#InPerfecciones
¿Qué hacer cuando perdemos toda sensación de esperanza, expectativa, motivación y fuerza? ¿Qué hacer cuando la crisis se vuelve más grande que nuestras ganas de enfrentarla?
Karla Soledad / @kasoledad
k28soledad@gmail.com
El año pasado me tatué la frase de un poema que alguna vez me compartió mi mejor amiga y que resonó en mí porque me recordó facetas pasadas de mi vida. El poema se llama “Cúrate mijita”, y es de María Sabina, una mujer curandera oaxaqueña descendiente de curanderos conocedores de la botánica y la sanación a base de códigos como el canto y el lenguaje.
Pero, ¿qué significa curarse a una misma? ¿Cómo podemos descubrir nuestra manera de sanar? ¿Por dónde se comienza a reconstruir un corazón o un espíritu roto? ¿Hasta dónde llega nuestra capacidad de recuperarnos de una crisis? ¿Qué hacer cuando perdemos toda sensación de esperanza, expectativa, motivación y fuerza? ¿Qué hacer cuando la crisis se vuelve más grande que nuestras ganas de enfrentarla? ¿Con qué se llena el vacío? ¿Cómo se sana la soledad, el abandono, la obscuridad y el apetito por la vida? ¿Qué significa curarse a una misma?
Estas son preguntas que me hice a lo largo de algunos de los momentos más difíciles que he pasado: ver a mi abuelito morir frente a mí, ver a mi papá elevar las manos en el aire mientras le apuntaban con una pistola en la cabeza, salir de una relación de violencia y abuso emocional, enterarme que mi novio me engañaba, la ruptura que vino después, terminar el vínculo con mi mejor amiga, un fraude financiero que me hizo perder todos mis ahorros para la maestría. Y el último: pasar la noche encerrada en el baño de un hostal con el terror de creer que había alguien afuera de mi habitación queriendo hacerme daño.
Quiero detenerme en esta experiencia, misma que quedó relatada en mi última columna. Después de la noche de terror que viví, salí huyendo de Querétaro y del hostal donde me había hospedado. Me quedaban cuatro noches en el alojamiento, y al no poder reembolsarme por ellas, me las dejaron a cuenta para ocuparlas en cualquier momento siempre y cuando lo hiciera antes de que terminara el año.
Durante un par de meses estuve pensando cuándo regresaría para tomar esas noches, o si sería capaz de hacerlo en absoluto. En algún momento las di por perdidas, pues no me sentía segura de regresar pronto al lugar donde viví la peor noche de mi vida. Sin embargo, las cosas se acomodaron en las últimas semanas de julio para viajar a Querétaro con mi familia, pues mi mamá quería visitar a su hermana y su sobrina, que viven por allá.
Después de pensarlo, repensarlo, y volverlo a evaluar, decidí que no me hospedaría con ellas, sino que aprovecharía el viaje para regresar al hostal y usar las noches que me quedaban. Había trabajado mucho en lo que me pasó, había hecho las paces conmigo misma y lo había platicado en un par de sesiones con mi psicóloga. Es por ello que me sentí lista para volver y hacer las paces en persona con el hostal también. A fin de cuentas, Querétaro es un lugar al que le tengo un gran cariño y no quisiera dejar esta experiencia sin resolver, ni sentir temor o estrés cada vez que lo visito de nuevo.
Ayer fue mi primera noche en el hostal y en la misma habitación de aquella vez. El día transcurrió normal y yo me sentí tranquila. Sin embargo al caer la noche y estallar la lluvia, de igual manera estallaron los flashbacks. El recuerdo del ruido en la ventana, la manera en la que me paralicé sobre la cama, el baño donde me encerré, el tapete donde pasé la noche, el seguro de la puerta que no funcionaba, todo regresaba a mi memoria haciéndome hiperventilar y provocándome una ansiedad tremenda.
“¿Qué hago? ¿Me voy a la casa de mi tía? ¿Me quedo aquí? ¿Me salgo a caminar? ¿Qué necesito en este momento? ¿Estar acompañada y apapachada, o resolverlo sola y enfrentar mi ansiedad? Mejor me voy, no tengo que resolverlo hoy, puedo hacerlo mañana. ¡Pero no! ¡A eso vienes, a hacer las paces con este lugar! No seas cobarde. Bueno, pero tampoco debo forzarme, es mi primera noche y si no me siento bien no tengo por qué revivir lo que pasó. Sé más paciente contigo misma, morra. No, no puedo. Necesito salir de aquí. ¿Y si salgo a caminar para despejar la mente? Pero está lloviendo, son las ocho y media de la noche y si quiero sentirme segura, caminar sola por la calle no es la mejor estrategia para lograrlo. Bueno, pero tengo a Mila. Pero sigue lloviendo. Maldita sea. No sé qué hacer”.
Lo repasé mil veces en mi cabeza, hasta que me detuve a seguir mi intuición y las sensaciones en mi cuerpo. Definitivamente necesitaba moverme de ahí. Tomé mi mochila, mi celular, un billete de $50, usé doble chamarra para aguantar la lluvia, le puse su correa a Mila, y salí a caminar. Por las calles seguía hiperventilando, pero afortunadamente el hostal está en el centro de Querétaro, y sus alrededores están llenos de cafés abiertos hasta tarde y gente caminando.
El sonido de la música en los restaurantes, el agua de las fuentes en las plazas públicas, las patitas de Mila sobre la lluvia, y las conversaciones de las personas que pasaban a mi lado me ayudaron a apagar el ruido de mi cabeza y recuperar poco a poco el aliento. A medida que caminaba por el centro y lograba sentirme mejor, pensé hacia dentro: “Cúrate mijita”.
Curarnos a nosotras mismas empieza por reconocer que tenemos la capacidad de hacerlo. Significa recordarnos que todas las respuestas están en nuestro interior. Curarnos a nosotras mismas significa recuperar nuestro sentido de agencia y priorizarnos, escuchar a nuestro cuerpo y hacerle caso a las sensaciones y alertas que nos envía.
Sanarnos significa crear prácticas de autocuidado y amor propio. Significa recordar que somos capaces de hacernos cargo de nosotras mismas, y que podemos procurarnos bienestar, cariño… y mantenernos a salvo.
“Cúrate mijita, con la luz del sol y los rayos de la luna.
Con el sonido del río y la cascada.
Con el vaivén del mar y el aleteo de las aves.
Cúrate mijita, con las hojas de la menta y la hierbabuena, con el neem y el eucalipto. Endúlzate con lavanda, romero y manzanilla.
Abrázate con el grano de cacao y un toque de canela. Ponle amor al té en lugar de azúcar y tómalo mirando las estrellas.
Cúrate mijita, con los besos que te da el viento y los abrazos de la lluvia.
Hazte fuerte con los pies descalzos en la tierra y con todo lo que de ella nace.
Vuélvete cada día más lista haciendo caso a tu intuición, mirando el mundo con el ojito de tu frente.
Salta, baila, canta, para que vivas más feliz.
Cúrate mijita, con amor bonito, y recuerda siempre…
¡Tú eres la medicina!”
Ilustración de Ana Sofía Toral