#MundialInPerfecto
Llegó el momento, la maquinaria llamada ‘Selección Nacional de Futbol Varonil’ se presenta en el evento más importante al cuál puede asistir: Copa Mundial de la FIFA. Todo lo dicho desde Rusia hasta Catar quedará de lado cuándo el silbante haga sonar su ocarina, el tricolor será el artífice de su propio destino.
Jorge García Vielma
jorge.garcia@inperfecto.com.mx
Todos los caminos llevan a Catar, una frase trillada pero que se vuelve realidad para un sector considerable, y quizá privilegiado, de la población a nivel mundial. Al ver el calendario y observar que faltan menos de cincuenta días para que un nuevo año quede en la historia, un pensamiento generalizado sería que ya no hay ningún suceso, relativamente, importante para este cierre más que la Navidad, pero no es así. Aunque haya algunos o bastantes escépticos, justo en este espacio está por comenzar una nueva edición de la Copa Mundial de la FIFA, dónde un país de Asia occidental será la sede por primera vez en la historia del evento.
Normalizado se ha vuelto el hecho de ver a la Selección Nacional de México en un Mundial, no se ausenta desde Italia 1990 por aquel bochornoso y famoso caso de “los cachirules”; pero ahora también ya tiene su lugar asegurado en la edición del 2026 porque Estados Unidos le compartirá la sede junto con Canadá. Toda una generación completa, inclusive pueden ser más, han sido testigos de la presencia del cuadro tricolor en las justas mundialistas, algo totalmente envidiable por muchas naciones en el mundo y sin ir tan lejos, en el continente americano existen casos que quisieran presumir algo así.
El proceso se repite hasta hacerlo una constante: cada cuatro años, en esta ocasión tomó un poco más de tiempo, la ilusión de la mayoría de mexicanos y mexicanas se genera a partir de lo que puede lograr su Selección, no importa si el camino fue pedregoso o sencillo porque cuando México hace su debut en una Copa del Mundo todo parece olvidarse, solo está el deseo de ver triunfar a la oncena titular ante cualquier rival y adversidad.
El combinado tricolor con todas sus particularidades llega a considerarse un símbolo de identidad nacional; para llegar a esta afirmación se tuvieron que sortear u omitir por fines prácticos cuestionamientos básicos cómo ¿qué nos une? Si el marcador es favorable se dice <ganamos> pero si hay una derrota inmediatamente se marca una distancia y solo es <perdieron>, los empates parecen no equilibrar la balanza y simplemente van directo a la estadística; estas sensaciones llegan a ejemplificar algunas cotidianidades habituales en el andar de algunos mexicanos o mexicanas, actuar por convencionalismo y no por determinismo.
Ilusionarse vertiginosamente es una característica natural en el vínculo entre los y las aficionadas mexicanas con su representativo nacional. No es ningún secreto que el funcionamiento actual de los dirigidos por Gerardo ‘Tata’ Martino no genera ninguna certeza o despierta optimismo respecto a lograr la mejor de las participaciones de “El Tri”, a pesar de que imperan más los escenarios pesimistas esto no disminuye el ímpetu de la hinchada mexicana, por momentos llega a suceder lo contrario y en la adversidad se crecen ante retos complicados.
Al ritmo de “Canta y no llores”, seguido del “Sí se puede”, en Doha o en el Ángel de la Independencia llegó el momento dónde se activa el modo Copa del Mundo, México busca instalarse en los cuartos de final por primera vez desde que fue anfitrión en 1986. La numerología indica que a partir de Estados Unidos 1994 el cuadro tricolor siempre ha sorteado la primera ronda mundialista, y Catar 2022 se mira como el campeonato mundial sin matices para los verdes porque regresan a casa sin pasar de la fase de grupos o se juegan mínimo cinco partidos. Ver para creer.
El comportamiento de la afición mexicana hará que las alarmas siempre se mantengan expectantes por cualquier situación bochornosa que pueda llegar a suceder. No solo los miembros de la Guardia Nacional que fueron enviados a tierras catarís deben estar atentos a las conductas de la marea verde, sino cualquier otra autoridad local porque siempre es garantía que ocurrirán sucesos que irán directamente al libro de las anécdotas. De a poco los sombreros charros y máscaras de luchadores empiezan a invadir territorio mundialista; aunque éstas últimas no podrán ser usadas de la manera acostumbrada debido a las reglas impuestas por Catar. Algunas notas han sido acaparadas por un hombre que bien podría pasar por El Pípila moderno aunque en lugar de piedra carga una bocina gigante y reproduce sonidos representativos mexicanos, tales como “¡Se compran colchones, refrigeradores, estufas o algo de fierro viejo que venda!”. E increíblemente empiezan a circular videos donde hombres mexicanos se jactan de burlar los filtros migratorios para ingresar tequila u otras bebidas alcohólicas, intentar descifrar los porqué sería inútil entonces solo queda cambiar de video.
Si la Copa del Mundo se ganara solo por deseos la barrera de los octavos de final para México ya hubiera quedado atrás desde varias ediciones anteriores e inclusive por ahí se hubiera podido colar a una final. El cuadro tricolor tiene la encomienda de hacer historia, o al menos ese es el discurso tan reproducido en los medios de comunicación y algunos dicen que ojalá por el bien de las y los mexicanos esta ilusión se convierta en realidad; tendría que llegar a ocurrir para saber realmente si las cosas cambiaron o siguieron igual.
No hay que ser un genio para observar que la Selección Nacional de México es todo un fenómeno social, un caso muy particular donde todo lo que ocurre a partir de un balón de futbol parece generar más interés y polémica que el juego mismo. La monotonía no suele ser la mejor aliada para cualquier tipo de relación, pero en el caso específico de El Tricolor y todo su entorno suele ser la única y más propia adjetivación a la que se puede recurrir. La tierra retemblará en sus centros, esperando que en esta ocasión sí sea porque cantando se alegran los corazones.
Un mexicano adicto al futbol es, entre otras cosas, un masoquista que colecciona agravios, jueves de dolor para los que no hay domingo de resurrección.
Juan Villoro
Rueda el balón, rueda la vida.