quién sería la candidata a la presidencia del Frente no los dejaron muy bien parados. Recordemos que cuando se anunció el método de selección se prometió, por sobre todas las cosas, que el pueblo sería el poseedor de la última palabra mediante su voto. ¿Qué sucedió? Como siempre, regresamos al carente de error “método del dedazo”. Uno a uno los candidatos fueron declinando y, al final, la victoria de la impecable Xóchitl Gálvez no fue otra cosa más que un arreglo entre partidos que, curiosamente, hicieron lo que mejor saben hacer: vender sus ideales y principios.  

 

Sin embargo, la fraudulenta elección no es el único pecado del PAN, PRI y PRD. Recordemos que hace menos de una década, estos tres partidos se odiaban a morir, incluso, eran rivales y críticos del otro. En las elecciones del 2018 y 2012, era impensable que los partidos se unieran por la mera incapacidad de compatibilidad entre sus ideologías. Hoy, las supuestas ideologías de los partidos desaparecieron sólo por el anhelo de vencer a Morena; ¿qué importan las promesas a los ciudadanos, ¿qué importan las bases que juraron defender, qué importa que las críticas de corrupción hechas en el pasado sean ahora el lazo de amistad que los une? 

 

Alejandro Tomasini Bassols retrata de manera perfecta la nula ideología de los partidos políticos cuando escribe en un artículo: “Hoy, el bienestar personal de los partidos se antepone a las necesidades de sus ciudadanos; si hay votos en las urnas toda promesa se esfuma” (Tomasini A, 2019, p. 5). Los partidos políticos de México no tienen posturas claras ni tampoco ideologías consistentes, lo único que saben hacer es acrecentar la cultura del populismo sin importarles, tan siquiera un poco, el bienestar de los mexicanos. No hace falta poner más ejemplos, los hechos son claros: Morena y la oposición sólo buscan votos. Si como ciudadanos queremos cambiar nuestras circunstancias, lo primero es ser conscientes de los problemas actuales para así, esperando la ayuda divina de los olímpicos, poder terminar con esta farsa.

 

#InPerfecto